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Centinelas del sueño de Cuba

Mientras los cubanos duermen los cansancios de su trabajo cotidiano, las costas de esta tierra son resguardadas contra los recalos de droga o cualquier otra ilegalidad. Poderosas barreras de hombres y mujeres buenos cuidan el descanso familiar

Autor:

Nyliam Vázquez García

Se inicia el recorrido. En el Oriente de este archipiélago una estela blanca en el mar no es precisamente una visión hermosa. Aquello que podría ser inspiración para poetas o deleite de pupilas no entrenadas, para los combatientes de las tropas guardafronteras, encargados de custodiar las fronteras marítimas de la nación, constituye un motivo de alarma. Podría ser el rastro de una lancha rápida y, con ella, la posibilidad de una acción contra nuestro país o el recalo de droga en territorio nacional. Entonces no hay tiempo que perder.

No importa de dónde provenga la alerta. Cuando hay certeza de droga en nuestros mares o alguna posibilidad de que esta haya podido llegar a tierra se activan todos los puestos de las tropas guardafronteras de las provincias afectadas y, de ser necesario, comienza la Operación Barrera para esa zona.

El objetivo es que esa droga, que es trasladada por el mar Caribe y cuyo destino final es el mercado estadounidense, no penetre en nuestro país. Para ello, esos hombres a veces de verde, a veces de civil, el pueblo mismo, dejarán la piel, lo mismo en alta mar que en tierra firme, para proteger nuestras costas. Se trata de que no caiga en manos de inescrupulosos que intenten comerciarla en nuestras calles para fomentar un vicio absolutamente dañino y de mucho riesgo para la seguridad del país. También, con nuestro actuar evitamos que esa droga pueda ser comercializada en otros países.

Solo en el 2011, un año que registró el mayor número de recalos en la última década, fueron aseguradas poco más de nueve toneladas de droga en todo el país por las Tropas Guardafronteras y otras fuerzas, como integrantes del Sistema Ministerial. Para Cuba, por su situación geográfica, el enfrentamiento al narcotráfico internacional es una prioridad.

No hay absolutamente nada improvisado en este frente en el plano institucional y tampoco para la población costera, que recibe preparación, organización y orientación constante. Cada quien sabe qué hacer, desde los altos mandos hasta el joven que cumple el servicio militar en las Tropas Guardafronteras.

«En este tipo de tarea no hay territorialidad. Es un trabajo conjunto a nivel ministerial», explicó a JR el teniente coronel Vidal Marrero González, del Destacamento TGF Oriente Sur, ubicado en Santiago de Cuba.

Se trata ciertamente de una labor anónima, expuesta a no pocas dosis de peligrosidad. Un trabajo que se realiza a diario mientras la mayoría de los cubanos descansa sus jornadas sin reparar en ciertos detalles que contribuyen a su tranquilidad.

Punta de Maisí: No hay descanso

A unos kilómetros de Maisí, que a su vez se ubica a 147 de Guantánamo, un puesto de Guardafronteras se ocupa de velar por la protección de la frontera marítima, por que no entre la droga, que no se produzcan salidas ilegales del país, ni se cometan otras violaciones. Según explica el capitán Ermide Matos Columbié, es un enclave diseñado para la exploración visual y radiotécnica, que además tiene bajo su tutela a jóvenes de entre 19 y 20 años, quienes cumplen su servicio militar.

Bajo su responsabilidad tiene 49 kilómetros de costas y allí no se puede mover nada que ellos no sepan, para lo cual cuentan con la valiosa ayuda de los lugareños integrantes del destacamento Mirando al mar.

El paisaje es hermoso: el azul marino, el rumor de las olas rompiendo sobre las piedras, el faro de la Punta que cada cinco segundos alerta a los barcos que cruzan el Paso de los Vientos, las pequeñas embarcaciones amarradas a la orilla, el silencio en el cementerio casi tocado por el agua, la poderosa vegetación marina, ese horizonte que se asume quieto, imperturbable… pero, no es siempre así.

