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Centrarnos en las esencias más que en las formas

Con el valor de la responsabilidad nos estamos jugando el sostenimiento de nuestros ideales, de nuestra ideología y de lo que hemos construido como Revolución, asegura un joven pedagogo cubano, para quien esa cualidad, sobre la cual realizó su tesis de Doctorado, es eje esencial de todo lo demás

Autor:

Alina Perera Robbio

Desde temprano en su vida, Henrry Torres Saez se sintió atraído por el estudio de la naturaleza humana. Múltiples caminos le condujeron siempre al mismo universo; y su elección, tan clara, le llevó a convertirse en Doctor en Ciencias Pedagógicas, Profesor Auxiliar, psicopedagogo de la Red de Escuelas Politécnicas, y miembro de la Cátedra de Ética y Educación en Valores de la Universidad de La Habana.

Este profesor, de 34 años de edad, del politécnico capitalino Julio Antonio Mella, decidió profundizar en el análisis del valor de la responsabilidad como eje de muchos otros buenos valores. Sobre asunto tan cardinal para la sociedad cubana hizo su Doctorado; y hay que decir, en honor a la justicia, que su desvelo rebasa lo teórico y coyuntural para ser parte consustancial de su labor pedagógica. Henrry es un convencido de que, donde no haya mujeres y hombres responsables, tampoco habrá una sociedad capaz de encarar las complejas circunstancias del mundo actual.

—¿Cuándo decidiste abordar el tema de la responsabilidad?

—En los estudios que solía realizar como pedagogo siempre me interesaron los temas relacionados con la ética y la axiología moral (rama de la Filosofía que se encarga de estudiar los valores). También me atraía el estudio por la Historia, universo donde se potencian todos esos elementos de la moralidad que solían llamarme la atención desde pequeño.

«Ya en la Universidad me incliné por mundos como el de la Filosofía y la Psicología, de tal manera que habiendo estudiado una carrera técnica —Licenciatura en Educación para la especialidad de Veterinaria—, comencé en cuarto año como alumno ayudante de Psicología Educativa, lo cual me llevó a insertarme en proyectos de investigación.

«Me gradué como licenciado en Educación investigando sobre axiología moral, sobre ética. Y pasado un tiempo, inmerso en la perspectiva de los valores morales, me fui inclinando por el tema alusivo a la responsabilidad; me fui percatando de modo empírico, sin profundizar mucho en la teoría, de que la responsabilidad operaba como una suerte de hilo conductor, de que no se puede ser responsable si se es deshonesto, indisciplinado, impuntual…. A partir de ciertas precisiones conceptuales, avancé en el estudio».

—¿En qué año?

—En 2003. Y fui entendiendo, por ejemplo, que un ejercicio exagerado de la voluntad atenta contra el valor de la responsabilidad. Aprecié que existen ciertas contradicciones, nada simples, que deben ser atendidas: que si les ponemos demasiada voluntad a las cosas, más de la que llevan, eso tiende a distorsionar la esencia de la responsabilidad. Porque el telón de fondo de todo este asunto es un proceso muy lento y complejo: nada más y nada menos que relacionado con la formación del hombre. Fue algo que pude constatar trabajando incluso con jóvenes necesitados de una reincorporación a la sociedad.

—¿Con qué «grupo humano» trabajaste para hacer la investigación relativa al valor de la responsabilidad?

—Con estudiantes universitarios del curso para trabajadores. Se estaban formando como maestros. Serían unos 800, pero elegí dos grupos del primer año, cuya matrícula ascendía a 60 estudiantes. Los fui viendo en una dinámica de desarrollo desde el primero hasta el último año de sus carreras. Y fui analizando las complejidades que se daban en la educación, la formación y el desarrollo de esa generación que fue transitando por diferentes etapas.

«Una de las ideas derivadas del análisis y que planteo es que para educar en la responsabilidad debe haber un sistema de condiciones y un proceder metodológico de cómo ir insertando determinados valores, partiendo de una definición de lo que entendemos por responsabilidad».

—¿Cuál definición sería?

—Para mí se trata de una formación motivacional de la personalidad, que parte de la propia concepción del mundo que tenga el sujeto, y de la unidad que existe entre los aspectos motivacionales de la persona, y la voluntad. En esto de la responsabilidad el asunto va más allá de lo motivacional, de si algo gusta o no al individuo, porque hay un compromiso que va más allá de las elecciones personales.

—La voluntad está asociada a un sentido de la disciplina…

—Está asociada al sentido de la disciplina y a la capacidad que tenga una persona para cumplir con determinados asuntos más allá de las motivaciones que puedan tener para ella una significación especial.

—¿Qué fuiste develando en el camino de la investigación?

