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Morosidad e insensibilidad

El pasado 11 de enero, desde la ciudad de Ciego de Ávila, Roberto Téllez Almanza denunció aquí que el 30 de ese mes cumpliría seis meses sin agua, por la rotura de una manguera, que es la acometida de su vivienda.

Él reveló que lo había reportado el 30 de julio de 2018 con el número 2984 ante la UEB de Acueducto de Ciego, y aún esperaba. «Desde entonces, decía, han sido múltiples llamadas, visitas y entrevistas con funcionarios de esa entidad, de Atención a la Población del municipio y la provincia. Pero nada. Es terreno de nadie y la solución no aparece. Espero que alguien deba responder por esto, porque ni siquiera hay que picar la calle».

Téllez Almanza volvió por Acueducto un sábado, y le dijeron que ese día ya la brigada había salido para la calle, pero al siguiente lunes la enviarían a revisar la acometida. Nadie fue ni había ido hasta que me escribió.

«No tienes a quién ver, decía, no tienes a quién dirigirte. No hay solución posible, y se crea malestar, indignación, descontento, por una cuestión sencilla, fácilmente solucionable. Espero y exijo una respuesta».

Al respecto, responde Héctor Rosabales Pérez, director general de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de esa provincia, que, «en análisis efectuado con los directivos y funcionarios de la UEB de Acueducto y Alcantarillado de Ciego de Ávila, apreciamos morosidad en la solución al trámite y posterior queja presentada por el recurrente, así como incumplimiento de la palabra empeñada al ciudadano, sin explicar las razones que originaron las mismas».

Afirma que al visitar la vivienda de Téllez Almanza se determinó la necesidad de picar la calle para la solución de su queja. Y como hay problemas con los equipos especializados, por sus años de explotación, eran razones que debían habérseles explicado al cliente.

«Por la falta de sensibilidad y morosidad en la solución de trámites y quejas de nuestra población, señala, se amonesta al especialista principal del área de Mantenimiento que atendió en el local de la UEB al citado ciudadano, por no explicar las razones que dieron origen al incumplimiento de lo pactado previamente con él, así como visitar al recurrente para evaluar su situación y dar la prioridad requerida en la atención y solución de la misma».

Manifiesta que en visita efectuada a la vivienda de Téllez Almanza por la especialista de Atención a la Población de la Empresa se constató la existencia de falta de agua total, no por los salideros existentes en el perímetro, sino por obstrucción de la acometida principal que abastece su vivienda.

El caso se analizó y evaluó por el propio director general de la Empresa, y los directores de la UEB Ciego de Ávila y la UEB de Mantenimiento, para solucionarlo con rapidez: Le rehabilitaron la acometida a Téllez; y se beneficiaron otros vecinos con la supresión de salideros.

Agradezco la respuesta y la solución, pero al final esta es una victoria pírrica. Lo eficaz hubiera sido que el cliente no estuviera casi ¡seis meses! penando, sin la atención ni información requeridas «por la insensibilidad y morosidad» —como bien reconoce el director general-, para que, con la revelación del caso, todo fuera sobre rieles.

El especialista principal de Mantenimiento que atendió al cliente fue amonestado (¿Ya a estas alturas son efectivos los regaños?). ¿Y los jefes superiores no revisaron ni controlaron el grado de morosidad, la satisfacción del cliente?

La honradez tiene nombre

Erodis González Piñeiro (José Martí número. 7 A, Reparto Piti Fajardo, Caney de las Mercedes, Bartolomé Masó, Granma) cuenta que el 12 de marzo, su hijo perdió en Manzanillo la billetera, con una fuerte suma de dinero, incluyendo divisas, el carné de identidad y otros documentos.

Ese día lo llamó por teléfono alguien que la había hallado. Ese cubano tuvo que investigar, de acuerdo a la dirección del carné de identidad. Buscó en la guía telefónica las direcciones cercanas a la de su hijo. Y tras varias llamadas, lo contactó.

«Ese honrado cubano, dice Erodis, se nombra Francisco Rosales García, un humilde anciano de 75 años, cuyo oficio es cuidar bolsos en las afueras de la tienda en divisas El Dandi en esa ciudad. No tocó un centavo, lo devolvió todo intacto. Mis más sinceras congratulaciones para ese hombre, en nombre de mi hijo, mía y de toda la familia. Estas son las acciones que todos debiéramos imitar», concluye.

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