Según cuenta el capitán, este 2011 recién concluido fueron avistadas unas 43 lanchas rápidas, claro, precisa, no todas vinculadas al narcotráfico internacional, y fueron asegurados en ese puesto fronterizo cerca de 1 300 kilogramos de marihuana.

No es que las lanchas rápidas entren a nuestras aguas jurisdiccionales como parte de su travesía. No están locos los traficantes, sino que, como explica el capitán Matos, a veces las lanchas son hostigadas por las autoridades de sus países o de EE.UU., y entonces se arriesgan y entran. Luego, para aligerar la carga e intentar escapar más fácilmente, tiran los paquetes de drogas al mar.

Los bultos flotando podrían penetrar por cualquier punto del archipiélago cubano, en dependencia de las corrientes de aire, mareas y otras variables hidro-meteorológicas. Luego del aviso se activan los equipos y se inician los recorridos costeros realizados por soldados, de manera que si hallan algo, unos preservan el lugar y otros realizan una revisión en un radio preestablecido y luego avisan a su jefatura.

Pero los soldados guardafronteras tienen nombre y apellidos y su juventud sobrecoge.

Osvanier Frómeta Pérez tiene 21 años y es de Baracoa. Sin embargo, su misión está en Punta de Maisí, porque luego de pasar el servicio militar, decidió que ser guardafronteras sería su profesión. Es él quien le cuenta a JR las interioridades de la cotidianidad allí, donde, según se mire, empieza o termina la tierra más hermosa.

«El jefe del puesto fronterizo todos los días escribe en el libro único los servicios operativos que va a designar para la costa. Los horarios están determinados por la información que tenga sobre la situación operativa», explica el muchacho, quien aclara que lo mismo puede ser el recorrido a las cuatro de la madrugada que a las 12 del mediodía.

«Cualquier bulto sospechoso hace que se ponga en práctica la orden que estipula la guarda y custodia del paquete hasta que lleguen otras fuerzas para seguir un proceso hasta la incineración de la droga», apunta quien pretende —según confesó— jubilarse en ese trabajo. Aunque todavía falta.

Por su parte, tanto Ángel Luis Matos con sus 18 años, como Andrés Pérez Terrero con 19, dijeron sentirse orgullosos de cumplir el servicio militar en este puesto de guardafronteras y no dejaron de reconocer la alta responsabilidad que tienen.
«Es nuestro deber velar el sueño de los cubanos y deben estar seguros de que nos pueden tener confianza», afirma Pérez Terrero.

Dentro del grupo está el veinteañero Edioeldis Alba Acosta, quien tuvo la experiencia de encontrar un recalo durante un recorrido. Cuando lo recuerda piensa en el nerviosismo de los primeros instantes y en cómo se esforzó por cumplir cada uno de los pasos establecidos para estos casos. Finalmente rememora el orgullo de sus padres.

437 kilómetros

En el Destacamento TGF Oriente Sur, con su puesto de mando en Santiago de Cuba, se aseguraron unas dos toneladas de drogas en el 2011. Las fuerzas del MININT encargadas lograron hacerlo en alta mar, lo cual reduce la posibilidad de algún escape, en vista de que los bultos nunca tocaron tierra. Las maniobras en este caso son más riesgosas, sobre todo cuando el mar no está precisamente en calma.

Es en la lancha patrullera mediana LPM-506 donde se escucha mejor la historia que parece sacada de un libro de aventuras. Su comandante, el primer teniente Alberto Zamora Tamayo, cuenta lo que ocurrió a inicios de junio de 2011. Pareciera que lo vuelve a vivir, y el nivel de detalles y la seguridad de sus palabras no dejan dudas de que estos 12 años ligado a los barcos guardacostas, aunque solo tiene 30, lo hacen una voz autorizada.

Pero a la LPM-506 no le basta Zamora, depende también del capitán Abelardo Rosales Mustelier, de 36 años y jefe de máquinas con 15 años de labor. Estos dos hombres hacen un equipo desde 2006 y en el diálogo se nota ese necesario trabajo de conjunto.

Según cuentan, luego de que una misión de exploración detectara la posibilidad de droga en alta mar fue decretada la Operación Barrera. Solo el 3 de junio, y mientras cubrían la travesía desde Sigua hasta Justisí, a una distancia de cinco millas, detectaron 12 sacos que contenían droga.