—Múltiples aristas, como el entramado de relaciones humanas que existe y gravita sobre la persona que se está formando en el valor de la responsabilidad. Es un contexto histórico que no debe ser ignorado, porque todo ser humano está insertado en la dinámica de familia, de centro de estudio o trabajo.

«Realicé la indagación de la cual estamos hablando desde el espacio docente, y puedo decirte que en la responsabilidad en condiciones de estudio entran a jugar muchos factores y variables, al punto de afirmar que la dinámica que existe detrás de todo esto nos supera. Se da un entramado humano que es francamente difícil de atrapar».

—¿Podrías hacer alguna valoración de cómo está el valor de la responsabilidad entre los más jóvenes?

—Para mí la falta de compromiso, la falta de voluntad por dar solución a determinados problemas de la vida es una suerte de bombillo rojo si hablamos de la responsabilidad que asumen ciertos jóvenes.

«Algunos tienden a la falta de compromiso, a la enajenación. Cuando te digo falta de compromiso es que están aislados de los problemas fundamentales que hoy tiene que enfrentar la sociedad, y eso es muy peligroso. ¿De quién es la responsabilidad de que se sostenga este mundo nuestro? Podemos abordar el problema desde la perspectiva ambiental, hasta lo más simple.

«Creo, sin embargo, que hay un atisbo, un elemento en el cual apoyarnos para fortalecer la responsabilidad, que es el tema de la motivación, de trabajar fuertemente o enfáticamente en la motivación de los jóvenes; pero para motivarlos tiene que ser con códigos del presente de ellos.

«Pienso que existe la voluntad del Estado y de los sectores que tienen la responsabilidad en la sociedad de contribuir a esto, pero me parece que a veces no hay toda la comprensión y preparación necesarias; eso, unido a excesos de voluntad, de creernos que lo podemos hacer todo y sin embargo no podemos hacer mucho si seguimos enfrentando el asunto de la manera en que lo estamos haciendo.

«Nos hacen mucho daño el voluntarismo, el encasillarle a todo una metodología, centrarnos demasiado en las formas y no en las esencias de las cosas. A veces todo esto se aleja más de lo humano, porque lo humano es más espontáneo, nunca lineal. No es que haya que ser informal todo el tiempo, sino que la formalidad debe tener otra estructuración.

«Pienso que en la creación, en lograr que nuestros jóvenes sean profundamente creativos, está el hecho de que se puedan desatar las motivaciones que van a comprometer a esos jóvenes con el futuro. Las motivaciones son puramente contextuales y, evidentemente, hay un hilo histórico del cual tampoco podemos prescindir.

«Pero ese hilo conductor, esa historia que es tan bonita (la historia cubana, incluso la historia universal), tenemos que traerla al presente desde otra perspectiva y con mirada original, fresca; no puede ser con los mismos resortes gastados o anquilosados de otros tiempos.

«Lo que pone a la responsabilidad en el centro es la propia necesidad histórica. Te puedo preguntar: durante el siglo XIX en Cuba, ¿qué era lo que más se potenciaba desde el punto de vista de la moralidad?

—El patriotismo…

—Todo lo que sucedía entonces, entre buenos cubanos, giraba en torno al patriotismo. Así es si nos ponemos a hilar a partir de leer a Varela, a Luz y Caballero o a Martí. Y podría asegurar que entonces ser patriota entrañaba ser muy responsable.

—¿Acaso el valor del patriotismo no sigue siendo cardinal en los días actuales de la nación cubana?

—Sí lo es. Y una de las maneras que tenemos de ser hoy patriotas y de cumplir con las tareas de la Patria es precisamente siendo responsables. Cuando se educa en condiciones de responsabilidad se crea un ser humano más sólido, más capaz, más centrado.

«No se puede hablar de responsabilidad si no hablamos de educación en valores, en condiciones de responsabilidad».

—Más de 20 años de desgaste en lo moral han erosionado el valor de la responsabilidad…

—No podemos obviar las condiciones actuales del mundo. No podemos olvidar en qué planeta vivimos; en su momento algunos abogaron incluso por el fin de la historia, por el vale todo. Y en medio de ese panorama debemos tener una clara concepción del modelo de hombre que nos interesa, del modelo de sociedad en que queremos vivir.

«Adentrándome en tu pregunta, si bien es cierto lo anterior, también hay que decir que nosotros hemos sufrido cierta recesión en cuanto al tratamiento que se le ha dado al fenómeno educativo: la familia, la escuela, la comunidad, constituyen espacios muy importantes para educar en responsabilidad, y en ellos se fue adoleciendo de cierto retraso en materia cultural para poder enfrentar la dinámica y el movimiento vertiginoso, acelerado, del desarrollo de la ciencia.

