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¿La ignorancia perpetua?

El mundo recuerda este miércoles el Día Mundial de la Alfabetización con la existencia de millones de iletrados. Pese a ello, un método como el cubano Yo, sí puedo, aplicado en más de 30 países, demuestra que con voluntad política se puede eliminar ese flagelo

Autor:

Margarita Barrios

Recuerdo perfectamente a Doris, aquella brasileña que, en el Encuentro Internacional Pedagogía 1997, trajo una ponencia sobre el trabajo que realizaba en su país, alfabetizando muchachos en los barrios pobres.

«Yo fui analfabeta hasta los 20 años», me confesó entonces, y sus grandes ojos azules se llenaron de lágrimas. «Por eso no puedo dejar de ayudar, porque yo sé bien que aprender a leer y escribir es empezar a vivir de verdad».

Una buena parte de los cubanos de hoy solo conocemos el analfabetismo por referencia. Mi madre contaba que abuela se sentaba en las tardes, en el portal de su casa en Marianao, allá por los años 40, y enseñaba a leer utilizando revistas Bohemia o Vanidades a los muchachitos del barrio, que venían cansados de trabajar, pues eran limpiabotas, vendedores de periódicos, mensajeros.

Ella les brindaba un dulce casero mientras les enseñaba las letras. Así aprendían a leer y a escribir, y por lo menos aprendían a poner su nombre sobre el papel.

Y es que en Cuba, antes de 1959, una buena parte de la población era analfabeta total o funcional, había más de 10 000 aulas sin maestros y, paradójicamente, miles de docentes estaban desempleados, mientras la Educación Superior era un sueño inalcanzable para la mayoría.

No por gusto una de las propuestas del Programa del Moncada, nacido de los ideales de la Generación del Centenario lidereada por Fidel, se refiere a la educación, y una de las primeras acciones del Gobierno Revolucionario triunfante fue, la realización de la Campaña de Alfabetización.

A pesar de la agresión mercenaria por Playa Girón, en abril de 1961, miles de jóvenes se mantuvieron en los campos y ciudades llevando la luz de la enseñanza, y Cuba fue declarada Territorio Libre de Analfabetismo el 22 de diciembre del propio año.

Es bueno recordar hoy esos pasajes de nuestra historia, cuando el derecho a estudiar es para los cubanos tan normal como respirar. Sin embargo, esa realidad no es igual para todos en el orbe.

Alfabetizar al mundo

Este 8 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Alfabetización, declarado por la ONU y la UNESCO desde 1967 con el objetivo de despertar la conciencia de la comunidad internacional y llegar a un compromiso mundial en materia de educación y desarrollo. Sin embargo, a pesar de los años transcurridos, el analfabetismo aún somete a millones de hombres y mujeres a la ignorancia.

Cuba ha dado su contribución para librar al mundo de ese flagelo. Por sugerencia del Comandante en Jefe Fidel Castro, en 2001 se empezó a trabajar en una cartilla bien pequeña, que combinara números y letras para enseñar a leer y escribir con métodos audiovisuales como la televisión.

Por ese entonces, la Doctora en Ciencias Pedagógicas Leonela Relys Díaz prestaba su colaboración internacionalista en Haití, donde cumplió la encomienda inicial del líder de la Revolución.

Esa camagüeyana, quien participó siendo casi una niña en la Campaña de Alfabetización en Cuba, devino así la autora del Yo, sí puedo, aplicado por primera vez en Venezuela, en 2003, país que ya fue declarado Territorio Libre de Analfabetismo.

El ofrecimiento altruista de Cuba a la UNESCO, para contribuir a reducir el número de analfabetos en el orbe, ha permitido reducir la tasa de analfabetismo. Entre el 2002 y el 2009, aprendieron a leer y escribir con ese método cerca de 3,5 millones de personas en más de 30 países, pero aún quedan millones que no conocen las letras.

Al preguntarle en entrevista a JR a José Juan Ortiz, representante en nuestro país del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), por qué perdura el analfabetismo en el mundo si existe un modo fácil y económico de enseñar a todos, respondió sin dudar: «Lo que hace falta es voluntad política. El ejemplo lo vemos en Cuba, un país pobre, bloqueado, y cuánto ha hecho por la educación de sus hijos y por la de otros pueblos».

Por eso hoy no será un día de regocijo. Será un día para que cada cual piense cuánto le falta por hacer y cuánto puede aportar para eliminar para siempre el analfabetismo.

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