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Día del médico: recordar y honrar

El 3 de diciembre es una fecha señalada en el calendario para cada médico. El motivo de la celebración es el aniversario del natalicio del doctor e investigador cubano Carlos Juan Finlay Barrés, quien descubrió que la transmisión de la fiebre amarilla era ocasionada por el mosquito Aedes aegypti

Autor:

Raúl Abreu Martin

El 3 de diciembre es una fecha señalada en el calendario para cada médico. En 1953, a propuesta de la Federación Médica Argentina a través del profesor Remo Bergoglio, el Congreso Panamericano de Medicina desarrollado en Dallas (Texas, Estados Unidos) declaró esa jornada como Día Panamericano del Médico.

En 1942, durante la I Asamblea Nacional de la Federación Médica de Cuba, se acordó celebrar en esa fecha el Día del Médico en Cuba y el de la Medicina Latinoamericana.

El motivo de la celebración es el aniversario del natalicio del doctor e investigador cubano Carlos Juan Finlay Barrés, quien descubrió que la transmisión de la fiebre amarilla era ocasionada por el mosquito Aedes aegypti.

¿Por qué homenajear a Finlay?

Finlay, nacido en 1833, cursó estudios en Francia y Estados Unidos. El 18 de febrero de 1881, formuló por primera vez su teoría de que un agente cuya existencia sea completamente independiente de la enfermedad y del enfermo, era capaz de transmitir el germen de la enfermedad.

Seis meses más tarde, el 14 de agosto de 1881, presentó ante la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana evidencias de que el agente transmisor de la fiebre amarilla era la hembra de la especie de mosquito que hoy conocemos como Aedes aegypti, gracias a una serie de precisas deducciones a partir de los hábitos de diferentes especies de mosquitos existentes en La Habana.

En 1893, 1894 y 1898, Finlay formuló y divulgó, incluso internacionalmente, las principales medidas a tomar para evitar las epidemias de fiebre amarilla, las cuales tenían que ver con la destrucción de las larvas de los mosquitos transmisores en sus propios criaderos.

El científico cubano colaboró con la primera comisión investigadora del estado de la fiebre amarilla enviada a Cuba por el gobierno estadounidense en 1879, a diferencia de con la segunda y la tercera, que no prestaron atención a su teoría.

La cuarta comisión, presidida por el médico y bacteriólogo Walter Reed y creada a solicitud del gobernador militar de Cuba, Leonard Wood, se encontró sin pista alguna que seguir ante la crítica situación epidemiológica existente, que afectaba también al ejército de ocupación yanqui.

Tras la sugerencia de dos médicos británicos de prestarle atención a la investigación de Finlay, la comisión visitó al científico en su casa, recibiendo de este varias de sus publicaciones, algunas recomendaciones y donaciones de huevos del mosquito Aedes aegypti.

En 1901, Reed dirigió una serie de meticulosos experimentos que reafirmaban la función del mosquito Aedes aegypti como agente transmisor, comprobando de manera rigurosa la teoría del científico cubano. Se dice que incluso llegó a convencerse de que era el autor de la misma. Sin embargo, no se dio universal crédito a la teoría, pues no se había demostrado que la especie analizada era el único portador posible.

Este aspecto se aclaró con la virtual eliminación de la fiebre amarilla en La Habana en 1901, como resultado de una campaña dirigida por el médico militar estadounidense William Gorgas, basada en las recomendaciones formuladas anteriormente por Finlay.

Así lo reconoció el propio Gorgas en carta a Finlay años más tarde, desde Panamá. Allí también puso en práctica las medidas propuestas por el científico cubano, lo que posibilitó terminar la construcción del Canal de Panamá.

Sin embargo, no fue hasta 1935 que se reconoció de manera unánime que fue Finlay el primero en establecer científicamente el principio de la transmisión de las enfermedades infecciosas y en formular los adecuados principios higiénicos para la prevención de la fiebre amarilla.

Finlay más allá de la fiebre amarilla

Desde 1868 el investigador llevó a cabo importantes estudios sobre la propagación del cólera en La Habana, que mostraban que esta ocurría por las aguas de la llamada Zanja Real, probablemente contaminadas por los enfermos en las fuentes mismas de donde se surtía aquel primitivo acueducto descubierto.

Esas investigaciones epidemiológicas no fueron publicadas entonces debido a la rígida censura de tiempos de guerra establecida por las autoridades coloniales, pues se temía que la diseminación del cólera se atribuyese a la desidia del gobierno colonial.

También estudió enfermedades como la lepra, la ceguera, la malaria, el beriberi, la corea, la tuberculosis y el absceso hepático, y fue el primer científico en descubrir la existencia en Cuba de enfermedades como el bocio exoftálmico, la filariasis y la triquinosis.

En 1872, fue elegido Miembro de Número de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, y en 1895, Miembro de Mérito. Se desempeñó como Secretario de Correspondencia (a cargo de las relaciones internacionales) de esa institución, por espacio de casi 14 años.

Analizó el muermo, y describió el primer caso de filaria en sangre observado en América (1882). Incursionó ocasionalmente en cuestiones científicas de un carácter más teórico y practicó la oftalmología, que era la especialidad de su padre.

En 1902, formó parte de un comité organizador que tuvo a su cargo la creación de la nueva Oficina Sanitaria Internacional (precursora de la OPS) y fue nombrado Jefe Superior de Sanidad en Cuba, donde estructuró el sistema de sanidad del país sobre bases nuevas. Desde este cargo le tocó encarar la última epidemia de fiebre amarilla que se registró en La Habana, en 1905, y que fue eliminada en tres meses.

Finlay falleció el 19 de agosto de 1915. Su labor ha sido reconocida por distintos organismos y personalidades de la comunidad científica, incluso pidiendo su nominación al Premio Nobel.

El 25 de mayo de 1981 la UNESCO entregó por primera vez el Premio Internacional Carlos J. Finlay para reconocer los avances en la Microbiología, y la revista Correo de dicho organismo incluyó al cubano entre los seis microbiólogos más destacados de la historia. El Estado cubano entrega la Orden Carlos J. Finlay a las obras científicas relevantes al servicio de la salud humana.

Agradecer

Este 2020 los médicos han estado más que nunca en primera línea de combate. La pandemia mundial de COVID-19 ha supuesto un reto para el personal sanitario mundial, al enfrentarse a un virus desconocido y de alto impacto en la población del planeta.

Ataviados con batas, nasobucos, guantes, gorros y careta; los galenos han trabajado sin descanso para contener al nuevo coronavirus, cuyas secuelas para la humanidad parece serán difíciles de solucionar.

Al agradecimiento diario a los que trabajan en hospitales, y quienes desde los laboratorios, buscan formas de mejorar nuestras defensas contra la enfermedad y que, al parecer más temprano que tarde, verán traducidos sus esfuerzos en las tan ansiadas vacunas

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