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Diversidad sexual... ¿juzgar o entender?

La celebración en el archipiélago, el próximo 17 de mayo, del Día Mundial de Lucha contra la Homofobia vuelve a calorizar el debate sobre el tema

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Domingo. Día de las Madres. Ana Elena despierta temprano y se prepara para la visita de sus hijos, nueras y nietos, quienes se reunirán con ella en Santa Clara para ofrecerle una velada feliz, rodeada de cariño, muchos presentes, y sobre todo lejos de trajines hogareños.

Pero el regalo que ella más necesita, lo único que le pide a la vida cada día, al amanecer y al acostarse, es que su hija más joven la perdone y regrese a la casa.

La ruptura ocurrió en medio de una fiesta familiar. Alguien hizo un chiste sobre los travestis que actúan en El Mejunje y la joven reaccionó con disgusto. Cada cual dio su parecer: se vertieron criterios científicos, morales, filosóficos... La tapa al pomo la puso Elena al decir que esa gente era un bochorno para su familia y que no deberían volver a sus casas nunca más.

Al otro día, la ropa de su hija no estaba en el closet y sus discos de música habían desaparecido del librero. Entonces comprendió de golpe una verdad que intentaba negarse desde que la muchacha llegó a la adolescencia: siempre solitaria, callada, sin novios o amigas para compartir, apática a fiestas, a las modas...

Por muchos meses, las mismas preguntas alimentaron la frustración de Elena una y otra vez: «¿Qué hice mal? ¿De quién lo heredó?». Cada mirada le parecía una burla. No lograba entender por qué su hija la humillaba de ese modo. «¡Hasta cuándo ese capricho! ¿Y si la llevo al médico...?».

Cuando oyó hablar del tema en la radio fue como un latigazo en su conciencia, y apagó el equipo. También dejó de ver novelas: primero aquella cubana, en que veía a su hija como una mezcla de Amanda y Yaser; luego las brasileñas, cada vez más directas en sus referencias al asunto.

La estocada decisiva fue una conversación entre su nieta mayor, de ocho años, y algunos amiguitos de la escuela. Uno de ellos mentó a la muchacha groseramente y la niña le respondió sin inmutarse: «Mi tía es homosexual, ¿y qué? Mi mamá dice que eso no tiene nada que ver. Tú lo que tienes es la boca muy sucia. Si te oye la maestra...».

La luz en el túnel

A cientos de kilómetros, Migdalia se prepara para dar este domingo lo mejor de sí, a pesar de sus achaques. Hizo una bandeja de pirulíes para los niños del barrio, que repartirán postales en la cuadra, junto a flores y besos.

Ninguno lleva su sangre, y eso es, quizá, lo más difícil de aceptar de la condición sexual de su único hijo. Por lo demás no se queja: es un magnífico hombre, la ayuda en todo, y lejos de darle la espalda, la comunidad lo respeta como vecino y como profesional, pues lo han elegido para cargos en el CDR y como delegado del Poder Popular.

Claro que a Migdalia le tomó tiempo y lágrimas adaptarse, pero no puede ser hipócrita: siempre ha dicho que la felicidad es lo más importante, y no será ella quien se atraviese en la de su hijo.

Cada vez que el tema es tratado en los medios, en la FMC o en la escuela, ella lo aplaude: le hace sentir que no está sola, y alimenta sus esperanzas de que un día exista más respeto y comprensión hacia esas personas, diferentes en sus gustos y proyecciones, pero seres humanos al fin.

Este cartel se encuentra a la entrada del bar temático La Leyenda, en Ciego de Ávila. El propóstio de la administración era garantizar la disciplina dentro del local, pero la exclusión a otros tipos de parejas que no sean las heterosexuales resulta discriminatoria.

Expulsados del paraíso

En 1993, una metáfora cinematográfica sacó el tema de la diversidad sexual en Cuba del murmullo y lo ancló sin remilgos en el debate nacional.

Ya desde el triunfo de la Revolución, el rechazo a la supuesta debilidad femenina y a la homofobia, entre otras razones, había llevado a las mujeres cubanas a organizarse en la FMC para luchar por sus derechos y los de su descendencia, sin excluir a lesbianas y transexuales.

