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Casa con alma, corazón y vida

En honor al cumpleaños de La Habana, la vivienda de los Marqueses de Marianao es rescatada por su actual propietaria, Esther Escobar, la reina de las luces y las lámparas

Autor:

Luis Hernández Serrano

La casa de esta historia que ahora contamos a grandes saltos, es tal vez de las más añejas de Cuba y una de las dos más antiguas del municipio habanero de Marianao, y si hoy rejuvenece, es porque una mujer bayamesa, Marta Esther Escobar Aguilar, conocida y admirada como la Reina de las Luces y las Lámparas, la ha ido restaurando y devolviéndole poco a poco su belleza de antaño.

«Desde mis 12 años, cuando vine de Bayamo a vivir a esta urbe marianense, soñé siempre con tener una casa de esta arquitectura. Al descubrirla, aunque estaba casi en ruinas (desde sus cuartos se veía el cielo) me fascino. Y mucho más después, al conocer que en ella vivió el primero de los Marqueses de Marianao: Salvador Sama y Martí, hace más de un siglo y medio», evoca Marta en diálogo con Juventud Rebelde, bajo su nuevo techo en la calle 128 número 4516, esquina a 49.

«Recuerdo que la primera película que vi en mi vida, una mexicana, me deslumbro en el Cine Principal, que radica aún en la esquina de esta casa donde estamos conversando. Cuando decidí adquirirla, en ella residían tres familias, dueñas independientes de partes del inmueble. En cuanto pasó la propiedad de aquellas hermanas que la habitaban a mis manos, comencé a devolverle sus antiguos esplendores», argumenta esta artista, que ha hecho lámparas para iglesias y hoteles, y en especial para la Catedral de La Habana, visitada hace poco tiempo por el Papa Francisco.

«Hablé con el doctor Eusebio Leal Spengler para que supiera que iba a restaurarla con mis propios recursos, esfuerzos y medios, con el personal y los especialistas de mi equipo, integrado por colaboradores de muchos años: Omar Cajías, René Ernesto González Abeledo, Wilmer Espinosa, Adrian Mora, Leandro Pérez y Alexander Arjona, y además con mis hijos Ervio y Ocila Mora».

Marta aclara que ha contado también con la ayuda de la Oficina del Historiador de la Habana, a través de los arquitectos Lina Albo Díaz y Juan Carlos Bortello y del ingeniero Pedro Rodríguez Sánchez, a quienes también agradece su incondicional empeño. «En el rescate de esta casona he puesto “alma, corazón y vida”(como el popular vals peruano de Adrián Flores, 1957), y quiero mantenerle el nombre de El Cortijo, que una vez tuvo en medio de su encanto histórico».

Pequeña historia

De este inmueble, construido en 1875, fueron propietarios en distintas épocas tres de los Marqueses de Marianao: en 1864, Salvador Sama Martí; en 1887, Salvador Sama y Torrents; y en 1934, Salvador Sama y de Sarriera, según datos del antiquísimo Registro de Propiedad Colonial del Sur, tomados en el municipio de La Lisa.

El primero de dichos marqueses obtuvo título nobiliario por «Real decreto de Isabel II, el 5 de junio de 1860 y el subsecuente Real despacho del 10 de diciembre del propio año». Le fue otorgada esta dignidad de denominación cubana por ser Marianao un importante municipio, el segundo en relevancia urbana en la Historia de Cuba, después de la capital del país.

Como en ese sitio la familia Sama tuvo grandes extensiones de tierra, adoptaron el nombre para sus títulos nobiliarios. Conforme se lee en el libro sobre la sangre azul de nuestra isla, Dignidades nobiliarias cubanas, escrito por Rafael Nieto y Cortadellas, y publicado en Madrid por Ediciones Cultura Hispánica, en las páginas 316, 317 y 318, de 1954, la Reina regente María Cristina de Hapsburgo-Lorena, concedió el 30 de enero de 1893 la Grandeza de España, anexa al Marquesado, a tales personas.

Los tres primeros marqueses de Marianao —del cuarto no existe el dato— nacieron, el 13 de abril de 1797 en Villanova, Cataluña; el 17 de abril de 1861, en Barcelona, y el 11 de diciembre de 1885, en Viñols, Tarragona; y murieron, por ese mismo orden, el 22 de junio de 1866, en La Habana; el 28 de junio de 1933 (no se dice el país) y en 1948, en Barcelona. Sus sucesores fueron, al primero, el sobrino-nieto, y al segundo y el tercero, sus respectivos hijos.

Estos marqueses de Marianao tuvieron su importancia. Por ejemplo, Salvador Sama y Martí fue Coronel graduado de las Milicias Disciplinarias de Infantería de la isla de Cuba; Primer Comandante del II Batallón de las Milicias de la Plaza habanera; Procurador del Tribunal de Comercio; Regidor y Primer Teniente de Alcalde del ayuntamiento de La Habana; Vocal de la Junta de Fomento de la Isla y Consejero de Hacienda.

Igualmente fue un poderoso terrateniente, que perteneció al alto Comercio de La Habana y mereció el estimulo de Caballero de la Real y Distinguida Orden de Isabel la Católica. A él se debió el engrandecimiento de la ciudad de Marianao y además propicio el establecimiento del ferrocarril que la unió con el centro de la capital de Cuba.

Entre otros legados como benefactor, dispuso que se entregaran 20 000 pesos —hoy una cifra considerablemente superior— para la construcción de una iglesia en la localidad y similar cantidad para edificar el Hospital Civil de La Caridad, así como distintas donaciones mas para otras causas.

Su defunción se asentó en la parroquia del Sagrario de la Catedral de La Habana, el 24 de junio de 1866, en los folios 81 y 82, No. 342, del libro 10.

Marta —propietaria de la casa rescatada—, nos confesó que es muy feliz ahora, porque «la persona que siente mayor felicidad no es la que tiene lo mejor de todo, sino la que hace lo mejor con todo lo que tiene. Quise que el Cardenal Jaime Ortega bendijera mi nueva casa, pero falleció antes.

«Y quiero que Eusebio Leal le dé su visto bueno. Por su enorme trabajo de estos días no ha podido venir, pero cuando pueda vendrá seguramente. Hemos trabajado duro por Marianao, por la Lisa, por La Habana, por el 500 aniversario, y por Cuba entera», declaró la ilustre mujer al despedirnos.

Fotos: Roberto Suárez Pinón

 

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