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La herencia «roja»

Esa sangre que corre por nuestras venas, tan importante como desconocida, es el resultado de la evolución humana Corriente antigua

Autor:

Juventud Rebelde

Evidentemente fascinadas, Dayana, Rosa y Claudia, estudiantes de primer año de enfermería, responden cuál es su signo zodiacal, pero no sucedió lo mismo al inquirirle por su grupo sanguíneo. Una de ellas trató de salir del aprieto: «Lo vamos a averiguar, pero hasta ahora no nos ha pasado nada por no saberlo».

Con ligeras diferencias en los matices, la interrogante encontró muchas respuestas coincidentes entre jóvenes cubanos a quienes no parece inquietarles mucho qué tipo de sangre corre por sus venas. ¿Será por ese proverbial instinto de preocuparnos por un asunto solo cuando este nos afecta de cerca?

La experta María Elena Alfonso Valdés, especialista de Segundo Grado en Inmunología, relaciona tal desconocimiento con el hecho de que ignorar el grupo sanguíneo en Cuba no tiene, clínicamente hablando, ninguna consecuencia seria, no solo por las gratuidades de los servicios médicos, sino fundamentalmente por la seguridad que ofrece el sistema de salud pública en la Isla.

Asegura la especialista que en nuestras instituciones de salud cuando a un paciente se le practica una transfusión de sangre, es obligatorio realizarle antes la prueba para conocer su grupo sanguíneo, aunque él o un familiar suyo lo conozcan.

Otra garantía, agrega, es que el mismo equipo que extrae la sangre, realiza las pruebas de compatibilidad y la transfusión. En muchos países la práctica es que por separado las enfermeras extraen la sangre, los técnicos realizan los estudios de compatibilidad y los médicos ejecutan la transfusión, hay entonces más posibilidades de errores, por ejemplo cambio de las bolsas.

Esto no lo aprecia todo el mundo, apunta, sino especialmente quien haya tenido una experiencia propia o de un familiar suyo.

Cuestión de médicos

La doctora María Elena Valdés, quien es además vicedirectora docente del Instituto de Hematología, ubicado en el hospital Pediátrico William Soler, de la capital, niega que exista compatibilidad del grupo sanguíneo con el carácter de las personas, como a veces popularmente se cree.

Dice que el grupo sanguíneo es una forma de agrupar características de la sangre que dependen de ciertas moléculas presentes en sus componentes.

Aclara la especialista que existen 29 sistemas de grupo sanguíneo, pero las dos clasificaciones más importantes para describirlos en humanos es el llamado sistema ABO o AB cero, y el Rh, descubiertos por el científico austríaco Karl Landsteiner, por supuesto sin establecer que ellos condicionan la conducta humana. Por su aporte, este doctor fue distinguido con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1930.

Especifica que el grupo sanguíneo se encuentra en forma de proteínas en los glóbulos rojos y en los fluidos corporales, mientras que el factor Rh es una proteína que se encuentra en la cubierta de los glóbulos rojos. Se denomina Rh porque fueron descubiertos durante unos experimentos con monos Rhesus. Las personas con factores Rhesus en su sangre se catalogan como Rh positivas; mientras que aquellas sin los factores se clasifican Rh negativas. El Rh sigue un patrón común de herencia genética.

Es la más generalizada, argumenta, porque es muy exacta, ya que se describe a partir de antígenos, una sustancia que desencadena la formación de anticuerpos y puede causar una respuesta inmune y varían de un individuo a otro.

Dada esa clasificación, agrega la especialista, existen entonces esas cuatro posibilidades de grupos sanguíneos: un individuo puede ser A, B, O o AB.

En cuanto al Rh, son muchas más las posibilidades, pero la más conocida es el antígeno D+ o D-, pero comúnmente se omite la letra y es cuando usted escucha a muchas personas que dicen, yo soy O negativo, o B positivo...

La estudiosa aclara que uno de esos grupos se conoce indistintamente como O ó cero, pero se refiere a la misma clasificación. El origen de esa confusión no se conoce exactamente, pero algunas fuentes indican que podría deberse a la preposición Ohne, que significa «sin» en alemán. En Latinoamérica, por ejemplo, es más común «O positivo», evitando la similitud «cero positivo» con el término «seropositivo», pues así se llama al individuo que presenta en sangre anticuerpos que prueban la presencia de un agente infeccioso que muchas personas relacionan con el VIH, causante del sida.

La experta advierte que para lo único que es trascendental en los grupos ABO y Rh en cuanto a compatibilidad, es en las transfusiones de sangre de un individuo a otro, debido a las posibilidades de que se produzcan reacciones inmunológicas.

Por temor a que el lector se «desangre» con tantas terminologías que posiblemente no entienda, la especialista resume: «Si estas se realizan entre grupos incompatibles puede provocar hasta la muerte. Pero están perfectamente delimitadas las combinaciones posibles dentro de los grupos, al igual que se identifica a la persona del grupo O como «donante universal», o sea, que puede donar su sangre a individuos de cualquier grupo. A su vez, las personas con sangre AB se dice que son «receptores universales», pues como posee ambos grupos de antígenos (A y B) y no tiene anticuerpos contra estos mismos no reacciona con la sangre ajena».