No fue fácil, porque el mar estaba picado, pero cada quien hizo de todo para cumplir la misión. Sobre todo los marineros, otra vez muchachos que cumplen el servicio militar y reciben una completa preparación.

A Zamora se le ilumina el rostro cuando recuerda que el primer día lograron rescatar el 50 por ciento de los bultos dispersos. Del 3 al 5 de junio solo la LPM-506 rescató 18 sacos, más de 500 kilogramos, según se supo luego.

Por su parte, el buque guardacostas BGC-015 que cubrió dentro de la operación el tramo de Santiago hasta Hatibonico, según su capitán Alexis Alcántara, aseguró cerca de 1 100 kilogramos de marihuana distribuidos en 14 sacos, 38 pacas y 11 paquetes.

Solo Yorlen Arencibia, quien como recluta lleva poco más de un año en el 015, avistó cinco paquetes. Él, artillero de proa, con 20 años, gracias a su privilegiada posición en el barco fue de gran ayuda durante la operación.

En total, el Destacamento TGF Oriente Sur, que custodia un largo tramo de costa, aseguró más de 1 800 kilogramos de droga.

De norte a sur y viceversa

Otra escala del recorrido por el Oriente constata nuevamente lo intenso que fue el 2011 en materia de enfrentamiento al narcotráfico internacional. El Destacamento TGF Oriente Norte, velador de las costas de Holguín y Las Tunas, con su puesto de mando en Holguín, tampoco tuvo mucho descanso. Según se nos explicó en la Jefatura de este Destacamento de las TGF, en el ciclo concluido se avistaron una mayor cantidad de lanchas rápidas por el norte, lo cual no suele ser habitual. Se registraron 205 hechos de recalo y en más de 40 ocasiones la población costera encontró y entregó drogas a las autoridades.

Como en los casos anteriores, la vigilancia aérea, naval y terrestre desempeñó un papel fundamental, también el apoyo del subsistema de exploración naval, que incluye pescadores, buques mercantes y empresas de turismo que si detectan alguna anomalía enseguida la reportan.

En total, el Destacamento TGF Oriente Norte aseguró alrededor de una tonelada y media de droga. Solo en Gibara tuvieron lugar 50 recalos. Fueron asegurados, por el puesto fronterizo ubicado allí, que cubre desde Caletones hasta Punta Piedra, 106 paquetes de marihuana, unos 700 kg.

La Operación Barrera en cada una de sus fases, con sus medidas aéreas, navales, terrestres y las de profundidad, para si acaso algún paquete burló el cerco, presupone que el mecanismo funcione con precisión absoluta.

La agudeza de los sentidos debe ser máxima, porque tenemos algunos maleantes. Dimas Correa García, con 64 años de edad, jubilado del puesto de guardafronteras de Caletones, conoce muy bien el modus operandi de quienes intentan traspasar las barreras. Asegura este miembro del Destacamento Mirando al mar de Gibara que algunos montan conucos a lo largo de la costa para hacerse pasar por campesinos, cuando en realidad están esperando algún recalo. Luego de 25 años como oficial de inteligencia y auxiliar de guardafronteras desde que en 1994 se jubiló, Dimas confirma que a pesar de sus estrategias, los delincuentes caen muy fácilmente, sobre todo porque son muy pocos ante un pueblo entero vigilante.

El recorrido termina. La certeza es una: mientras el médico practica una operación, el joven va camino al politécnico, el niño juega despreocupadamente en su círculo infantil, el carro de comunales limpia la ciudad, el campesino quita un poco de marabú, mientras las horas pasan… hombres y mujeres con uniforme y sin él están movilizados.

Enfrentados a largas jornadas de búsqueda de esos sacos, pacas o paquetes de droga lanzados al mar, o en otras misiones que igualmente contribuyen a la seguridad de esta tierra; a merced de los mosquitos, el sol, el frío de las madrugadas en la costa, en días y noches de seguro más largos, ellos son la muralla más eficaz.

Principales acciones contra el narcotráfico

•Exploración y vigilancia permanente.

