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La marcha y los marchantes

En el pueblo combatiente que colmó este 2 de enero la Plaza de la Revolución José Martí de La Habana sigue palpitante el pensamiento de Fidel

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Su abuela lo escolta. Casi sin perder el paso lo toma de la mano para no detener la enorme multitud que casi les empuja. El rostro del pequeño sobresale. Tiene solo cuatro años y va vestido con la impecabilidad militar, nada menos que con los grados de general de cuerpo de ejército, y con cierto aire de travesura y orgullo en su mirada. En Cuba es un honor soñar con vestir el uniforme verde olivo.

«El va a tener todo en esta vida gracias a Fidel, y a los que han sido como él. Por eso lo traje. Fidel no se marchó, sigue siendo un hombre luchador, bueno, soñador, gente de su pueblo dondequiera que esté», nos dice su abuela, por la hondura que aún le falta por alcanzar al pequeño, que está aprendiendo a descubrir su patria desde la enormidad de esta marcha combatiente.

Yeison, muy serio y marcial, quiere demostrarnos que ya está creciendo: «Fidel está en el corazón de todos los niños», dice mientras se pierde entre la gente, mientras va quedando a su paso aquella certeza fidelista de que «si el enemigo atacara a nuestro país, si el enemigo agrediera a nuestro país, tendría que enfrentarse incluso a nuestros niños, más tarde o más temprano».

Y es que en el pueblo combatiente que colmó este 2 de enero la Plaza de la Revolución José Martí de La Habana sigue palpitante el pensamiento de Fidel. En el mismo punto de encuentro de tantos años con su líder, Cuba desfiló este lunes para decir, y decirse, que sigue abrazando y moldeando hacia superiores horizontes los ideales socialistas y humanistas que proclamó junto a él.

Nuestras tropas abrieron el camino al pueblo uniformado, que inició su marcha con integrantes de los consejos de defensa provincial, municipal y de zona, de las Brigadas de Producción y Defensa y las milicias universitarias, encarnando la concepción de la Guerra de todo el pueblo y el carácter popular de la defensa del país. Detrás vino el pueblo orgulloso, y a la vez parte de ese ejército de la libertad, que nació con la partida desde el Tuxpan mexicano para lo que el Che llamó la Gran aventura del siglo.

Conmovía ese desfile ardoroso, «apoteósico» le llamaría Camilo Cienfuegos, de «batallones» populares: educadores, médicos, constructores, obreros, comunicadores, científicos, intelectuales, combatientes, artistas, jubilados, amas de casa, niños, adolescentes, mujeres, hombres, ancianos…, jóvenes, en el que volvió a revelarse la armoniosa imbricación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el pueblo para enfrentar las complejidades de la guerra moderna y derrotar cualquier nueva invasión o intento desestabilizador de la Revolución.

Para darle un sello de futuridad, entusiasmo, colorido y vistosidad al desfile llegó el cierre juvenil… Más de 50 000 jóvenes, entre estudiantes y trabajadores. A la cabeza los hacedores de tantas hazañas deportivas y patrióticas, portando orgullosos 20 imágenes gráficas de Fidel, el más olímpico de los atletas y entrenador de las más grandes proezas de su pueblo.

El bloque juvenil con sus gigantografías de Fidel y de Raúl, de Mella, de Camilo y el Che, así como los estandartes de la Unión de Jóvenes Comunistas y las organizaciones estudiantiles, que cerraba con los 300 estudiantes de la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría (Cujae). Los mismos que coreaban: «Cujae arrasa, que Fidel está en la Plaza», y portaban igual cantidad de banderas nacionales, del 26 de Julio y otras enseñas, mientras la tonada de La Lupe, compuesta por el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, se mezclaba con la energía de sus voces y consignas.

Esta era la marcha que Cuba dedicó a estos jóvenes marchantes, esos a los que Fidel, acompañante impetuoso en estos pasos de renuevo sobre el camino de la Patria, el 23 de junio de 2007 instó a no fallar jamás, pues como ha dicho Raúl: «está seguirá siendo una Revolución de los jóvenes». ¿Quién puede dudarlo después de este 2 de enero?

Las milicias universitarias demostraron el carácter popular de la defensa del país al precio que sea necesario.

«Fidel está en el corazón de todos los niños», aseguró Yeison, muy serio y marcial, mientras acompañaba a su abuela en la marcha del pueblo combatiente.


Cada cubano patentizó su apego al Fidel líder, al hombre de pueblo, al revolucionario que se formó en la universidad y se convirtió en paradigma universal.


El pueblo habanero, en representación de toda Cuba, colmó la Plaza con la responsabilidad de continuar cuidando por siempre la Revolución.


Entre lo más llamativo del desfile estuvo la prominente presencia de las nuevas generaciones.


Los pinos nuevos demostraron que jamás renunciarán a la gloria conquistada.

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