Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Hacen falta más periodistas incómodos

No existe un periodismo provinciano, solo hay que saber cómo hacer trascender lo local, afirma Roberto Pérez Betancourt, premio nacional de Periodismo José Martí

Autor:

Hugo García

MATANZAS.— «Hay cosas con las que no estoy de acuerdo, que no las admito y defiendo mis puntos de vista hasta que alguien me convenza de lo contrario. Por eso nunca hice concesiones ni por dinero ni posiciones».

Roberto Pérez Betancourt posee una cultura de trabajo intensa. «Siento una imperiosa necesidad de trabajar, no trato de vivir de la jubilación», recalca.

Al reconocerlo entre los periodistas icónicos de la Isla, luego de conferírsele el Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la vida, insiste en que es muy desagradable ejercer una profesión sin que te guste.

Con agudeza ha escrito de un abanico de temas, como las relaciones Estados Unidos-Cuba, el bloqueo, asuntos económicos, política internacional, culturales, deportivos…

«Siempre me preparo con profundidad y estudio bien el tema», nos dice. «Hay que estudiar mucho; si vamos a escribir de agricultura tenemos que buscar literatura especializada sobre esos temas. Siempre desde la nube hasta el microbio, como decía Martí.

«Es verdad que me han encasillado como un periodista incómodo, porque autocríticamente me considero un periodista irreverente, en el sentido de que he empujado muchas puertas cuando me las cerraban», afirma, y subraya que hacen falta más periodistas incómodos.

Este hombre de estatura pequeña, que se jubiló en 2000 a los 60 años de edad, continúa en la vorágine del diarismo aprovechando las nuevas tecnologías.

Desde niño, con solo ocho años, su madre le preparaba frituras y café, y él los vendía en obras de la construcción y otros sitios de La Habana: «Pasé la primaria y secundaria trabajando toda la mañana, y a la una de la tarde iba a la escuela. Por eso sé lo que es el capitalismo y la explotación».

Articulista, cronista y comentarista. Admira al ya desaparecido Julio García Luis porque siempre lo consideró un profesional ecuánime, inteligente y mesurado a la hora de emitir criterios. Roberto ha impartido clases de Periodismo en la Universidad de Matanzas, en las asignaturas Metodología de la Investigación Científica, Periodismo Literario, y Ética y Deontología. Cumplió misiones internacionalistas en Angola y Nicaragua. Ha asumido una actitud ante la vida consecuente con sus limitaciones físicas, pues dos veces estuvo su salud muy maltrecha, pero sigue activo.

«Quisiera que me recordaran como soy, un “buena gente”. Este Premio bien se lo pudieron entregar a muchos colegas que cuentan con méritos suficientes.

«Aunque tengo dos libros publicados e igual número inéditos, siempre he querido trabajar más el periodismo literario, buscar los detalles trascendentes. Si tienes vocación por esta profesión debes hurgar, analizar, investigar, desechar el periodismo fácil, que es cuando se copia todo lo que te dicen y lo publicas en una nota sin buscarte problemas con nadie.

«En el periódico El País trabajé y conocí este oficio. En las tardes, el primer periódico que lograra sacar la lista de la lotería era el que más se vendía. Yo me quedaba de madrugada y practicaba, porque el regente del taller tenía la potestad de poner a los operarios más rápidos.

«Aunque era diseñador y linotipista, aprendí el lenguaje de la tipografía desde el punto de vista de la comunicación; primero como formatista dominé el diseño gráfico, y poco a poco me adentré en el periodismo. En aquella época lo que más dinero le daba al periódico eran los materiales policiacos en las páginas de crónicas rojas y las sociales con sus anuncios.

«El concepto de crónica roja es peyorativo porque vienen a la mente los hechos sangrientos y delictivos para vender el periódico. Cronistas especializados en esos temas exacerbaban esa situación.

«Sí creo que el relato de los aconteceres sociales es imprescindible para que la gente se entere de los hechos delictivos, porque entra en contradicción lo que publica la prensa con la realidad del barrio. Pienso que hay que publicarlo todo con objetividad, y los nombres de los implicados se publicarían cuando los juzguen.