Aunque no pueda hablarse aún de igualdad de géneros en toda su dimensión, el avance en ese sentido es considerable, apunta Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX). Sin embargo, la aceptación y el respeto hacia la diversidad de expresiones sexuales ha sido más difícil de concretar, debido a prejuicios bien arraigados en nuestra cultura: «La sexología en asociación con la ley, la medicina y la psiquiatría construyeron definiciones que todavía están presentes en el imaginario social», afirma.

Entre 1960 y 1970, se aplicaron políticas inadecuadas con las personas homosexuales, que eran vistas como enfermas e inadaptadas desde el punto de vista social, a tono con criterios médicos imperantes en el mundo, explicó a nuestro diario el doctor Alberto Roque, uno de los especialistas del proyecto Diversidad Sexual del CENESEX.

Paulatinamente, estos errores fueron subsanándose, aún antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) suprimiera la homosexualidad y la bisexualidad de su lista de enfermedades mentales, el 17 de mayo de 1990, razón por la cual esa fecha fue seleccionada como Día Mundial de Lucha contra la Homofobia, que Cuba celebrará por primera vez este año con actividades culturales y sociales en todo el país, bajo el lema «La diversidad es la norma», para promover el respeto del derecho a la libre y responsable orientación sexual e identidad de género, como ejercicio de la equidad y la justicia social.

Mitos, saberes, difusión

Antes de los años 90, el asunto de la diversidad no acaparaba ni la atención ni el espacio que hoy tiene en los medios y en la calle, opina el sexólogo Apolonio Reyes, del Centro Provincial de Promoción para la Salud en Holguín.

«No se trata de que en estos momentos exista un incremento de la homosexualidad, sino de que el fenómeno en todas sus variantes resulta más visible, y sobre todo hay un nivel cultural más adecuado para comprenderlo», expresó Reyes, colaborador frecuente de los medios de comunicación.

La sugerencia de que la «fresa» y el «chocolate» pudieran coexistir en armonía, llevó a muchos sectores sociales a reexaminar los estigmas del machismo hegemónico (doble herencia de esclavos y colonizadores), aún imperante en la familia, la educación, las leyes y las costumbres del país.

Natividad Guerrero, directora del Centro de Estudios sobre la Juventud, explica en el número 5 de la revista Estudio que todas las sociedades tienen en común la diversidad en las formas de expresar su sexualidad, pero el entendimiento cabal de esta reflexión no lo ha alcanzado aún sociedad alguna, a pesar de los esfuerzos de algunas familias, escuelas y otros sectores implicados en la socialización de modelos más humanistas para las nuevas generaciones, que en la práctica chocan con una gran resistencia al cambio.

Personas entrevistadas en varias provincias reconocieron que como individuos todos tienen derecho a una opción sexual, la que sea, pero no aceptan que la minoría invada su espacio y les imponga sus preferencias.

La holguinera Luz María no se opone a que esas personas convivan entre sí, «pero no coincido con que quieran demostrarlo a la vista de todo el mundo, como si fuera una cosa muy natural. Eso ha sido algo muy criticado incluso en parejas heterosexuales», argumenta.

El pinero Tomás, de 52 años y padre de tres varones, declaró su rechazo abierto a «esos», como despectivamente los llama. «En mi tiempo se escondían para hacer sus cosas, y en la calle parecían normales. Ahora andan por ahí y se contonean más que algunas mujeres, eso es indignante».

Mitos y creencias se aferran a los saberes cotidianos y generan dificultades en el comportamiento social y en la percepción de estos fenómenos, afirma Natividad. La evolución es innegable, solo que no es homogénea, como tampoco lo es la sociedad. Todavía existe desinformación sobre el tema, y por ende, discriminación.

En ese sentido, emplear los medios de comunicación para propiciar nuevas posturas resulta un mecanismo aceptable para nuestro país, porque así el individuo no devela su interés: solo escucha, observa o lee. De ahí que periódicos como el nuestro, y emisoras de radio y televisión a lo largo de todo el país hayan incorporado el tema de la sexualidad en su agenda habitual.

Experiencias muy positivas se reportan en Radio Holguín, en la emisora universitaria de Las Tunas, en la espirituana Radio Vitral y en espacios televisivos como Quédate conmigo y Tiempo Joven, por mencionar algunos.

