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Cuba y Nicaragua: la hermandad en las ideas y en los sentimientos

El Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, llegó este lunes a tierra nicaragüense para participar en la toma de posesión del Presidente de la República de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra, y de la Vicepresidenta, Rosario Murillo. En ese hecho, dos pueblos vuelven a darse un abrazo.

Autores:

Alina Perera Robbio
Leticia Martínez Hernández
Yaima Puig Meneses

MANAGUA, Nicaragua.-Los hombres terminan pareciéndose al paisaje que los envuelve. Por cuenta de tal razón, los hilos de hermandad entre Cuba y Nicaragua parten de rasgos comunes como el limpio azul del cielo, el aire caliente y a veces abrasador, las palmas, el idioma, el mestizaje y la bondad.

La confluencia definitiva entre ambas naciones se da por el anhelo común de dignificar y emancipar al ser humano. El factor común que une a los dos países se llama Revolución; y cuando un suceso histórico que mueve hasta la suerte de las piedras es lo que emparenta, muy difícilmente la cercanía tenga reversión.

Con tal certeza tiene lugar este lunes la visita a la tierra de Augusto César Sandino, del Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, para participar en la toma de posesión del Presidente de la República de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra, y de la Vicepresidenta, Rosario Murillo.

No lejos en el tiempo –en diciembre pasado-, cuando la Mayor de las Antillas abrió sus puertas desde el Palacio de la Revolución en La Habana, a la XX Cumbre del ALBA-TCP (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos), el Presidente Daniel Ortega –poco antes de entrar a la jornada de intercambio con los representantes de las otras naciones que integran el ALBA-TCP- envió un saludo, a través de los periodistas, al «pueblo heroico de Cuba, pueblo de Fidel, de Raúl, de nuestro querido hermano, el Presidente Díaz-Canel»; y afirmó que «mientras esté el imperialismo ahí, la lucha continua».

Sus palabras tenían el timbre de lo familiar; y cuando allí también dijo que “realmente es una victoria el hecho de que estemos aquí reunidos; es una prueba de que no nos vendemos ni nos rendimos; estamos en la batalla, estamos firmes”, era como si estuviese hablando, por el énfasis insurgente y valiente, un hijo más de la Isla.

Camino hecho de convicciones y sentimientos, y que es de doble vía, es lo que mantiene conectadas a las dos naciones. Por eso, en marzo de 2019, Díaz-Canel Bermúdez –entonces Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, quien había asistido en Managua al 8vo. Encuentro de la Asociación de Estados del Caribe (AEC)- se refirió al país anfitrión como “tierra hermana de lagos y volcanes, tierra entrañable”.

Fue también el momento en que el dignatario cubano recordó que la guerra no convencional que el imperialismo estaba aplicando con saña a Venezuela, podría tener como blanco a cualquier otro país. Y así ha sido: Cuba y Nicaragua están juntas mientras, satanizadas, ubicadas junto con la tierra de Bolívar en el “eje del mal”, resisten las embestidas imperiales.

Ante los Jefes de Estado y Gobierno y Jefes de Delegaciones, ante todos los asistentes al 8vo Encuentro de la AEC, el Presidente Díaz-Canel Bermúdez evocó entonces al poeta cubano Nicolás Guillén, «voz singular entre las grandes voces de esta región», quien, dijo el Jefe de Estado, «dedicó al mar que nos une, un poema breve con el que me gustaría saludarlos».

Entonces Díaz-Canel Bermúdez recordó los versos titulados El Caribe:

En el acuario del Gran Zoo,
nada el Caribe.
Este animal
marítimo y enigmático
tiene una cresta de cristal,
el lomo azul, la cola verde,
vientre de compacto coral,
grises aletas de ciclón.
En el acuario, esta inscripción:
«Cuidado: muerde».

