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Cuando un zoológico reabre…

Durante el aislamiento a causa de la COVID-19, en el Jardín Zoológico de La Habana no hubo descanso. Sobre lo logrado y lo que aún falta por hacer conversó Juventud Rebelde con algunos de sus jóvenes especialistas

Autor:

Liudmila Peña Herrera

Detrás de la reja, Owen persigue a su cuidadora y le intenta morder las pantorrillas. El leopardo tiene seis meses y desde que nació ha estado al cuidado de Rachel González Duarte, técnica en Veterinaria del Centro de Cría Artificial, del Jardín Zoológico de La Habana. La muchacha sale de la jaula y nos cuenta que su nacimiento fue uno de los hechos más felices de los últimos tiempos.

Hacía muchísimos años que no se lograba un parto como el de la leoparda Maya, que tuvo dos crías, aunque solo el macho sobrevivió. Como la madre dañó a la hembra durante las primeras horas después del alumbramiento, el equipo de especialistas decidió brindarle los primeros cuidados a Owen en el Centro de Cría Artificial. Allí el felino conquistaría el afecto de Rachel, quien lo cuidó durante un mes en una habitación de su casa, teniendo el cuidado de no violar ninguna norma que interfiriera en su desarrollo.

«Tratamos de humanizar lo menos posible a los animales. El objetivo es que se reproduzcan y sigan el comportamiento natural. Queremos que Owen se sienta lo más salvaje posible», explicó Rachel, y aunque nos brindó muchos detalles, su historia la contaremos en otras páginas.

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Celia María Roque Trevilla es la directora de Bienestar animal del zoológico. Ella asegura que el cierre de la institución al público fue muy favorable para los animales exóticos porque disminuyó considerablemente el estrés.

«Los animales exóticos se estresan por ver a las personas —señala la especialista—, pero también porque muchos les gritan y les tiran cosas que los maltratan».

Explica que este año sin visitas se reprodujeron los chacales, los avestruces, el buitre leonado, y ahora están criando a mano tres pichones de lechuza.

«Trabajamos por brigadas para evitar que se propagara la COVID-19, pero no hemos parado —asegura—. Priorizamos el mantenimiento de los exhibidores de animales, y aumentamos los enriquecimientos ambientales».

La joven líder explica que los enriquecimientos ambientales buscan desestresar a los ejemplares para que no desarrollen conductas estereotipadas a las que son proclives a causa del cautiverio. Por ejemplo, cuando los felinos sufren estrés caminan de un lado a otro continuamente, hay monos que se ponen agresivos y empiezan a morder, y las aves se pueden desplumar.

La especialista detalló algunos enriquecimientos ambientales de tipo alimenticio: «A los animales carnívoros les congelamos la sangre que se entrega al zoológico para alimentarlos y les hicimos durofrío. También les poníamos presas vivas para que ellos desarrollaran la conducta de caza que tienen en vida libre; y a los mapaches y a la coatí les gusta mucho el pescado, así que les dimos gusto».

Otras de las acciones que desarrollaron fue la transformación de las condiciones del animal dentro del exhibidor. Afirma Celia María que «algunos animales se pueden aburrir, por eso a los monos les pusimos balancines de gomas, e hicimos un aparato por donde pueden entrar y treparse. Otro tiene
sillas, una mesa y un columpio. Para los animales trepadores, como el leopardo y los jaguares, los técnicos cogieron los troncos cuando se podan los árboles y les crearon otro tipo de andamio, y a los leones les pusieron palos para que puedan arañar».

La técnica en veterinaria Rachel González asegura que en el centro de cría artificial se trabaja para que los animales conserven sus conductas naturales. Foto: Maykel Espinosa

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El zoológico, durante todo este tiempo, volcó su promoción a las redes sociales. Juan Daniel Acanda Armas, especialista del grupo de educación ambiental, señala que de forma online compartieron videos de animales, información especializada y charlas a través del grupo de WhatsApp con los jóvenes voluntarios Guardianes del zoo; convocaron a concursos y preguntas de participación.

«También visitamos hogares de niños sin amparo familiar —dice el muchacho de 22 años—. Llevamos especies de menor tamaño como el majá de Santa María, el gavilán, el cocodrilo y los loros… para que sintieran cerca el zoológico».

Las acciones no se limitaron a las redes sociales o al extensionismo. Sus trabajadores renovaron el parque infantil (desde el drenaje del piso hasta la restauración de los aparatos recreativos) y las pérgolas que se alquilan para la celebración de cumpleaños. Todavía se labora en la reparación del tren educativo, cuya puesta en funcionamiento se prevé para los próximos días. También se están renovando las estaciones del tren y el anfiteatro.

Y entre las atracciones que encontró el público cuando reabrió la instalación estuvo el canopy, experiencia que despierta el espíritu aventurero de infantes y adultos. La opción es el resultado de los vínculos entre el zoológico y el Grupo Olix, pequeña empresa dedicada al diseño y construcción de parques de aventura.

«El objetivo es vincular al público con la naturaleza, y que participe en atracciones que no eran comunes en nuestro país», dice Yojanier Oliva Lao, titular del Grupo Olix.

Desde el 6 de octubre último, el zoológico ha recibido la visita de más de 12 000 personas. Y aunque su colectivo laboró sin descanso durante el aislamiento para embellecer la instalación, es precaria la oferta gastronómica, en la que sobresale la ausencia de confituras.

Así lo hace notar Raúl Lora García, director de la UEB Jardín Zoológico de La Habana, quien está consciente de que «toda la vida el público encontró aquí las confituras con precios muy por debajo de como se ofertaban en la red de comercio y gastronomía».

«Se nos planteó que no hay posibilidad de abastecimiento de confitura ni de productos del balance (cárnicos y harina) que antes recibíamos —explicó el director—. Por eso nuestra instalación abrió y solamente hemos tenido la oferta de espagueti para el almuerzo; y en cuanto a confituras, lo único que tenemos para ofertar es candyshop. No hay previsión hasta el momento de que vaya a entrar».

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Recién comienza la tarde y afuera una larga fila espera para entrar. Quizá mucho de lo que aconteció en el zoológico durante los meses previos a este no sea descubierto, como el pequeño Owen, que aún deberá esperar un tiempo antes de salir del Centro de cría artificial para estar a la vista de todos.

Pero lo que se ve, sin necesidad de ahondar mucho, es la necesidad de esparcimiento de una población infantil que no disfrutó el verano ni sus vacaciones al aire libre. Por ella, y por la familia en general, ha valido la pena todo el esfuerzo de los trabajadores de la institución durante este tiempo de pandemia.

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