Incluso Internet logra influir en la promoción del debate y llega a la juventud con mucha fuerza solo por el hecho de considerarse adelanto tecnológico, explica Natividad.

Decenas de ciberforos sobre el tema se abren cada día, como el del CENESEX, en los que la gente dice sin tapujos lo que piensa, y muchas veces es posible palpar la evolución de una idea, la desarticulación de un mito, sin que medien necesariamente opiniones de expertos.

El periódico Vanguardia, de Villa Clara, es un modelo en ese sentido: «El lecho no tiene nada que ver con la proyección social», escribe el internauta Andrew. «Hay homosexuales de gran cultura y educación y también los hay con un comportamiento social inadecuado: estos últimos no han aprendido que la homosexualidad es una actitud ante el sexo, y no ante la vida».

La otra cara del dolor

Toda discriminación entraña sufrimiento para las víctimas, pero también para las familias, y especialmente las madres, quienes enfrentan el cuestionamiento de los demás por ser las «encargadas» de la formación de los hijos.

El proceso de identidad sexual se produce como parte del desarrollo psicológico dentro de la familia, pero es independiente de la voluntad de esta, y en algunos casos la contradice, afirma la doctora Annia Duany, psiquiatra del Hospital Salvador Allende quien aplicó una encuesta a 25 travestis de la capital, promotores de salud que se reúnen en el CENESEX.

«Mi mamá me llevaba al hospital. Me indicaron deportes, pesa, pelotas. Al grupo de terapia fui como dos o tres años, hasta que le dije que me sentía bien como era...».

«Ella me dijo que mientras estudiara iba a tener un plato de comida y un techo, pero si dejaba de hacerlo, que me olvidara de eso... Desde esa edad me mantengo, y comencé a prostituirme porque ella no me compraba nada».

Su estudio demostró que la violencia psicológica estuvo presente desde la infancia en las relaciones de estas personas con su entorno familiar, seguida de la violencia física, en todos los casos por no cumplir con el rol de género estereotipado: o sea, por renunciar a la masculinidad concebida como patrón cultural.

«Soy hijo único, y afortunadamente he tenido una buena aceptación desde niño por parte de mis padres», contó a JR un entrevistado que pidió no identificarse por los propios prejuicios existentes en la sociedad. «Para otros, ser homosexual y existir puede ser una carga muy pesada. Esta es una vida de mucho sufrimiento, de amargura, de cohibiciones».

En el IV Congreso de Orientación y Terapia Sexual celebrado en enero de este año, la doctora Ada Alfonso, subdirectora del CENESEX, reflexionaba sobre los profundos cambios que vive hoy el modelo familiar cubano y la flexibilidad que deben aprender las madres para superar ese tremendo costo emocional de acompañar a su hijo en la construcción de una identidad muy distinta a la soñada desde el embarazo.

Un hijo diferente (en cualquier sentido) condiciona muchas veces a sus madres a vivir sin pareja. La mujer cubana es muy protectora de su prole, y es duro aceptar que alguien la rechace, mucho menos si es la persona con quien se comparte la intimidad, así sea el padre.

Lo uno en lo diverso

Peculiaridades únicas e irrepetibles del proceso histórico social cubano propiciaron, a finales de los 80, una más clara definición en la identidad de grupos como los travestis, transformistas y transexuales, afirman Janet Mesa y Diley Hernández, del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello.

Entre esas condiciones, apuntan ellas, están el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, la caída del campo socialista, y la crisis económica y social con el replanteo de estrategias económicas, las cuales propiciaron la entrada de nuevos modelos y conductas sociales.

Muchos intelectuales cubanos consideran que sí hay espacio para asimilar esos modelos y ampliar las oportunidades de participar en la construcción de una sociedad mejor. Se trata de aceptar el reto de lo nuevo, y de motivar a las minorías en un proyecto que interese a todos.

El Mejunje, en Santa Clara, es un ejemplo de ello. Como un oasis cultural lo definieron estudiantes de Periodismo de la Universidad Central de Las Villas Martha Abreu, lamentando que no existan lugares así en otras ciudades. «Hemos trabajado en la inclusión, pero no con ese único propósito, como para crear un ghetto, sino como tarea destinada a promover el respeto, dentro de otras múltiples prioridades», explica su fundador, Ramón Silveiro.

