Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La epopeya del 30 de Noviembre

En esa fecha de 1956, la siempre heroica Santiago volvió a empuñar las armas en nombre de la libertad mancillada tantas veces. La esencia patriótica de la urbe se arremolinó en las emociones de aquellos jóvenes

Autor:

Eduardo Pinto Sánchez

SANTIAGO DE CUBA.— La noche del 29 de noviembre de 1956 resultaba apacible para los habitantes de esta ciudad, quienes no imaginaban que en medio de los cercanos vientos invernales se fraguaba otra epopeya heroica de los jóvenes cubanos.

Entre la penumbra y la calma, a los combatientes clandestinos acuartelados en diferentes puntos de la ciudad se les hicieron llegar las armas, los uniformes verdeolivo que se vistieron por vez primera en una acción revolucionaria, y el brazalete rojo y negro símbolo del Movimiento 26 de Julio.

El alzamiento estaba dispuesto para las 7:00 a.m. del viernes, como lo había previsto Frank País, jefe nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento, quien había preparado con sumo detalle el ataque para apoyar el desembarco de otros revolucionarios que, desde México, habían partido a bordo de una nave libertaria que surcaba los mares hacia Cuba.

El 30 de noviembre de 1956, la siempre heroica Santiago volvió a empuñar las armas en nombre de la libertad mancillada tantas veces. La esencia patriótica de la urbe se arremolinó en las emociones de aquellos jóvenes que, prestos al combate, entonaban las notas del Himno Nacional.

Los objetivos para apoyar el desembarco del Granma y a sus 82 expedicionarios estaban claramente especificados: tomar por sorpresa la Policía Marítima, el edificio de la Policía Nacional y el Cuartel Moncada.

La jefatura de la Policía fue atacada por el grupo de hombres del Movimiento 26 de Julio que lideraban Pepito Tey y Otto Parellada, pero el factor sorpresa falló al ser descubiertos por un guardia, quien disparó su arma y dio comienzo así a una batalla desigual para los revolucionarios, numéricamente inferiores.

En el asalto a la Capitanía del Puerto el factor sorpresa sí se concretó y causó la confusión entre los guardias del régimen. Cuando tomaron esta posición respetaron la vida de los policías hechos prisioneros e incautaron armas para engrosar los reducidos arsenales del M-26-7.

Pero el reto mayor estaba en la toma del Moncada, objetivo no logrado porque el mortero que debía abrir con su disparo la brecha a los sublevados falló en el momento decisivo.

Los combates se prolongaron durante todo el sábado en la ciudad ametrallada por aviones de guerra de la tiranía, a los que respondían en lucha desigual los francotiradores del Movimiento 26 de Julio. Para el domingo, el mando revolucionario dio la orden de retirada.

Los pobladores de la ciudad escondieron y protegieron a los insurrectos, atendieron y cuidaron de los heridos; aunados por la tradición heroica de una tierra que entregaba en la sangre de sus hijos Tony Alomá, Otto Parellada y Pepito Tey, otra ofrenda gloriosa a las futuras generaciones de cubanos.

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