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Fidel nos enseñó a querer a Vietnam

Palabras de Abel Prieto, ministro de Cultura, en la presentación del libro Hasta siempre Fidel, en el Encuentro de Solidaridad entre las juventudes de Cuba y la hermana nación asiática

 

Autor:

Juventud Rebelde

Palabras de Abel Prieto, ministro de Cultura, en la presentación del libro Hasta siempre Fidel, en el Encuentro de Solidaridad entre las juventudes de Cuba y la hermana nación asiática

Comandante Machado, compañera Susely, compañero Secretario de la Juventud Comunista Ho Chi Minh, compañera Vicepresidenta del Parlamento de Vietnam, hermanos vietnamitas, compañeros todos:

El libro que vamos a presentar en este encuentro de solidaridad y hermandad es, como ustedes podrán apreciar, un libro cargado de una tristeza muy honda, de sufrimiento, de lágrimas, y, al propio tiempo (eso también lo verán ustedes), aparecen en estas páginas la lealtad hacia el legado de Fidel, el vínculo muy firme, muy visible, de raíz, entre un pueblo que llora la pérdida física de su líder y que asume íntimamente el desafío de dar continuidad y vida eterna a su obra, a su ejemplo, a sus ideales.

Hojear este libro, detenerse en sus más de 500 fotografías, leer y releer sus textos, desde el emotivo mensaje de Raúl en la noche del 25 de noviembre de 2016, hasta la descripción del homenaje que inició el pueblo santiaguero, en el cementerio de Santa Ifigenia, a mediodía del 4 de diciembre, equivale a revivir aquellos días, aquellas horas, en que los cubanos sufrimos el enorme impacto emocional del fallecimiento de Fidel mientras adquiríamos, como ya dije, un compromiso permanente con sus principios. Junto a nosotros, mucha gente digna de todos los continentes manifestó su dolor y nos hizo llegar su solidaridad. Entre ellos, nos acompañó en la Plaza de la Revolución la Presidenta de la Asamblea Nacional de Vietnam.

Hay en Hasta siempre Fidel poemas, crónicas, descripciones de los actos y del recorrido de las cenizas del Comandante en Jefe; pero las verdaderas protagonistas de este libro son las imágenes. Ahí están los rostros de hombres y mujeres, de ancianos y niños, con carteles improvisados, con fotos de Fidel tomadas de un periódico o de algún afiche, con banderas de Cuba y del 26 de Julio. La carga de emotividad que hay en esta galería de imágenes no cabe en las palabras.

La serie que recoge la interminable cola de la gente en la Plaza de la Revolución para desfilar por el Memorial José Martí, resulta particularmente emotiva. Los jóvenes que se abrazan, removidos en sus fibras más íntimas, o que dejan correr las lágrimas sin pudor; la mujer que estalla en llanto al pasar frente a la efigie de Fidel; el curtido combatiente que se lleva una mano a la frente como si no pudiera creer lo que está viviendo; los que miran al cielo como buscando una respuesta. Y luego la Plaza anochecida, testificando el paso de las horas, y la cola, más larga todavía. 

Hubo una canción, no sé si los amigos que nos visitan han podido escucharla, que supo sintetizar de manera extraordinaria el estado anímico, el clima moral y espiritual, que reinaba en aquellas horas: Cabalgando con Fidel del trovador Raúl Torres. Se estrenó en televisión el 28 de noviembre y ya era un himno coreado por todos la noche del 29, en el acto en la Plaza. Si los libros pudieran tener una banda sonora, Hasta siempre Fidel tendría la canción de Raulito.

El memorable acto de la Plaza del 29 es recreado de manera muy intensa en este libro. Hay fotos panorámicas, imponentes, y otras que se concentran en detalles, en un rostro, en un gesto. Estas imágenes, junto a las referencias a los discursos de los invitados extranjeros, todo eso, y, por supuesto, la intervención de Raúl, nos permiten revivir esos momentos tan fuertes, de tanta electricidad colectiva, de tanta emotividad.

Raúl repasa en sus palabras muchos de los grandes momentos que nuestro pueblo vivió junto a Fidel en esa misma Plaza, la concentración campesina del 26 de julio del 59, en respaldo a la Reforma Agraria, la 1ra. y la 2da. Declaración de La Habana del 60 y el 62, la declaración de Cuba como territorio libre de analfabetismo, la velada solemne de octubre del 67 para rendir tributo al Che y, 30 años después, ante los restos del Che, para comprometernos ante esos restos sagrados, la despedida de duelo por los 73 civiles inocentes asesinados en el atentado contra el avión de Cubana en Barbados, las marchas del 1ro. de Mayo, contra el bloqueo y la ley Helms-Burton, entre otras.  

El libro nos conduce luego a las ceremonias finales antes de que la urna con las cenizas de Fidel parta desde el Minfar, en un armón militar, hacia Santiago de Cuba, en un itinerario de 1 121 kilómetros.