«El Mejunje lo hizo cuando nadie lo hacía. Se adelantó a su época. No nos lo propusimos. Salió porque acogimos la cultura de grupos entonces marginados: bohemios trovadores, roqueros, travestis, homosexuales... Lo más difícil que ha logrado esta institución ha sido promover la interacción entre ellos. Aquí nadie se fija con quien está bailando el otro. Yo sabía que este día iba a llegar, por eso siempre trabajamos con valentía, desde la honestidad».

Silverio no olvidará la broma de Abel Prieto en el recién concluido Congreso de la UNEAC. El ministro de Cultura le dijo a Raúl: «Hay que crear una cadena de Mejunjes por toda Cuba. McSilverio, debiera llamarse». Sería una buena forma de contrarrestar medidas arbitrarias aplicadas en muchos lugares públicos del país, donde solo aceptan parejas heterosexuales.

El transformista Pedro González (Roxana Rojo), afirma: «Allí todos tenemos cabida. Cada quien se manifiesta como lo siente e interactuamos desde las particularidades de cada cual. Todavía hay quienes observan a los que van allí, homosexuales o heterosexuales, con una especie de lástima perdona-vidas, pero esos son solo minorías involucionadas».

Lástima que sea...

Sobre la moralidad de estos grupos se debate en la calle, en centros estudiantiles y laborales, en el seno de muchas familias, y en el ciberforo de Vanguardia. Para Holiday-rbd, la discriminación no tiene justificación, pues sigue un camino donde se desvirtúa la naturaleza misma del ser humano, pero el internauta Nostracosa cree que muchas de esas personas desbordan las normas éticas y morales impuestas por la sociedad, y que por eso no se les acepta: «En esencia no es un problema de discriminación, es un problema de estar a la altura de lo que la sociedad espera de ti, y eso se llama madurez», estima él.

En cambio Yinyang está a favor de cambiar la mentalidad de desprecio, y coincide con Chico diferente en que algunas de esas personas criticadas no hacen sino devolverle a la sociedad la hostilidad con que son tratados.

La escuela es el primer sitio de socialización, y por tanto de marginación, donde se refuerzan roles estereotipados y se reniega de la divergencia. De ahí que pocas de estas personas rebasen el nivel secundario, lo cual es otra limitación para abrirse paso en la sociedad.

Mirtha, una maestra pinera, considera que las expresiones homosexuales escandalosas provocan rechazo, y por tanto marginación: «tales comportamientos responden a una avidez de protagonismo que compense esa repulsa social».

Lo que no explica ella, ni queda claro en los reglamentos escolares de nuestro país, es cómo contribuir desde la docencia, y la vida escolar en general, a lograr una sociedad menos inflexible, intolerante y sexista.

Un estudiante de Medicina que se identifica como Crazy-hsh en el foro de Vanguardia, dice estar orgulloso de ser gay: el 90 por ciento del éxito están en aceptarse uno mismo y respetar a los demás, considera, «pero siempre habrá gente empeñada en hacerte sentir inferior... Saben lo que implica ser estudiante de un centro interno: Los dos primeros meses en la escuela fueron agobiantes para mí, siempre estaba con el arma preparada, o sea, las palabras, pero sin ofender, solo decía lo que pensaba. Mantuve mi postura, mi ética personal, la que me inculcaron mis padres, y para nada hubo un problema mayor. Hoy por hoy me llevo con todo el mundo».

Sherlock opina en el propio espacio virtual que la integridad de los principios y el comportamiento ético de las personas no tiene nada que ver con su sexualidad, sino con su educación y su formación humanista, y en cuanto a eso, miles de heterosexuales también dejan mucho que desear.

Por eso afirma: «Las etiquetadas “buenas costumbres” no son suficiente razón para reprobar la actitud de un ser, cuyo único pecado ha sido ir en contra de su tiempo, sea cual fuere este, guiado por lo que le dicta su corazón».

Desgraciadamente, escribe Alexander, «vivimos en una sociedad donde pesan mucho los estereotipos sexuales, y se habla de fulano como muy bueno, educado, agradable, servicial, atento, respetuoso... para añadir: lástima que sea homosexual. ¿Es que son más importantes las relaciones sexuales que las personales?», se pregunta él.