El verdadero interés que tiene saber el grupo sanguíneo es clínico, especialmente por las transfusiones de sangre, de órganos y durante el embarazo, y desde el punto de vista médico legal, para estudios de paternidad y para investigaciones relacionadas con asesinatos, por citar dos ejemplos.

Y otro aspecto muy importante es para las mujeres durante el embarazo, sobre todo el estudio del Rh. El problema se da cuando el factor Rh de la madre es negativo y el padre positivo; si el niño hereda el antígeno D positivo del padre, la sangre de la madre lo reconoce como extraño y crea anticuerpos contra los hematíes del niño y le puede producir una anemia que se conoce como enfermedad hemolítica del recién nacido, y es entonces cuando al nacer al bebé se le hace recambio de sangre.

Si en algo condiciona tener sangre de un tipo u otro es ante estas situaciones médicas. No tiene nada que ver con la inteligencia, los sentimientos o las actitudes de las personas ante la vida, insiste la especialista en Inmunología.

Asunto de identidad

La experta aclara que no deja de ser útil que todos sepamos nuestro grupo sanguíneo, porque es un importante elemento de identidad personal. «He visitado varios países donde las personas tienen registrado su grupo sanguíneo en la tarjeta o carné de identidad, y es aconsejable porque facilita la asistencia en casos de extrema urgencia a causa de un accidente que provoque a una persona pérdida aguda de sangre. Y también para saber si uno puede o no prestar ayuda en determinada circunstancia», sugiere.

Durante nuestra indagación periodística, varias personas expresaron que durante un tiempo en nuestro país se consignaba en el carné de identidad el grupo sanguíneo.

La teniente coronel Ilda Hernández Soberón, jefa de la unidad de servicios de información de la Oficina Nacional del carné de Identidad, aclara que mientras ese documento tuvo formato de libro lo que se incluía en él era la información de la aceptación de la persona a ser donante de órganos, pero ello dejó de consignarse a partir de 1997 con el nuevo formato de la tarjeta de identificación.

«Personalmente considero que el grupo sanguíneo es un importante elemento de identidad de la persona que puede incluirse. De hecho, se estudian varias propuestas con el interés de ampliar la información de ese importante documento personal», opina la experimentada funcionaria.

Aquí y más allá

En el país existen las estadísticas que nos aproximan al conocimiento de la composición de la población cubana por grupos sanguíneos. Así, mientras el 49,03 por ciento de los cubanos tiene sangre tipo O ó cero, y el 36,28 tipo A, solo el 11,20 por ciento es B y el 3,09 AB. Y entre personas de la raza negra y mestiza es más frecuente el grupo O y el poco frecuente AB.

También a escala mundial se consignan estos datos, y en todos los casos es evidente que la distribución de los grupos no es uniforme, con sustanciales variaciones en los diferentes continentes.

Al ofrecer las cifras, la doctora María Elena, quien además es una de las más prestigiosas autoridades cubanas en medicina transfusional, aclaró que lo que se determina es la frecuencia, no la cantidad exacta de grupos sanguíneos.

Agregó que aunque el más común o extendido a escala mundial es O+, y el más infrecuente AB, la distribución no es uniforme en el planeta y tiene sustanciales variaciones en en los diferentes continentes. Por ejemplo, el 40 por ciento de los europeos posee sangre del tipo O, otro 40 por ciento del tipo A, el 15 por ciento del tipo B y alrededor del 5 del tipo AB. En tanto, en los países africanos y entre los indígenas suramericanos predomina el grupo B.

Es posible que ya Dayana, Rosa y Claudia las jovencitas que con su sano despiste nos llevaron a esta indagación, hayan expuesto uno de sus dedos al escalofriante pero insignificante pinchacito para, en cuestión de minutos saber con qué sangre vinieron al mundo.

Corriente antigua

Una de las conclusiones más extendidas acerca del origen de los grupos sanguíneos es que cada uno es el resultado de un momento de la propia evolución humana. Según los expertos estadounidenses en Naturopatía, James y Peter D’Adamo (padre e hijo), el grupo sanguíneo del tipo O ó cero —el más antiguo y extendido— tendría más de 40 000 años de existencia y procedería de los hombres del Cro-Magnon, cuya alimentación se basaba en la caza y, por ende, en las proteínas de la carne.

El siguiente en aparecer habría sido el tipo A —entre 25 000 y 10 000 años— y surgió con las primeras sociedades agrícolas cuya nutrición se basaba en el consumo de cereales y vegetales, procediendo especialmente de Asia y Oriente Medio. El tipo B provendría de las montañas del Himalaya surgiendo hace aproximadamente entre 15 000 y 10 000 años, siendo propio de los habitantes nómadas de las estepas asiáticas. En cuanto al tipo AB habría surgido de la mezcla entre caucasianos (A) y mongoles (B).

 

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