«Como que nos fuimos quedando atrás y hay una pedagogía tradicional que todavía está ahí, anquilosada. Las personas han asumido la pedagogía como una tecnología, como una fábrica de hacer chorizos, y reproducen constantemente todo lo que ven, pero les resulta difícil crear.

«Se han dado contradicciones entre libertad y responsabilidad, entre esta última y la voluntad, y entre reproducción y creación. Cuando hablo de responsabilidad y libertad me estoy ciñendo a eso que hablábamos de lo protagónico, de la unidad que debe existir entre la guía del maestro, o la guía de ese más capaz, y el educado, o el educando. ¿En qué medida se da más protagonismo sin que deje de existir una guía, sin que deje de existir una facilitación de la cultura, del aprendizaje mediado también por una motivación, por un compromiso que está en la base de todo lo que se hace?

«Ahí hay un principio básico: la unidad entre la guía del maestro y el protagonismo del alumno. Otro principio es el vínculo entre la actividad cooperada y la comunicación auténtica: ¿Cuánto no se ha maltratado el poder comunicarnos auténticamente? El mismo Raúl, en varias reuniones del Consejo de Ministros, ha dicho que tenemos que hablarnos a los ojos, decir las cosas como son; no es más que eso. ¿Y qué hemos estado educando en todos estos años? Hemos tenido ciertos vicios en el momento de decir lo que se piensa y cómo se dice, lo cual trajo como consecuencia que muchos no dijeran la verdad de las cosas, vicio que ha atentado contra el valor de la responsabilidad.

«Y en cuanto a la actividad cooperada, ese es un principio básico para formar a personas responsables. Nadie por sí solo logra algo. Cuando el trabajo es cooperado, cuando este se da sobre el ejercicio del diálogo, de la reflexión, se construye. Eso es básico para la sociedad que queremos.

«No debe existir aprendizaje humano sin cooperación. Los clásicos de la teoría pedagógica —al menos los que constituyen referentes para el estudio en Cuba— hablan mucho de la cooperación y de la ayuda del más capaz, y de cómo el desarrollo en el aprendizaje siempre se da a partir de la ayuda de los otros.

«La participación es otro elemento vital; cuando das la posibilidad a las personas de participar, acrecientas capacidad de diálogo y por supuesto implicación en la toma de decisiones.

«Otro elemento tiene que ver con el modo en que es visto el ser humano. El exceso de voluntad ha hecho que a veces lo hayamos querido ver como un dios. Queremos incluso apreciar desde la historia modelos de hombres que no se equivocaron, que no cometieron errores. Y ahí hay otra contradicción, porque desde que somos niños sufrimos tropiezos. Las personas tropezamos porque evidentemente en el ejercicio de conocer la realidad y de acercarse a esta nos tenemos que equivocar. La misma vivencia de la equivocación y del error te permite crecer, aprovechar una experiencia.

«Ahora estamos asumiendo otra visión de eso, porque existen la sanción, y una serie de cuestiones para corregir, y en muchos casos hemos hecho más uso de ellas que del trabajo profiláctico. Entonces fulano cometió el error pero, ¿quién controló sistemáticamente para que esa persona no llegara a cometer el error que cometió?

«Cuando alguien comete un error la gente no debe ver el error solo desde la persona. El error es también de todos los que estuvimos allí y permitimos que eso se diera y no fuimos capaces de alertar. La responsabilidad es compartida. Incluso en mi propia vivencia en determinado momento de mi vida como hombre he cometido errores que he lamentado, pero he enfrentado con valor. Y he sido finalmente honesto con los demás y conmigo mismo, pero ha sido una experiencia imborrable por el hecho de haber asumido las consecuencias de mis actos, y eso es una expresión de responsabilidad, que es la que puede diferenciarnos meridianamente como seres humanos de una máquina, un autómata o un ser que no existe.

«Esos son elementos que no hemos entendido del todo, y es preciso hablar y comprenderlos con profundidad; leer por ejemplo a José Martí, quien habló de tales temas y aseveró que “la medida de la responsabilidad está en lo extenso de la educación: y cuando se sea responsable de todo, todavía no se es responsable de haber na-cido hombre, y de obrar conforme a lo que aún existe de fiero y de terrible en nuestra naturaleza”.

«El estigma, el prejuicio, la prepotencia, atentan contra la posibilidad de formar a un ser humano en el valor de la responsabilidad».

—A partir de tu experiencia como profesor, de los diálogos que sostienes con el estudiantado, ¿podrías hacer el diagnóstico de cómo están esos jóvenes? ¿Ellos encuentran los caminos para ser responsables?

