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El pequeño inmenso Capitán

El 25 de abril de 1967, con solo 27 años, cayó en tierras bolivianas Eliseo Reyes Rodríguez, el Capitán San Luis, considerado por el Che «el mejor hombre de la guerrilla»

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Tenía 11 meses cuando su padre tuvo que salir a una misión de la cual no regresó, físicamente, jamás. Entonces hubo de conocerlo por fotos y esas anécdotas que su madre, familia y compañeros de su padre le han contado durante todo este tiempo. Era julio de 1966 y entonces Eliseo Reyes Rodríguez, el Capitán San Luis, recibió la comunicación del Che para liberar a otros pueblos que pedían ayuda.

Según nos cuenta ahora el teniente coronel René Reyes Barreras, uno de los tres hijos del Capitán San Luis, por lo que ha escuchado su padre no titubeó en ir a esa misión y antes de partir hacia Bolivia no dijo nada; solo reunió a toda la familia en su casa y «se hizo muchas fotos con mi mamá, abuelos y el resto de los hermanos, asegurando que volvería pronto».

Afirma que quienes conocieron a su padre no dejan de admirar que con la apariencia frágil de su cuerpo, estaba lleno de una vitalidad increíble y dispuesto a cumplir cualquier encomienda, pese a la corta edad con  que se sumó a la lucha revolucionaria siendo casi un adolescente.

«Físicamente dicen que me parezco un poquito a él, pero no lo creo tan así —se ríe mientras dialoga con este reportero—, pero temperamentalmente y en la virtud de hacer las cosas sin vacilación alguna, sí me parezco bastante a él», asegura René, quien al mismo tiempo reconoce que no fue fácil acostumbrarse a vivir sin esa figura paterna.

«Mi mamá me ha hablado mucho de su magnífica relación como esposos y  esos sentimientos paternos que siempre lo acompañaron a pesar de las misiones complejas que debía librar y que le impedían estar más tiempo en la casa. Si por alguna razón nos enfermábamos pedía a algún familiar cercano que se ocupara de nosotros, o a veces se daba un salto rápido para vernos y luego retornaba a su misión.

«Nuestros tíos y los compañeros de trabajo de mi padre ayudaron mucho a cultivar en todos sus hijos esos valores de entrega, disposición, honestidad y modestia que dicen distinguieron a mi papá, así como su preocupación por los problemas de los subordinados, por difíciles que fueran, tanto en las misiones encomendadas como en lo personal», expresa mientras recuerda a ese Eliseo alegre y efusivo, que siempre estaba jaraneando, aun en momentos difíciles.

Y son esas cualidades las que llevaron a René a integrarse al Ministerio del Interior, como también a saldar la deuda con la institución que formó a su padre como un joven revolucionario. Quizá por eso, asegura, cuando de grande conoció sobre la muerte de su padre, su corazón se encogió, pero sabía que su caída en aquellas tierras bolivianas fue por una buena causa.

Esas vivencias también las comparte Salam Mousa Reyes, nieto de ese gran joven que fue el Capitán San Luis, nacido el 27 de abril de 1940 en la antigua provincia de Oriente, y desde donde se incorporó a la lucha revolucionaria y cumplió cabalmente cada una de las misiones encomendadas por Fidel y el Che.

Salam Mousa Reyes. Foto: Calixto N. LLanes

Salam Mousa —que aseguran se parece bastante a Eliseo por el físico, los gestos y las cualidades— expresa que la vida le corrió esa mala pasada de no conocer ni convivir con su abuelo, y siente esa ausencia en momentos cuando uno quiere ir a jugar pelota, tirar piedras, que te regañen cuando hace falta que te dén un consejo oportuno, aun cuando uno tenga una madre o una abuela que asuma esa tarea.

«Me cuentan que desde lo familiar era muy paternal y le gustaba mucho disfrutar junto a sus seres queridos. Muchas veces, asegura mi abuela, solo podía darle un beso a sus hijos o conversar con ella apenas una hora. Eran tiempos convulsos, y su responsabilidad como joven implicaba que tenía que sacrificarse.

«Era muy entusiasta y espontáneo a la hora de hacer las cosas y ello siempre buscaba incentivarlo en los demás. Aunque le encantaba practicar deportes, dicen que era muy malo en la pelota. Una vez uno de sus hombres lo ponchó sin tirarle a una pelota y se lo llevó hasta la estación. Correr y andar eran sus fuertes».

Cuando Salam, joven oficial del Ministerio del Interior, comparte estas vivencias, alega que uno puede describir a ese abuelo entusiasta y muy comprometido, leyendo cada una de las páginas de su Diario de Campaña. «Se le ve unas energías increíbles para pensar en el futuro, en sus compañeros y en la familia, aun en los días más difíciles vividos por él.

«A pesar del tiempo su imagen se mantiene viva, más que por su muerte, por la obra de su vida y sus vínculos familiares, y esa es la que hemos de enseñar a los jóvenes, lejos de idealizar a los héroes. En él las nuevas generaciones tienen un paradigma de joven revolucionario».

Así habrá de evocarse a Eliseo Reyes Rodríguez, al Rolando de la guerrilla del Che, al Capitán San Luis de los cubanos, pues como dijo el Guerrillero Heroico «De su muerte oscura solo cabe decir para un hipotético futuro que pudiera cristalizar: tu cadáver de pequeño Capitán valiente ha extendido en lo inmenso su metálica forma».

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