A partir de ahí, las imágenes y algunos breves textos nos llevan a lo largo del recorrido de las cenizas, en sentido inverso a aquella Caravana de la Libertad encabezada por Fidel, que en los primeros días de enero de 1959 condujo al guerrillero triunfante desde el oriente de Cuba hasta La Habana.

El pueblo salió en masa a contemplar el paso de aquella urna cargada de tanto simbolismo. De día, de noche, bajo el sol o bajo la lluvia, allí estuvieron despidiendo a Fidel unos cinco millones de hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos.

En las imágenes, algunos se llevan una mano al pecho o juntan las dos manos y las alzan a la altura de la cabeza; un campesino a caballo, que se ha puesto su uniforme de soldado y sus medallas, saluda militarmente el paso de la caravana; altares rústicos, una mesa forrada de blanco, con velas y la imagen de Fidel, otra con flores; un padre que carga a su hijo pequeño con un brazo y sostiene en el otro una banderola donde ha escrito: «Fidel: viviremos, lucharemos y moriremos por tus ideales. Te amaremos por siempre hasta la eternidad». Esa frase, «Te amaremos por siempre hasta la eternidad», podría servir de título a todas las imágenes recogidas en estas páginas.

Al reseñar el acto del 3 de diciembre, en la Plaza Antonio Maceo, de Santiago, los textos y la galería de fotos nos devuelven aquellos momentos de tanta significación. Hablan los jóvenes, los representantes de nuestras organizaciones de masas, de todos los sectores de nuestro pueblo.

Y Raúl sintetiza lo ocurrido en estos días de duelo. Desde que se conoció la noticia, dice, «el dolor y la tristeza se adueñaron del pueblo que, profundamente conmovido por su irreparable pérdida física, demostró entereza, convicción patriótica, disciplina y madurez al acudir de forma masiva a las actividades de duelo organizadas y hacer suyo el juramento de fidelidad al concepto de Revolución. (…) En medio del dolor de estas jornadas nos hemos sentido reconfortados y orgullosos, una vez más, por la impresionante reacción de los niños y jóvenes cubanos, que reafirman su disposición a ser fieles continuadores de los ideales del líder de la Revolución».

Raúl también rememora unas palabras que él dijo sobre Fidel en la Isla de la Juventud, en 1994, en el peor momento del período especial: «La permanente enseñanza de Fidel es que sí se puede, que el hombre es capaz de sobreponerse a las más duras condiciones si no desfallece su voluntad de vencer, hace una evaluación correcta de cada situación  y no renuncia a sus justos y nobles principios».

Fidel, añade Raúl en ese acto del 3 de diciembre, no perdió jamás la fe en la victoria. «Ese es el Fidel invicto que nos convoca con su ejemplo y (…) que demostró que sí se pudo, sí se puede y sí se podrá superar cualquier obstáculo, amenaza o turbulencia en nuestro firme empeño de construir el socialismo en Cuba, o lo que es lo mismo, ¡garantizar la independencia y la soberanía de la Patria!». 

Esas palabras de Raúl resumen el vigoroso mensaje de este libro, de sus excepcionales fotografías y de sus textos. Aquellos días de duelo fueron a la vez días de reafirmación, donde estuvo resonando cada minuto entre nosotros lo que Raúl llamó «la permanente enseñanza de Fidel»: la convicción de que «sí se pudo, sí se puede y sí se podrá». 

En este acto de Santiago, al igual que en el acto anterior de la Plaza de la Revolución, participaron, como ya dije, muchas personalidades internacionales. Y fueron recibidos en nuestro país miles de mensajes solidarios de todas partes. Durante los días que describe este libro, se nos hizo visible una vez más la universalidad de la figura de Fidel, su internacionalismo, la huella que dejó en todas las regiones del mundo, en especial en el explotado mundo del Sur. 

Con Vietnam, como ustedes conocen perfectamente, Fidel mantuvo una relación entrañable. Dedicó expresiones inolvidables de respaldo, admiración y afecto al pueblo vietnamita y a su líder Ho Chi Minh. Nos enseñó a querer a Vietnam. Nos exhortó a conocer todo lo posible sobre sus luchas, sobre su heroísmo, sobre su capacidad de resistencia. En 1973 se convirtió en el primer Jefe de Estado que visitó las zonas liberadas de Vietnam del Sur. La gesta gloriosa del pueblo vietnamita por su independencia siempre estuvo presente en su pensamiento anticolonial y antimperialista.

Que jóvenes vietnamitas se unan en este encuentro a jóvenes cubanos para aproximarse a un libro tan hermoso y tan elocuente como Hasta siempre Fidel, tiene una trascendencia especial. Las jóvenes generaciones de Vietnam y de Cuba tienen ante sí el reto de preservar los valores de aquellas otras que lucharon y trabajaron en condiciones muy difíciles por la libertad, por la soberanía y por el socialismo.

Cuando hojeen con calma Hasta siempre Fidel, van a darse cuenta de que es un libro de tributo y de inspiración para el presente y para el futuro. Fidel está vivo, en toda su grandeza, en estas páginas.

Muchas gracias.

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