«Lo que pase entre dos personas de mutuo acuerdo, siempre que no afecte a un tercero, no es condenable moralmente, puesto que lo humano rebasa cualquier código», estima el profesor Jorge Juan Lozano, especialista en Ética y asesor del Centro de Estudios Martianos.

«Es preciso ver la cultura como un valor demostrable ante hechos concretos, no como adquisición académica, y uno de los termómetros para medir esa cultura es precisamente la flexibilidad del pensamiento. Entre personas cultas, sensibles no se disfrutan chistes ni se manejan códigos que denigren a la mujer, al homosexual, al negro, a cualquiera que sea diferente», asevera Lozano.

«No estamos hechos para juzgar a los demás, sino para entenderlos en su realidad. Puede decirse que una persona posee antivalores si es envidiosa, cruel o poco solidaria, cualquiera sea su posición en materia sexual.

«Pero ser diferente en gustos y proyecciones no es de ningún modo un antivalor. Eso solo prueba su pertenencia a un grupo minoritario, justamente porque se aleja de las normas de la mayoría. Si aceptamos esa realidad y la comprendemos, puede quedar como lo que es: una minoría digna de todo respeto. Sin caer en generalizaciones que dañen la imagen de unos y otros».

Al cierre de este reportaje, un estudiante de la CUJAE escribía a nuestra redacción: «la sexualidad no se puede reducir, ni empaquetar en estándares, pero cualquier discusión sobre ella debe ser tan compleja y plural de criterios profesionales y no profesionales como ella misma.

«La cultura tiene que ver con cómo somos y cómo nos vemos, y el respeto al derecho ajeno de todos y hacia todos. Librémonos de fanatismos y discutamos en serio sobre estos temas sin caer en careos o en trincheras, con las cuales, lejos de avanzar, estaremos retrocediendo».

 

Ley se escribe con H

La homofobia, tanto individual como institucional, implica actitudes violentas contra gays, lesbianas, travestis, transgéneros o bisexuales, expresadas desde el silencio hasta la violencia física extrema.

El Código Penal cubano, derivado del español, sancionó por muchos años la ostentación pública de la homosexualidad, hasta que en 1988 fue derogado ese precepto. También el Código de Familia se encuentra en estudio desde hace 15 años, a propuesta de la FMC, con el fin de de eliminar obstáculos en la solución de numerosos conflictos familiares y adecuar ese concepto a la realidad actual del país, explicó Mariela Castro, directora del CENESEX.

Entre las propuestas de modificación se incluye el derecho a la libre orientación sexual e identidad de género y su reconocimiento en los documentos legales de cada persona, tema debatido en tres comisiones permanentes del Parlamento cubano en aras de lograr consenso para un proyecto final que no sea arbitrario, acotó Mariela.

Del mismo modo aclaró que no es necesario incluir expresamente el matrimonio entre personas del mismo sexo, ya que el código actual otorga a las uniones de hecho los mismos derechos básicos que a las uniones formalizadas, lo cual puede funcionar tanto para parejas heterosexuales como homosexuales, con las debidas aclaraciones en la ley.

Estas iniciativas, divulgadas a través de una estrategia de comunicación que incluye a los medios, la escuela y la comunidad, no pretenden «homosexualizar» la sociedad, como han expresado con preocupación algunas personas a nuestro diario, sino humanizarla cada vez más, y facilitar a las familias instrumentos jurídicos y psicológicos que los amparen en su responsabilidad hacia todos sus integrantes.

La unión homosexual es reconocida en Dinamarca, Noruega, Suecia, Islandia, Finlandia, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Luxemburgo y Suiza. Holanda, España, Bélgica, Canadá y Massachussets, en Estados Unidos, aprobaron el matrimonio civil entre personas del mismo sexo. En América Latina existen algunas normas en esa dirección en regiones de Argentina, Brasil y México, mientras que Colombia, Costa Rica, Chile y Uruguay tramitan proyectos legislativos al respecto.

Cualquier pareja homosexual que visite Cuba cuenta con el respeto oficial de su unión matrimonial, pero no se les reconoce legalmente en caso de establecerse en el territorio nacional temporal o definitivamente, explicó a este diario Alberto Roque, especialista del CENESEX.

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