«Como tipógrafo guardo muchos recuerdos emocionantes. Trabajaba de día en la Imprenta Nacional y luego de madrugada en el periódico Hoy. Cuando la Ley de Reforma Urbana, aquello fue un bombazo para la sociedad, porque de la noche a la mañana se le rebajaron los alquileres al pueblo en un 50 por ciento. Nos reunieron y dijeron que había que sacar esa noticia a la calle lo más rápido posible. Todos en el taller salimos a la calle con un bulto de periódicos, a vocear y venderlos.

«Siempre le he dado mucha importancia a la síntesis de la titulación. Me adentré en el mundo del periodismo y hacía mis notas; incluso el partido en que militaba (PSP) me mandó a estudiar Administración de empresas a mediados de 1961, pero siempre me gustó el periodismo. Después de eso dirigí la Jarcia, una entidad dedicada a la fabricación de sogas y cordeles en Matanzas.

«Me pidieron que viniera a ayudar en el taller del periódico en Matanzas. Asesoré a los compañeros y durante seis meses estuve de regente del periódico Girón. En ese período me interesé con más fuerza por el periodismo y empecé a escribir en la página deportiva. Trabajaba como formatista y redactaba las notas deportivas, además de editar los trabajos que llegaban a la Redacción y cubrir eventos, como los juegos de pelota.

«Después me propusieron matricular la Licenciatura en Periodismo en la Universidad de La Habana. Fue una etapa maravillosa: iba una vez a la semana».

—¿Por qué su inclinación por el deporte?

—Desde chiquito me gustaba la pelota; jugaba en el barrio cada vez que podía. Sufro mucho con la pelota, porque es un tema de los que más se vende en la prensa y mucha gente lo busca. También pescaba submarino y practiqué el voleibol, a pesar de mi estatura. Ahora camino mucho para estar en forma.

—¿Ha sufrido censura al escribir?

—Muchas veces. Recuerdo un reportaje titulado Dinero en el basurero, que la Agencia de Información Nacional mandó a consultar y nunca se publicó. Se trataba de un trabajo en el basurero de la ciudad de Matanzas, adonde se mandaban muchos materiales que eran utilizables y un grupo de personas los comercializaban, en contubernio con quienes los botaban.

«La polémica, la réplica y la contrarréplica, maneras de ejercer el periodismo, escasean en nuestra prensa. El periodismo no puede estar ajeno a las controversias, ejerciendo la crítica y el análisis; si no eres especialista de un tema, lo buscas».

—¿Cuál es el reto ante la oleada de las redes sociales?

—Cumplir con los principios de nuestra profesión: ser concisos y objetivos. No se puede faltar a la verdad, pero hay que decirla toda, porque en el periodismo puedes omitir cosas y en ese caso no faltas a la verdad, pero sí faltas a la ética.

«El periodista tiene que ser el corresponsal del mundo dondequiera que trabaje y tratar de buscar los ángulos y hechos informativos, sin autocensurarse.

«A nuestro periodismo le falta la aplicación práctica de la teoría que enseñamos. Ahora se convierte en noticia la presidencia de cualquier evento, un estilo que se ha retomado negativamente en la prensa».

—¿Coincidió con Fidel en algún momento?

—Con Fidel realicé algunas coberturas circunstanciales cuando venía a Matanzas. Recuerdo cuando trabajaba como tipógrafo en el periódico Hoy. Yo hacía cuatro páginas, entre esas la portada… eso era al principio de la Revolución. Fidel nos visitaba casi todas las noches. Se editaban muchos periódicos y había contradicciones desde el punto de vista ideológico entre quienes editaban esos diarios. El diario Hoy era del PSP y Revolución pertenecía al Movimiento 26 de Julio. Fidel se interesaba cada noche en lo que se iba a publicar en la mañana siguiente. Se ponía a mi lado, al pie de la página, y me pedía que le leyera. Yo le sugería hacerle una prueba de plana y él insistía en que le leyera así mismo. ¡Imagínate, las letras del tipógrafo se montaban al revés! Al final me pedía que le sacara una prueba de plana.

«En uno de aquellos recorridos suyos por Matanzas yo estaba con una grabadora colgada al cuello y le hago una pregunta a Fidel. De pronto me dice: «¿Tú no eras el muchachito aquel del periódico Hoy?». Eso me impactó, que él se hubiera quedado con la imagen del joven que le leía la tipografía en plomo en la imprenta».

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.