Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los orgullos de un barredor de impurezas

Llegó al oficio con cierta timidez, pero habla con placer sobre lo que hace y vive en el mismo corazón de la Ciudad Monumento

Autor:

Osviel Castro Medel

BAYAMO, Granma.— En plena madrugada, cuando todavía no suenan los primeros truenos cotidianos, la ciudad le hace guiños y le susurra secretos; llega a decirle, figuradamente, que lo admira.

Es que ella lo ha visto con frecuencia ganarle al reloj de los gallos y se ha deslumbrado por su habilidad para sanear, sudorosamente, las impurezas diarias.

Pero Rafael Cedeño Salazar no se detiene a pensar en los halagos imaginativos de la ciudad ni de la gente, y con el vigor de sus 26 años hace desaparecer cada desecho, grande o pequeño, que encuentra a su paso para que Bayamo pueda exhibir hoy un corazón limpísimo.

«Soy constante en mi trabajo, como el resto de mi brigada. Somos 11 y llevamos una secuencia tremenda; siempre estamos ahí, ahí, ahí, encima del parque», dice en la arrancada de la entrevista con JR para referirse a la Plaza de la Revolución de la Ciudad Monumento.

En ese lugar, conocido popularmente como parque Céspedes, él tiene su «base de operaciones», las cuales se extienden a la Plaza del Himno y al conocido Paseo General García. Y es feliz viendo los rincones del centro histórico con brillo admirable, y desdichado cuando observa cómo no pocos arrojan basura dondequiera.

«Hay que coger calma, no enfadarse con los malos hábitos de los negligentes, pero sería muy bueno que todas las personas tomaran conciencia sobre la importancia de la limpieza. He visto a profesionales y a otros que tienen un título universitario echar la basura a un metro del cesto», dice este muchacho que lleva un año como barrendero.

—¿Entonces no tenemos una cultura de la limpieza?

—Hay personas con educación y cultura, pero otras que estudiaron no tienen ninguna de las dos cosas. He mirado a muchos conectados a internet que prácticamente se tiran los desperdicios encima por no levantarse y botarlos en el cesto.

—¿Te imaginaste alguna vez en este oficio?

—No, es la verdad. Pero llevaba un tiempo sin empleo después de haber trabajado primero como albañil y luego como operario de Vectores.

«Una vecina que trabaja en Comunales me habló de la posibilidad de una plaza como barrendero de calle y me dirigí al órgano del Ministerio de Trabajo; madrugué, hice la cola y me ofertaron otras plazas en la Construcción y como custodio, pero me decidí por esta. Hoy no me arrepiento».

—¿Qué es lo más difícil para un barredor de calles?

—La «madrugadera», cuando te toca. Estamos divididos en dos brigadas, una semana trabajamos aproximadamente de cinco de la mañana a una de la tarde, y la otra de una de la tarde a nueve de la noche. Este turno de la madrugada es difícil, porque tienes que vencer el sueño y levantarte a las cuatro de la mañana; tampoco puedes acostarte tarde.

«Otra dificultad está en el Sol. Cuando está bravo, que es casi siempre, te agobia, y a veces hasta te estresa porque no puedes quitártelo de encima».

—¿Los hostigan algunos malcriados?

—No, jamás he tenido problemas. Siempre pido permiso al que tenga la bicicleta en el bordillo, o al que se encuentre en un área donde esté trabajando… siempre con el mayor respeto.

—¿Al principio sentiste miedo o dudas?

—Sí, estaba tímido. Pensaba que podía bajar la autoestima, pero no, mi mamá me dio mucho apoyo, le fui cogiendo la vuelta y ahora me siento muy cómodo.

—¿Por qué repites que estás contento con lo que haces?

—Soy útil a la sociedad, tengo un trabajo honesto, gano 690 pesos mensuales, que no es mucho pero ayuda… Además, aquí tengo a mi esposa.

—Dicen que es tu jefa.

—Ella dirige la brigada y se llama Daneyis Rodríguez Tomas, tiene 40 años y estamos juntos desde 2015. Su trabajo no es barrer, pero le gusta ayudar a los compañeros y se pone al lado de nosotros muchas veces.

—No hablarán en la casa del barrido de calles...

—A veces sí, porque no se puede evitar (sonríe). Yo le reclamo por lo que anda mal en el trabajo, pero nos llevamos muy bien.

—¿Y cómo te has adaptado a trabajar todos los fines de semana?

—No me quejo de eso. Me alegra ver a la gente salir de noche los sábados y domingos, sentarse en el parque y pasarla bien. Tengo un día de descanso a la semana, el viernes; el resto es de trabajo.

—Nárrame una anécdota que te haya estremecido.

—Hace unos meses una pareja de Cienfuegos estaba de visita por primera vez en Bayamo y nos dijeron, con otras palabras, que nunca habían visto un parque tan lindo como el nuestro. Y que esa belleza era por la manera en que lo limpiábamos.

—Tienes un léxico abundante.

—Es que soy un buen lector, todo lo que me cae a mano lo leo. Solo estudié hasta el grado doce, pero la lectura me ha aportado mucho para el vocabulario.

—¿Qué más te gusta?

—Soy un joven como los demás; me gusta la música, ver deportes y de vez en vez, cuando estoy contento, tomarme una cerveza.

—Háblame de los estímulos.

—No son muchos; creo que en eso hay que mejorar; no hablo solo de lo material, se puede estimular moralmente también, pienso.

—¿Cómo es un día de trabajo de tu brigada?

—No nos cansamos de hacer cuentos y de chivar a Andrés, que tiene 23 años y le decimos el Menor. Hay en la brigada personas que ya llevan más de 20 años en este oficio y que yo admiro mucho. Somos una familia, por eso cuando falta alguien por alguna causa hacemos su área entre todos. Puedo asegurarte que nunca nos han faltado la sonrisa y la alegría.

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