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Malas decisiones

Desde el apartamento 10 del edificio H-10, en la zona 12 de Alamar, municipio capitalino de Habana del Este, Víctor Fernández revela que allí hace tres meses hay problemas con el agua y el gas, por decisiones personales de alguien, no por carencias en esos servicios.

Desde octubre pasado, hay un déficit extremo de entrada de agua a la cisterna. Van inspectores, y los vecinos reciben justificaciones: desde fuerza de agua, hasta tupiciones. «Lo llamativo, dice, es que luego de venir el inspector, a la siguiente entrada de agua no hay problemas. Se resuelve la fuerza y la tupición. Este edificio está rodeado por otros, donde llega el agua. Y solo nosotros la estamos cargando».

En la segunda quincena de diciembre, dice, en casi 12 días no entró agua con fuerza a la cisterna. El martes 26, que debía entrar, fue un inspector y muchas personas del edificio le explicaron una vez más el problema. El jueves 28 el agua entró «con fuerza y sin tupición». La alegría duró ese día. Ya el sábado 30 volvieron a las mismas y nadie sabía cuándo sería la próxima entrada.

Vecinos, constructores y fundadores del edificio, indica, les han explicado y demostrado a los de Aguas de La Habana que el problema está en que no se abre lo suficiente la llave de paso. Y hay quienes comentan que todo se debe a que el encargado de esa manipulación la dirige hacia lugares con negocios de distinto tipo.

«Hemos hablado en el Partido y el Gobierno del municipio, añade, pero nadie convence al manipulador de la llave de paso».

Sobre el gas licuado, plantea que en el punto donde deben adquirirlo, hace tres meses alguien decidió cambiar la metodología de venta, de manera que beneficia a quienes inventan vendiendo turnos y cogiéndose la cola para ellos,  perjudicando a quienes trabajan, cuya única solución es no asistir a su centro laboral para adquirir la balita.

Explica que en 26 años ese punto trabajó bien, con un par de dificultades cuando el país las tuvo por problemas de suministro, o cuando un ciclón arrancó parte del techo. Se laboraba entre las 8:00 a.m. y 12:00 m., y entre las 4:00 p.m. y las 7:00 p.m. Pero alguien decidió cambiarlo.

Y ahora se forman colas durante toda la noche y la madrugada. Alrededor de las 8:00 a.m., el que atiende el punto recoge cierta cantidad de balitas en función de lo que le informan para suministrar. Llega un camión, recoge esa cantidad de vacías, deja las llenas y se retira. Se hace el proceso y ya alrededor de las 12.00 m., cierra el punto y hasta el día siguiente.

«¿Por qué le pagan un salario completo a una persona que solo trabaja media jornada?, expresa. Varios vecinos hemos averiguado y en otros puntos no se hacen las cosas así. Hemos preguntado a los funcionarios de Cupet, en el Partido y el Gobierno en el municipio. Y aducen que hay posibilidad de robo, y no tienen seguridad para ese punto.

Víctor sostiene  que en esos 26 años de existencia, una sola vez robaron allí tres balitas y no lo hicieron violando una reja o una ventana mal cerrada, sino rompiendo a mandarriazos la pared de bloques.

Víctor plantea que no es un problema de suministro, ni tiene nada que ver con el bloqueo. «No es problema de que somos un país subdesarrollado con limitaciones. Es asunto de mala dirección, de malas decisiones personales», concluye Víctor.

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