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Quién gana la partida en los campos cubanos

Gracias al Decreto-Ley 259, la cifra de jóvenes en las estructuras campesinas supera los 23 000, sostuvo Orlando Lugo Fonte, presidente de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, al abordar los desafíos de su organización

Autor:

Dora Pérez Sáez

Entre lidiar con los terrones que se resisten a ser pulverizados por el arado, bajo un sol imponente, y la comodidad de una oficina refrigerada, no es difícil saber cuál gana la partida. En nuestro pasado reciente, muchos abandonaron el campo sin pensarlo mucho, y este respondió regateándole el alimento a aquel que se asentó en la urbe.

Hoy, sin embargo, las botas regresan a los surcos. Al amparo del Decreto-Ley 259, que autoriza la entrega de tierras en usufructo, surge una hornada de pequeños agricultores, sangre nueva en las arterias de una organización que arriba este martes a su medio siglo de vida.

Orlando Lugo Fonte, presidente de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños desde hace 23 años, reconoce que el rejuvenecimiento de la fuerza laboral agrícola todavía no es una batalla ganada.

«No es fácil lograr que nuestra juventud, reconoció Lugo Fonte, que tenía otras inclinaciones en sus estudios, se decida de la noche a la mañana por el sector agropecuario. No obstante, gracias al 259 hoy podemos exhibir la cifra de más de 23 000 jóvenes asociados a nuestras cooperativas de crédito y servicios (CCS) y de producción agropecuaria (CPA)».

—¿Qué otras medidas se toman para asegurar el relevo de aquellos que ya son mayores?

—Estamos trabajando mucho con el Ministerio de Educación. Se están abriendo nuevos tecnológicos agropecuarios. En estos momentos tenemos más de 10 000 jóvenes hijos de campesinos y cooperativistas matriculados en dichos centros, en carreras como Veterinaria, Agronomía, Mecanización…

«Es un trabajo con vistas al futuro. De conjunto con la Organización de Pioneros, en todas las escuelitas rurales se han creado círculos de interés, para ir inclinando a los niños hacia esas especialidades.

«Además, como se está incentivando la aplicación de la inseminación artificial, fundamentalmente en la ganadería vacuna y caprina, se captan jóvenes para que sean inseminadores.

«Hoy también son más alentadores los precios de compra a los productos agrícolas. Se incrementaron los precios del café, de la caña, del cacao, de los frijoles. Eso se hizo no solo para estimular la producción, sino para incrementar el nivel de vida de la gente que trabaja en el campo, que por demás es una labor muy dura, muy difícil».

—De las más de 130 000 personas que han recibido tierras, 71 000 son nuevos usufructuarios. ¿Cómo ha sido su ingreso a la organización?

—Lo primero es presentarlo a la cooperativa como socio, y allí se acuerda qué apoyo va a recibir, tanto logístico como de conocimientos.

«Ellos tienen prioridad en cuanto a los insumos que se ofertan por parte de los ministerios de la Agricultura y Azúcar. Eso no quiere decir que no haya carencia de recursos para trabajar; la hay tanto para ellos como para los antiguos campesinos».

—El Decreto-Ley 259 plantea que la persona recibe la tierra en usufructo por diez años, que se pueden renovar. ¿No considera usted que este término es un freno al propósito del país de que el hombre permanezca en la tierra?

—Mi opinión es que sí; es un límite y una contradicción. Hoy se estudia la modificación del Decreto-Ley. Si me preguntaran, yo dijera que el usufructo debe ser permanente, porque además, la misma norma establece que el Estado, cuando lo decida, tiene todo el derecho de rescindir ese contrato. La tierra sigue siendo propiedad del Estado, no del campesino.

«Otro aspecto que a mi entender debe modificarse es el de la imposibilidad de heredar el usufructo. Opino que si hay una persona que está en el campo con su familia, hace su vida y muere, sus hijos deben tener el derecho de heredar ese usufructo».

—¿Se ha resuelto el problema de los impagos a los campesinos?

—Eso se ha ido ordenando bastante bien; se han creado mecanismos para evitar que ocurran impagos. Hay un chequeo constante; mensualmente se realizan reuniones de conciliación a nivel municipal, provincial y nacional. Aunque no hemos logrado eliminarlos de manera total, no son un problema.

—Un aspecto particularmente sensible es el de la construcción de viviendas…

—En eso hemos tenido muchas dificultades. La llegada del período especial afectó mucho la construcción de casas, además de los daños causados por los últimos huracanes.

«Esta situación se ha agudizado con el Decreto-Ley 259, pues lógicamente son más personas que han ido hacia el campo, donde están haciendo sus fincas, tienen animales, recursos, producción… Sin embargo, no viven allí, como sería lo ideal, y hay una gran preocupación de ellos en ese sentido.

«En el recién culminado VI Congreso del Partido se aprobó un lineamiento que establece como política la de priorizar la construcción de viviendas en la zona rural.

«Pienso que la idea será permitir que los campesinos se construyan su casa, y darles facilidades para que adquieran los recursos —no subsidiados—. Ya se tomó la decisión de otorgarles créditos a través del banco.

«La situación existe, hay quejas de los campesinos, viejos y nuevos, pero hay que comprender; todavía hay muchos damnificados de huracanes que no tienen vivienda».

—Usted mencionó el tema de los créditos bancarios. ¿Cómo se comporta el acceso del sector campesino a estos préstamos?

—Esa posibilidad se debe ir desarrollando con el tiempo. Hasta el día de hoy, se les han otorgado créditos a más de 10 000 campesinos, fundamentalmente para la compra de insumos que se venden en las tiendas del Ministerio de Comercio Interior en todos los municipios, lo que hemos denominado Programa Campesino, mediante el cual se ofertan limas, hachas, guatacas, machetes… a precios no subsidiados.