•Identificación, persecución y captura de lanchas rápidas del narcotráfico internacional.

•Revisión permanente del litoral costero.

•Sondeos de yates y buques mercantes extranjeros.

•Organización y orientación de la población costera: Destacamentos Mirando al mar y otros colaboradores.

•Relaciones con instituciones de otros países, especializadas en el enfrentamiento al narcotráfico.

Maestro y «raspacostas»

David Tomás Morales Martínez es maestro en el poblado costero de Caletones, en Holguín. El mar, junto a la pizarra, las tizas y los niños conforma sus esencias. Le sabe un mundo a sus pasiones. En el pueblo todos lo conocen, porque el maestro David ha educado desde hace casi cuatro décadas a una buena parte de los hijos de quienes allí viven.

Aunque hace unos diez años se mudó para Gibara, Caletones sigue siendo el lugar del que no puede despegarse. Con 56 años, David enseña en la escuela martiana Juan Pedro Carbó Serviá. Se queda toda la semana para que los niños aprendan y solo el fin de semana se va con los suyos a Gibara. Como hombre de mar sabe que las olas muchas veces dejan más que musgo, cadáveres de corales o conchas vacías. De ello también está pendiente, porque de esa vigilancia constante depende el futuro de esos pequeños que en el aula descubren un mundo de saberes.

No por gusto David es desde 1971 colaborador de las tropas guardafronteras. Entre risas cuenta cómo un compañero les decía a otros colaboradores y a él «raspacostas», porque mientras hacían sus guardias y recorridos iban recogiendo a su paso todo lo que les parecía útil.

Este 2011 asumió una misión para la que estaba de sobra preparado, pero que ciertamente lo sorprendió ese día.

Caminaba por la playa como es su costumbre. Mientras «raspaba la costa» y se hacía de un galón plástico olvidado, un pedazo de madera, un pedazo de soga… vio un paquete que le pareció un cojín de barco. «¡Caramba!, se dijo, esto me puede servir. Voy a seguir caminando y después lo recojo». Así lo hizo y unos 500 metros más adelante se encontró una maleta entre las rocas —de esas con rueditas, aclara—. Entonces frunció el ceño: «Concho, ¡una maleta!, esto debe ser de un barco que se le cayó».

La maleta tenía abierto un pedacito y dentro traía unos paqueticos, que a él le parecieron boyas de las que usan los pescadores para tirar las redes. Pero cuando miró más adelante vio tres paqueticos más y uno venía roto. Era yerba y entonces lo comprendió todo.

«Ah, pero ahora sí que esto no son boyas, esto es otra cosa», recuerda que se dijo. Luego de preservar el lugar salió a avisar. Por suerte, cuando salió pasaba un compañero de guardafronteras en una moto. Le dijo y él volvió al lugar a cuidar lo encontrado. Enseguida llegaron las autoridades competentes para recoger el recalo.

La maleta tenía 16 paqueticos. ¡Estaba llena! De hecho, David fue de los compañeros que más droga encontró. Como buen colaborador recuerda que sus responsabilidades y compromisos con esta labor, que realiza voluntariamente, no se reducen al enfrentamiento al narcotráfico.  «¡Cuántas cosas suceden en la costa que no tienen que ver con droga!», explica.

Entonces vuelve el maestro, como si quisiera que el grupo de periodistas que lo acribilla a preguntas después del diálogo supiera lo que se debe hacer. Nos enseña: Hay que estar pendiente de cualquier cosa sospechosa y que pueda poner en peligro la seguridad del país, por ejemplo, unas huellas raras, una persona que se comporte extrañamente, el recalo de alguna lancha… Dice que los guardafronteras preparan conferencias, ponen videos y hay mucha más preparación, sin embargo, también afirma que los colaboradores necesitan más atención.

Después David, el maestro, hace silencio y es como si volviera al mar o al aula. Su mirada se pierde en el azul y, sin saberlo a ciencia cierta, nos ha salvado a todos. De muchas maneras la sonrisa de sus niños se hace más amplia. Tienen a un «raspacostas» delante. ¡Qué suerte!

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