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La soledad del escritor de fondo

El escritor José Ramón Calatayud Jiménez, tan septuagenario como la casa de madera con peligro de derrumbe donde vive en la calle Rafael Cabrera, No. 43, en la localidad cienfueguera de Rodas, no sabe cuándo el maltrecho techo de tejas diga hasta aquí y se desplome sobre su soledad.

Jubilado del sector de la Cultura hace tres años con una modesta pensión, pero no del irrefrenable ansia de versar y escribir a pesar de su delicada salud, Calatayud mantiene en esa impredecible vivienda un proyecto de promoción y animación cultural. Ansias de vivir y crear, aún así.

«He visitado a la delegada de mi circunscripción, que a su vez es la intendenta del municipio, afirma. Traté de hablar con el funcionario de Atención a la Población en el Gobierno municipal. Pero como conocen el problema, sin escucharme me remitieron a Vivienda, donde me atendió un funcionario que me expuso mil dificultades y ninguna esperanza. Hablé con la Vicepresidenta que atiende estos asuntos, quien prometió enviar un especialista, algo que nunca sucedió».

No obstante, confiesa que a la delegada intendenta la ha abordado en varias ocasiones imprevistas, «y siempre responde con evasivas, mientras mi techo está a punto de colapsar sobre mi cabeza».

Aclara que en ningún momento quiere que le hagan una casa, pues una construcción requiere esfuerzos imposibles para su edad y estado de salud. Solo mejorar su techo y buscar una solución mediante la cual pueda pagar, con un crédito, un techo de zinc de los que ahora se usan, y que se utilizan indiscriminadamente incluso como cercas perimetrales en empresas del Estado.

«Mis paredes son de madera con más de 70 años de antigüedad, pero pueden soportar el peso del zinc, según personas conocedoras a las que he consultado. Estoy en grave peligro para mi vida, y también las personas que me visitan para acciones culturales y otras vinculadas con mi condición de promotor. Solo quiero una solución para el techo; pero esto que le digo ninguna autoridad lo ha querido escuchar. Duele decir lo que digo», confiesa finalmente.

Seguro inseguro

Camilo Carol Cabrera Baras (Calle 49, No. 2824, entre 49A y 28A, reparto Kohly, Playa, La Habana) cuenta que hace más de 15 años tiene su carro asegurado con la Empresa del Seguro Nacional, y ha cumplido religiosamente con los pagos anuales. Pero siente que no ha valido la pena.

Relata que el 18 de marzo de 2021 su hijo mayor y su nuera iban en su auto, Y en el semáforo de Infanta y Neptuno, un ómnibus de la Ruta P1 se llevó la luz roja y le dio por el lado izquierdo. Afortunadamente a su hijo y su nuera no les pasó nada; pero el auto, luego de todo el peritaje correspondiente de los inspectores, quedó aprobado para reposición. El dictamen se hizo efectivo oficialmente el 3 de noviembre de 2021.

«Desde entonces, dice, contando el día del accidente hace ya más de un año que estamos esperando. He estado llamando a la oficina donde se atienden a los clientes en este caso, y cada vez que llamo me dicen que tengo que esperar, porque todavía están atendiendo casos de años anteriores.

«Si no tienen en existencia los vehículos para estos casos, ¿por qué siguen haciendo contratos de seguro? ¿Por qué el maltrato a quienes confiamos en el sistema y ponemos nuestros modestos ingresos para poder garantizar que esto se solucione lo más rápido posible? ¿Cuál fue mi error? Ya tengo 56 años. ¿Cuándo recibiré mi auto?, ¿cuando ya no pueda manejarlo?», concluye.

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