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Un cerco a la Influenza

En Ciego de Ávila no se ha reportado la muerte de ninguna gestante a causa del A (H1N1). Las 2 428 embarazadas que se registran hoy en ese territorio son sometidas a un pesquisaje constante en los 452 consultorios del Médico de la Familia

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

CIEGO DE ÁVILA.— Primero fue esa sensación de ahogo. Al gesto de tragar en seco le siguieron una molestia en la garganta y dificultad al respirar. «Es pasajero», pensó Rayza Bárzaga Rosales, alumna de segundo año de la Universidad Médica José Assef Yara, de Ciego de Ávila.

Pero a lo mejor no era así. Algo la mantenía en desconfianza y sobre todo con el embarazo. Dos meses atrás, en octubre, habían aparecido unos síntomas similares. Primero fueron las molestias, luego la secreción nasal y después la fiebre y una tos seca que no la dejaba dormir de noche.

«Enseguida me ingresaron —cuenta—. Las placas confirmaron el diagnóstico de una lesión pulmonar y enseguida me aislaron en el hospital en la sala para las gestantes. Allí estuve seis días. Me advirtieron que podía ser el A (H1N1). Finalmente era un catarro».

Y ahora en diciembre los síntomas regresaron. Cuando respiró, el interior de la nariz se llenó de un líquido viscoso. Recordó las molestias de octubre, el dolor en los pulmones y la angustia porque en verdad fuera el virus y no una simple alergia de invierno.

Enseguida informó en el Médico de la Familia. La insistencia de los médicos fue la primera señal. Pero lo definitivo llegó con el leucograma. Los niveles estaban alterados y los médicos no buscaron más. Rayza fue remitida como ingreso.

En la cuadra

«No tenía el virus y esta vez la estancia fue más corta —explica Rayza—. Ingresé a las 24 horas de haberse presentado los síntomas y por eso la recuperación fue más rápida. En octubre sentí la mejoría al tercer día de ingreso, mientras en diciembre fue al poco tiempo de empezar a recibir los medicamentos».

No fue el único caso. Desde el 5 de octubre hasta la fecha, en la provincia de Ciego de Ávila se han ingresado 658 gestantes ante la sospecha del virus A (H1N1). La mayoría de los ingresos pertenecieron al municipio cabecera, seguido por el de Morón.

«Ha sido una actitud preventiva. Las embarazadas constituyen uno de los grupos más vulnerables ante la influenza; por eso ante cualquier indicio se realiza la interconsulta e ingresan para evitar cualquier complicación», expresan las doctoras Maray Venegas Lobato y Maikel Pérez Sánchez, funcionarias del Programa Materno Infantil (PAMI) en el territorio.

En Ciego de Ávila hoy se registran 2 428 embarazadas, las cuales son sometidas a un pesquisaje constante en los 452 consultorios del Médico de la Familia. Esa ha sido una de las causas por la que en el territorio avileño no se ha reportado la muerte de gestantes a causa del A (H1N1).

«Todos los días hay que ir casa por casa a pesquisar a las embarazadas, a los lactantes y a los niños entre uno y cinco años de edad. Eso se hace por las mañanas y al mediodía se rinde el parte», explica Yaimé Jiménez Herrera, asistente en el Consultorio 41, en el centro histórico de la capital provincial.

En estos momentos esa instalación atiende a 22 lactantes y 14 embarazadas, entre ellas a Rayza, quien pertenece al mismo consultorio. Según el personal médico, el pesquisaje y la consulta son los dos mecanismos fundamentales para detectar posibles indicios de la influenza en los grupos más vulnerables. Sin embargo la acción fundamental se encuentra en la prevención.

«La divulgación ha ayudado —dice Byron Gil Casas, interno del Contingente Mario Muñoz Monroy y que presta servicios en el Consultorio 41—. También la explicación se hace en la misma cuadra. Aquí nos apoyamos en los presidentes de los CDR y delegados de circunscripción para elegir a los promotores de salud en las cuadras. Gracias a ellos, también la actitud ha cambiado. Antes se demoraban más. Pero ahora, apenas comienzan los síntomas los vecinos aparecen en la consulta. Ya es casi una norma, por suerte para todos».

En el hospital

Durante el embarazo, el organismo de la futura mamá concentra todos sus recursos en la formación de una vida. Por esa razón muchos de sus parámetros vitales se alteran y se debilita el sistema inmunológico, lo cual las convierte en muy vulnerables ante cualquier dolencia.

«En un individuo sano, cualquier influenza provoca una inmunodepresión que le abre las puertas al alojamiento de cualquier bacteria en el organismo. Imaginemos entonces cómo es en el caso de las embarazadas, con sus defensas ya de por sí bajas. Por eso los ingresos ante cualquier sospecha o señales de un simple catarro», explica la doctora Licebth Martínez Liva, al frente del PAMI en el Hospital Docente Provincial Antonio Luaces Iraola.

Las complicaciones con el A (H1N1) surgen cuando este virus propicia con el tiempo la aparición de otros gérmenes que provocan una infección bacteriana en los pulmones, la cual puede acabar con la vida del paciente de no atenderse con rapidez. En las gestantes la actividad de estos microorganismos es más rápida.

De ahí la importancia del pesquisaje, cuya cadena culmina en el hospital. En el Luaces Iraola se habilitó con 60 camas la Sala de Quemados —remodelada recientemente— para recibir a las mujeres en estado de gestación, remitidas por el sistema de atención primaria. Hoy en ese recinto solo hay dos ingresos.

En uno de los locales se encuentra la doctora Midiala Guerra Pimienta, quien cubre el turno de 8:00 a.m. a 4:00 p.m. Ella, junto al equipo de enfermeros y los doctores Rogelio Sánchez Mayola, William Reyes y Mayelín Ibarra, conforma el equipo que atiende a las embarazadas. Al igual que el personal de guardia, del rostro solo se le divisan los ojos. Lo demás lo cubre el nasobuco o «tapabocas», como popularmente se conoce.

«Es como una regla —asegura la doctora Midiala—: las que llegaban con 24 o 48 horas de habérseles presentado los síntomas rebasaban con mucha rapidez. Algunas madres dieron a luz ingresadas aquí, y ella y el niño se mantuvieron bajo tratamiento».

Una de las situaciones más complicadas ocurrió con una gestante que ingresó con falta de aire. Todo indicaba una simple alergia, cuando de pronto aparecieron síntomas más preocupantes. Las pruebas confirmaron el pronóstico: era el A (H1N1).

La doctora Midiala avanza por los pasillos. Mientras camina, explica: «Todas ingresan con el temor de tener el virus, pero no todos los casos dan positivo. Aunque sí pueden presentar complicaciones en caso de tener enfermedades colaterales y no atenderse a tiempo».

Entra a una sala donde hay dos embarazadas. Son Mileydis Morales González y Nayara García Ricardo, las únicas ingresadas al ocurrir la visita de JR. La galeno se acerca a una de ellas. Le coloca el dispositivo para tomarle la presión arterial y desde la cama se percibe la mirada de preocupación de la paciente. Antes se encontraba distendida y ahora los ojos se mueven inquietos. Inconscientemente empieza a acariciarse el vientre. Cuando terminan, la voz se le oye ansiosa: «¿Estoy bien?». Los ojos de Midiala sonríen: «120 con 80». Termina de retirarle el equipo y le dice, quizá también con alivio: «Estás entera».

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