«De la cresta de cristal que hace frágil a nuestro Caribe, dijo hermosamente el mandatario, nos hablan estos versos de Guillén. Y también de la fiera que nos habita. Fragilidad y fiereza nos distinguen. Fragilidad y fiereza nos unen. Y en la unión, ya lo sabemos, está la fuerza».

Ese fue el momento de reiterar, de Cuba hacia Nicaragua, la solidaridad y el apoyo al Gobierno de Reconciliación y de Unidad Nacional de la República hermana. Tal convicción es correspondida, y la historia, llena de señales, se deja mirar para constatarlo: a Nicaragua fueron nuestros maestros –muchos cubanos están marcados por esa experiencia que no se detuvo ni siguiera cuando hijos nuestros fueron asesinados allí por la contrarrevolución; allí fueron nuestras mujeres, y los hombres, cuando la naturaleza golpeó con saña; hacia Nicaragua ha ido siempre el apoyo explícito de la Isla en cuanto foro internacional ha significado la oportunidad del acompañamiento.

Desde Nicaragua hacia Cuba han llegado siempre las corrientes de la hermandad y la ayuda tangible –como la recibida recientemente en alimentos e insumos médicos, hecha a la Mayor de las Antillas en los momentos de mayor azote de la COVID-19, agravados por el recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos.

Como gesto simbólico y hermoso, en el 2019 la Asamblea Nacional de Nicaragua acordó que cada 17 de abril, por ley, sea el Día de la Amistad entre ambos países. La fecha fue seleccionada en honor al piloto nicaragüense Carlos Ulloa, quien ofrendara su vida en las arenas de Playa Girón, en 1961, y de quien el General de Ejército, Raúl Castro Ruz, expresó que “murió defendiendo la Revolución Cubana, sabiendo que con ello defendía la Revolución de América”.

Gestos en el camino de la hermandad

En agosto del año 2013 Daniel Ortega extendió al Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, una felicitación por su cumpleaños. Fue esa la ocasión en la que el presidente Nicaragüense calificó al líder de la Revolución cubana “de optimista irredento, luchador inclaudicable y permanente”.

“Por usted, Fidel –expresó entonces Daniel Ortega- nos sentimos orgullosos de ocupar primeras líneas de luchas por derecho, cultura, ciencia y civilización rebosantes de humanidad (…). Sabemos que su grandeza está en las batallas, en el conocimiento, en la confianza, en la razón y en la emoción intensa de ese corazón suyo enamorado de la justicia y del amor”.

Sin dudas otro hito en la saga de hermandad fue el libro Un grano de maíz, del líder sandinista Tomás Borge, cuyo contenido es un diálogo entre el autor, amigo entrañable de Cuba, y el Comandante Fidel Castro. En los noventa del siglo XX, cuando el texto ve la luz, parecía que la historia había llegado a su fin. La mirada de Borge, resaltada en un artículo por la periodista cubana Arleen Rodríguez Derivet, deslizaba entonces que la Isla era para los hermanos nicaragüenses el faro que sigue siendo:

“En medio de la actual polvareda ideológica, que en unos ha provocado una euforia excesiva y en otros una lloradera insoportable, Cuba -acosada por los cambios de la geopolítica mundial, víctima de una campaña olímpica de desinformación, más bloqueada de lo que estuvo nunca ningún país- es objeto de pronósticos fatales.

“Hasta los amigos de la Revolución Cubana, que son más de los que cree, expresan algunas dudas sobre los resultados del juicio final; aunque dentro de ellos abundan los que mantenemos arraigada la convicción de que saldrá victoriosa en la descomunal contienda”.

A la muerte de ese fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), los líderes históricos de la Revolución Cubana extendieron condolencias por una pérdida que sintió en grande el pueblo nicaragüense. Sobre el triunfo del sandinismo, entre las ideas que han quedado recogidas para la historia, el Comandante en Jefe Fidel Castro valoró que no solo fue “la victoria frente a 45 años de somocismo; es la victoria frente a 150 años de dominación extranjera en el país, es la victoria alcanzada sobre siglos y siglos de conquista, de explotación y dominio extranjero; porque si algo puede asegurarse es que por primera vez, ¡por primera vez!, ha sido totalmente libre e independiente el pueblo de Nicaragua en toda su historia”.

