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Desafíos maestros

No pocos retos enfrentan las escuelas pedagógicas en Cuba, a las que hoy asisten más de 27 000 alumnos. Creer que es imposible mejorarlas sería un pecado capital

Autor:

Osviel Castro Medel

BAYAMO, Granma.— Ellos están en el aula, pero han visto partir a no pocos compañeros. Unos cuantos han enfrentado dilemas, superado miedos, crecido antes de lo que suponían.

Son los alumnos de las 29 escuelas pedagógicas de Cuba, que hoy suman más de
27 000 y que tendrán un peso importante en la educación del país, no exenta de críticas y problemas.

Sin embargo, como bien señalaba hace unos días la ministra del sector, Naima Ariatne Trujillo Barreto, educar no solo depende de la escuela, pues la familia, la comunidad y otras instituciones deberían aportar a un proceso que sobrepasa la enseñanza.

Paradójicamente muchos padres quieren que sus hijos reciban clases de mejores maestros, pero les dicen que «ni se atrevan» a estudiar una carrera pedagógica.

Así lo reconoce la tunera Naseri Silva Licea, de la escuela Rita Longa, aunque ella expresa que sus progenitores sí estuvieron de acuerdo con su deseo de formarse como educadora.

«Estoy en cuarto año, imparto Educación Artística a alumnos de séptimo grado y me encanta. Creo que los futuros profesionales de las aulas debemos ser como la profesora Amalia, de la serie televisiva Calendario», dice.

Ella admite que en ocasiones no son los padres, sino las amistades o los conocidos quienes incitan a alejarse del magisterio. A esas presiones y a otras espinas tienen que sobreponerse los educandos.

Lunares y luces

¿Qué necesitan mejorar hoy las escuelas pedagógicas cubanas? ¿Cuáles son sus luces y sus sombras? Estas preguntas sirvieron como incentivos a Juventud Rebelde para acercarse a un tema trascendental de la nación.

Entre los entrevistados, asistentes al noveno encuentro nacional de este tipo de instituciones, nacieron distintos criterios: desde aquellos que señalaron, sorprendentemente, que «todo está bien», hasta quienes expresaron que era preciso «cambiar muchas cosas».

Mejor alimentación, más tiempo de práctica docente, profundizar en la sicología infantil, recibir clases superiores del idioma inglés, perfeccionar la recreación, realizar reparaciones o mantenimientos en las escuelas y tener una orientación más precisa sobre problemas actuales (como el embarazo y las relaciones de pareja) fueron algunas de las transformaciones sugeridas por los
alumnos.

«No deberían faltarnos profesores, mucho menos de Inglés, expone Bárbara Gabriela Sam Pérez, de la escuela pedagógica Rubén Bravo, de Bayamo, una de las mejores del país.

Buscar una formación cada vez más integral de sus estudiantes es uno de los retos de las escuelas pedagógicas. Fotos: Yanelkys Llera Céspedes

«Hay que salir con una preparación integral más elevada», resumía Liannis López Figueredo, egresada de ese propio centro.

Al respecto, la Doctora en Ciencias Pedagógicas Yaquelín González Román, jefa del Departamento de formación pedagógica y actividad de ciencia en la Dirección de Educación en Granma, apunta que otros organismos y organizaciones deben participar en la preparación general de los estudiantes.

«Uno de los elementos más importantes es la retención escolar y en eso vale mucho la atención que se les brinda, no solamente en la preparación docente, sino también en la calidad de vida de cada una de estas instituciones», expresa.

La profesional refiere que entre los asuntos que no deben descuidarse está el embarazo en la adolescencia, «a partir de las muchachas que hoy tenemos embarazadas, paridas o casadas en estas escuelas». Pero, como se conoce, uno de los graves problemas del presente es el acceso a los anticonceptivos. 

La emigración, los claustros incompletos, la falta de motivación de algunos estudiantes y educadores, y la deserción escolar también fueron señalados como dificultades que enfrenta la pedagogía cubana.

Entre las virtudes se habló de la existencia de buenos tutores, incondicionalidad y sentido de pertenencia de muchos profesores y «la disposición de los estudiantes de cuarto año de incorporarse a tiempo completo para suplir el déficit de educadores», como explica Yaritza Creach Martínez, directora de formación del personal docente del Ministerio de Educación.

La directiva acotó que se destacan, además, la integración con la Educación Superior, el trabajo cohesionado de los grupos multidisciplinarios y contar con el acceso asegurado a la continuidad de estudios en las universidades al egresar de las escuelas pedagógicas.

De cualquier modo, para mejorar se ha de mirar primero los lunares.

La difícil práctica

La primera clase que impartió apenas duró diez minutos, los nervios y el temor de enfrentarse al aula lo vencieron. En cambio, con el paso de los días, fue ganando confianza y hoy Richard Lázaro Vega Miranda, estudiante de cuarto año de la escuela pedagógica de Sancti Spíritus Vladislav Volkov, dice sentirse cómodo frente a los estudiantes.

Él, ganador del concurso nacional de Matemáticas en el evento de escuelas pedagógicas, confiesa que en su camino encontró profesores que le recomendaron estudiara en el preuniversitario para ingresar en una carrera distinta al magisterio.

Su coterráneo Leinier Zubiaurre Piña, segundo lugar en el concurso de ortografía del referido certamen, subraya que los retos para un maestro en formación son múltiples e incluyen ganarse el respeto de los estudiantes, algo que no es tan fácil en la secundaria básica pues la edad de por medio suele ser muy poca. Esta idea la apoya la tunera Heidi
Marlen Basulto, de la especialidad de Inglés.

Por su parte, Roberto Lázaro Carmenate, estudiante de cuarto año de la escuela Nicolás Guillén, de Camagüey, opina que «impartir clases en secundaria resulta complejo, porque un grupo de alumnos tiende a regarse». Él agrega que le tocó el octavo grado y su asignatura, Física,
«la veían con poca utilidad. Hoy creo que muchos la miran diferente, ven que se aplica en casi todo, me respetan y no ha sido por llevarlos a paso de conga, sino por el ejemplo personal, que es muy importante en la educación. He tenido mucha ayuda de mi tutor».

Otros, como Mariam de la Caridad Corso Díaz, de la escuela pedagógica Octavio García, de Cienfuegos, han asumido la tarea de educar a niños de la primera enseñanza. «He seguido la historia de mi mamá, Lucía de la Caridad, que lleva muchos años trabajando en círculos infantiles. Por ella me hice maestra y ahora que lo vivo en la piel me doy cuenta de lo difícil que es, aunque no me arrepiento», comenta.

Finalmente, Yeison Illareta Muñoz, de la «Manuel Ascunce», de Santa Clara, enfatiza en que lo más complicado es lidiar con diversas personalidades, especialmente cuando son niños. «Hay que saber tener carisma, ganártelos y mantener la calma. Se dice fácil, vivirlo es lo complicado».

Epílogo

No existen fórmulas mágicas, menos en los tiempos de estrechez que vivimos, para convertir en maravillas inmaculadas las escuelas pedagógicas, pero lo peor sería cerrar los ojos y creer que es imposible mejorarlas.

De momento, necesitan una mirada multisectorial que las ayude a levantar en lo físico y en lo espiritual. Que la «atención diferenciada» no se vuelva expresión vana. Que no caigamos en la crítica destructiva, sino en el señalamiento para construir. Que el facilismo o la promoción engañosa no sean las sendas. Que impere en ellas, a pesar de todo, la virtud.

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