«Igualmente se han otorgado préstamos para la compra de maquinarias: arados, sistemas de riego, turbinas…

«En el último congreso campesino se acordó que las cooperativas que poseen financiamiento pueden servir de codeudoras».

—En relación con estas tiendas, ha habido quejas en cuanto a su abastecimiento, calidad y precio de los productos. ¿Qué situación presentan?

—Es cierto que ha habido problemas con la calidad y el abastecimiento. En esto hay que desterrar la idea de abarcar mucho; es mejor hacer menos, pero con calidad. Pero es un programa joven, que no está consolidado. Por otra parte, hay artículos que se fabrican en Cuba y otros que se importan.

«En cuanto a los precios hay muchas quejas, e incluso existen productos que los campesinos no compran. Eso se está analizando con el Ministerio de Economía y Planificación y con el de Finanzas y Precios, buscando un elemento que compatibilice lo que cuesta al país producirlo, lo que gana el campesino y lo que a este le costó producir esa ganancia».

—En los últimos años se ha subido el precio de compra a algunos productos agrícolas. ¿Lleva esto indefectiblemente a un aumento de la producción?

—Así es. El precio de la caña se aumentó, y hay cooperativas que han incrementado su producción en más de diez toneladas por hectárea.

«Otro ejemplo es el del café. Las cooperativas y los campesinos no tenían quien les recogiera el grano, porque como la lata valía tan poco, ellos podían pagar muy poco a los recolectores.

«Al incrementarse el precio de compra, ellos hicieron lo mismo, y este año más del 70 por ciento de los productores recogió el café con sus propias fuerzas o con gente del consejo popular. Ya no tiene el Estado que seguir subiendo a las montañas a estudiantes ni a obreros de otros sectores.

«Recientemente también se le subió el precio al cacao. Se está estudiando el precio de la miel de abeja. Es una producción muy noble que ha incrementado sus precios en el mercado mundial, y nos conviene estimular a los productores».

—¿El aumento del precio de compra a los productos del campesino no trae a su vez el riesgo de que si produciendo lo mismo gana más, se acomode y de hecho comience a producir menos?

—Nada es color de rosa, se nos han dado casos. Hay alrededor de 400 000 campesinos asociados a la ANAP y cada uno piensa de forma diferente. No cabe duda de que también hay actitudes que no son consecuentes. Y para enfrentarlas, la ANAP entra a desempeñar el rol político que nos corresponde.

—La comercialización de los productos agrícolas sigue siendo un problema sin resolver. ¿Cuál es la posición de los campesinos al respecto?

—Pienso que la comercialización hay que desagregarla mucho. Si en Cuba existen una producción privada y diversificada, no puedes tener una comercialización monopolizada. Tenemos que buscar muchas formas de compraventa.

«Si me preguntaran, diría que tiene que ser directa. Si una cooperativa quiere vender productos y quiere tener un punto de venta, que lo tenga. Si un hotel quiere comprarle un producto a una cooperativa, ¿por qué no lo puede hacer? ¿Por qué hay que hacerlo obligatoriamente a través de una empresa?

«Tenemos que seguir insistiendo en la comercialización directa de los productores hacia la red minorista. Existen provincias donde hay algunas experiencias. Sé que se está estudiando, pero es cierto, es un tema aún sin resolver».

—Existe el criterio en la población de que aunque se entregan tierras, se sube el precio de compra a los productos agrícolas y se aplican otras medidas, la producción agrícola no acaba de despegar. ¿Por qué sucede esto?

—Una causa es que hasta hace muy poco tiempo en Cuba existían muchas tierras ociosas, más de dos millones de hectáreas sin producir nada.

«Lo otro es que tampoco contamos con insumos para hacer producir esas tierras en toda su magnitud. El año pasado, por ejemplo, no les dimos nada a los productores. Y la producción de muchos artículos descendió. «También se han cometido errores a lo largo de estos años, que hoy se pretende enmendar, pero eso no puede ser de un día para otro.

Hay quien dice, por ejemplo: “Si el país gasta anualmente millones de dólares en importar alimentos, ¿por qué no se destina ese dinero a arreglar la agricultura?”. «Pero es que no podemos dejar de importar de un día para otro y dejar al pueblo sin comida para invertir a gran escala, aunque esas inversiones a la larga den resultados. Es como el cuento del huevo y la gallina.

«Pienso que lo que se está haciendo, invertir en aquellas producciones que sustituyan importaciones —como el frijol— y en las que puedan exportarse —como la miel—, es lo correcto».

—A 50 años de fundada la ANAP, ¿responde a los intereses del campesinado actual?

—La ANAP surgió dos años después de firmada la Ley de Reforma Agraria, que le entregó la tierra a sus verdaderos dueños. En aquel momento nuestro objetivo era organizarlos, enseñarlos a ser campesinos dueños. Hay una diferencia entre el campesino dueño y el que no lo es.

«Surgieron primero las asociaciones campesinas, organizaciones muy simples que dieron paso a las CCS. Luego, después de nuestro V Congreso, surgieron las CPA, y más tarde las CCS fortalecidas. Hoy contamos con casi 400 000 cooperativistas agrupados en 3 555 organizaciones de base.

«El reto actual de la ANAP es concentrarnos en el trabajo político con los campesinos. Porque algunas veces tenemos que inmiscuirnos en otras tareas, por la ineficiencia de algunos. Eso tendrá que cambiar. Si como dijo Raúl, cada cual debe ir haciendo lo que le toca, la ANAP también tiene que hacer lo que le toca».

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