—Hay determinadas condiciones en la sociedad que entorpecen esos caminos. Por ejemplo, la creación y la posibilidad de poder participar en esa creación, de asumir ciertos roles, han tenido en contra el hecho de que, por ejemplo, en el plano familiar, a veces la tendencia es a que el niño o el joven no haga, porque nosotros hacemos por él y le damos todo lo que quiera. Tiene que hacer una tarea y estoy claro de que debe existir una guía, una ayuda, pero hay que irlo dejando solo en ese camino, que sea más independiente.

«El paternalismo hace jóvenes menos comprometidos, más dependientes de lo que otros puedan darles».

—Un día puede caerles el mundo encima a esos jóvenes…

—Les puede caer y de eso estamos hablando. Con la responsabilidad nos estamos jugando el sostenimiento de nuestros ideales, de nuestra ideología y de lo que hemos construido como Revolución, porque la Revolución es una construcción social, con un sentido positivo a pesar de ciertos errores cometidos, porque ha sido y está siendo hecha por seres humanos.

—Al menos hay premisas definidas en el propósito de educar a las personas en el valor de la responsabilidad…

—Hay un conjunto de elementos que vienen siendo como indicadores de que pudiéramos estar en presencia de una educación en condiciones de responsabilidad a todos los niveles. Son muy importantes la cooperación, la creación, el espíritu crítico, la autenticidad y la flexibilidad.

«Hay que ser rigurosos en el sentido de la educación que proporcionaremos a nuestros hijos, o a nuestros alumnos; pensar que el dolor no debe estar en el maltrato o en el castigo, sino nacer de la incertidumbre que el mismo aprendizaje entraña, de la complejidad que tenga un problema para ser resuelto.

«La educación es sacar de adentro, aunque nosotros la vemos como una influencia externa. Y sí, se ejerce influencia desde afuera, pero para que el alumno o el hijo encuentren en sí la solución de un problema.

«Démosle al alumno toda la oportunidad del mundo para que él sea capaz de encontrar las soluciones dentro de él mismo. Si le tengo que dar diez veces la oportunidad, diez veces le doy la posibilidad de que pase por un examen; pero tiene que resolverlo él, yo no se lo voy a decir».

—La responsabilidad, eje y motivación de este diálogo, también necesita de un escenario objetivo para existir y acrecentarse…

—Sin dudas mucho tiene que ver con la dignidad plena del hombre por la que abogó José Martí, y con que seamos capaces de lograr, como sociedad, la mayor suma de felicidad de la que habló Bolívar. Es fundamental que quienes trabajen, y lo hagan bien, y tengan resultados, sean correctamente retribuidos. Ese es el camino de poder dignificarlos, y es un gran desafío: lograr que el cubano, con su trabajo, pueda sustentarse, sostener un proyecto de vida. El trabajo, como valor de la sociedad, debe estar al centro de todo y este es un asunto que, a todas luces, tiene mucho que ver con la responsabilidad, que será más fuerte en tanto el contexto lo permita.

—¿Crees que se puede apostar a la defensa y al acrecentamiento de la responsabilidad?

—Pienso que sí; creo que creamos las condiciones necesarias; y seguimos y continuamos atendiendo desde la dirección del país el fenómeno económico, que está incidiendo como una variable en todo esto, y pienso que el país está dando pasos en tal sentido, a pesar de la complejidad y urgencia del propósito.

«Pienso que si se sigue trabajando de esa manera, poniéndole una dinámica de avance fuerte, y se van creando determinadas condiciones, estaremos en el camino de revertir toda adversidad referente a lo subjetivo. Los avances no se verán de hoy para mañana; quien los espere como por arte de magia, y para ahora mismo, estará sufriendo los efectos de un voluntarismo que ha estado entre nosotros y que hace que nos empeñemos en demostrar que de hoy para mañana podemos lograr un hombre en toda su complejidad.

«Si nos empeñamos en demostrar lo indemostrable para dar una imagen, todo lo que habremos hecho será inútil, porque la misma complejidad de los asuntos referentes al ser humano no permite avances superficiales o improvisados».

—Haber vivido tantos años de resistencia desde los días en que cayó el Muro de Berlín, es, a mi modo de ver, un acto de responsabilidad enorme…

—Eso tiene un valor incalculable y dice mucho de la calidad de persona con la que contamos en Cuba. Pero estemos alertas, porque eso puede cambiar, puede revertirse si no atendemos los fenómenos que podrían debilitar o destruir los valores que, como ya hemos conversado, sostienen la capacidad de ser responsables, o lo que es igual: de sentirnos en capacidad de resolver nuestros problemas por grandes que sean o parezcan.

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