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Por la vida, día a día

Numerosos transportistas matanceros han puesto sus vehículos a disposición del sistema de Salud Pública

Autor:

Hugo García

CÁRDENAS, Matanzas.— Mientras unos ensombrecen la cotidianidad cubana con actos violentos en medio del azote pandémico en la Isla, otros crean y brindan sus desvelos para contribuir a menguar esta calamidad sanitaria. 

Al visitar este territorio conocimos un grupo de transportistas que han puesto sus vehículos a disposición del sistema de Salud Pública de este municipio, uno de los que sufre las más duras consecuencias de un rebrote intenso que amenaza la vida de sus coterráneos.

Allí conversamos con Yodanys Bermúdez Guerrero, con licencia de transportista desde hace doce años, quien se suma con su Chevrolet del año 1961 a nuevos derroteros en su vida frente a un timón.

«Sí, será una ambulancia», asiente, mientras recuerda que les dieron esa posibilidad, después de estar un tiempo sin trabajar.

«Convocaron a los choferes que quisieran y pudieran, y muchos nos ofrecimos sin ningún tipo de problema. Aquí estamos para lo que haga falta», nos dice este hombre, natural de El Mamey, localidad rural cerca de Jovellanos.

«Presté servicio en el área de vacunación de El Rancho, un restaurante particular cardenense, donde estuve seis semanas hasta que se cumplió la tercera dosis de Abdala», cuenta.

A los que trabajaron voluntariamente en los vacunatorios les brindaron la opción de trabajar como chofer de ambulancia en su propio auto, por lo cual cobrarían un salario mensualmente.

Como Bermúdez, varios choferes se encuentran en trámites de la documentación que solicitaron la empresa de Transporte y el ministerio de Salud para contratarlos y ubicarlos.

«Me siento feliz porque es algo útil que haré en estos momentos tan difíciles. Trabajaré en Cárdenas, pero vivo en Jovellanos, donde seis de mis familiares han dado positivo al test rápido; tienen catarro, les da fiebre y se les quita… no ha pasado más de eso. Tres de ellos están en centros de aislamiento y el resto en la casa, donde una prima hermana que trabaja en Salud los atiende y está al tanto de lo que necesiten.

«Aquí nadie está abandonado, la salud en Cuba es magnífica aun en medio de estas complejidades», recalca.

Yodanys Bermúdez Guerrero convirtió su Chevrolet de 1961 en una ambulancia. Foto: Hugo García

«Aunque nos dijeron que nos ubicarían en un consultorio del médico y la enfermera de la familia, sé que corro un poco de riesgo si traslado pacientes positivos en mi auto-ambulancia, pero estamos para lo que haga falta, siempre con todas las medidas sanitarias que han orientado.

«Llevábamos más de 80 días sin trabajar. Estaba parado en mi casa y esta opción ha venido como una bendición. Esperamos que todo fluya bien, aunque lo primero es que la pandemia se aplaque rápido. Eso es fundamental. Nadie quiere enfermarse y mucho menos llegar a estados graves, críticos o a la muerte.

«Te soy sincero: siento miedo con todo esto de la pandemia, porque quiero continuar con mi vida, tener mis nenés. Quiero vivir unos añitos más hasta que el Señor disponga de la vida de uno, no que nos enfermemos por negligencia de algunos y cosas mal hechas.

«Cuando circulo por las localidades veo demasiada indisciplina. De hecho, la provincia de Matanzas había disminuido bastante, se había controlado, iban hasta a abrir los restaurantes; las discotecas y bares funcionaban hasta la medianoche, con sus restricciones. Pero mientras haya desobediencia no se coopera en el control de la pandemia.

«Muchas veces les he llamado la atención a indolentes por no usar el nasobuco y otras violaciones, y en no pocas ocasiones se me han manifestado incorrectamente, como si yo los regañara, en vez de pensar que les estoy dando un consejo.

«Quisiera que todos los cubanos tomaran como una enseñanza lo que se vive hoy y que miren cómo están otros países con tantas muertes causadas por la COVID-19, y que aquí en Cuba no pasa eso porque tenemos un sistema de salud que defiende la vida día a día, y aun así las personas no interiorizan la gravedad de la situación epidemiológica.

«Por la incultura y la irresponsabilidad de muchas personas estamos pagando los que nos cuidamos. Tengo mucho por construir en mi vida y muchas metas para cuando se acabe la pandemia. He aplazado muchos sueños. Me siento tenso, solo me da paz que soy cristiano.

«Todos tenemos que poner un granito para vencer esta pandemia, y entre todos lo lograremos», sintetiza el jovellanense de 46 años de edad, quien siempre ha sido chofer en entidades estatales de ese territorio.

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