Hay otro momento estremecedor, que ofrece la dimensión de la hermandad entre ambas patrias: son las palabras que pronunciara el mandatario Daniel Ortega, en 2016, durante la velada que tuvo lugar en La Habana por la desaparición física del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz:

-¿Dónde está Fidel?, preguntó Ortega.

-Aquí… -exclamó entonces la multitud.

-¿Dónde está Fidel?, insistía él.

-Aquí… -exclamó con mayor fuerza la multitud. Y comenzó a escucharse, en medio de la noche cerrada, de solo una estrella, una ovación: “Yo Soy Fidel”. La frase se repetía una y otra vez.

-Duele –expresó el hermano nicaragüense- claro que duele ese tránsito, tránsito a la inmortalidad. Y Fidel está en estos muchachos y muchachas, en esta juventud, viene creciendo con los niños, Fidel, está en la conciencia y en el corazón de las mujeres cubanas, de los obreros, de los agricultores, de los técnicos, profesionales, científicos. Está en la conciencia de ese gigantesco capital humano que forjó Fidel con el pueblo de Cuba.

“Tuve el privilegio, y digo gracias a la vida que me ha dado tanto: año 1967, vine por el Frente Sandinista al Cuarto Congreso Latinoamericano de Estudiantes, la OCLAE, y (…) la gran sorpresa: no nos esperábamos, nos invitaron a esta Plaza, y nos sentaron en la tribuna, a pocos metros de Fidel, y ¿quién acompañaba a Fidel en ese momento, como invitado de honor? Salvador Allende (…). El doctor Salvador Allende, que estaba apostando en esos tiempos más duros de la siembra por la vía pacífica para la toma del poder, y Fidel no dudó en apoyarlo, y ya conocemos la historia, tiempos terribles, en ese largo periodo de dolor de nuestra América en el siglo XX.

“(…) Después de Cuba, fue Nicaragua. Y fue Fidel, y Raúl, y este pueblo entrando victorioso el 19 de julio de 1979, allá en Managua. Fue la última Revolución triunfante del siglo XX, y luego vino la desintegración de la Unión Soviética, generosa, noble, solidaria, el punto de balanza en nuestro planeta frente a las amenazas expansionistas del imperialismo, y vino el periodo especial, y recuerdo que Fidel me invitó allá por el año 1991 a Santiago (de Cuba).

“(…) Ahí no existía (…) la palabra concesión, ahí no existía la palabra rendición, sino que se trataba de reafirmar este proyecto hermoso, solidario, socialista, reafirmarlo, fortalecerlo, ser más creativos y avanzar, como lo ha logrado hacer Hugo (Chávez).

“(…) El cambio que ya se produjo en América Latina y el Caribe es cualitativo, es irreversible, y no habrán amenazas, ni sanción, ni bloqueo que vengan a destruir esta unidad latinoamericana y caribeña que de por sí ya significa una nueva actitud, una nueva bandera de independencia, de soberanía para los pueblos de nuestra América y el Caribe.

“(…) Quiero manifestar todo nuestro amor, amor infinito, sin claudicaciones y con toda la solidaridad para este pueblo heroico, para este pueblo valiente que estamos seguros seguirá defendiendo las ideas de Fidel”.

En ese tono de firmeza y confianza mutuas, ambas naciones - conscientes de los gigantescos desafíos que tienen por delante- siguen cultivando una hermandad cuyos signos y raíces están profundamente anclados en el sentir de dos pueblos que hoy, con la llegada del Presidente Díaz-Canel a Managua, vuelven a darse un abrazo.

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