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La unidad, el Che y el futuro

A 60 años de la constitución del Comité Central del Partido y la carta de despedida del Che, el legado de aquellas jornadas de parto y admiración sigue concitando a preservar sus esencias

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

 

El 3 de octubre de 1965, entre los aplausos de los presentes en el entonces teatro Chaplin, actual Karl Marx, Cuba asistió a la consumación de la unidad, esa que es hasta hoy tabla salvadora y niña de los ojos de nuestra Revolución.

No sin pocos enfrentamientos, luego de un intenso y hasta conflictivo proceso de unificación de las fuerzas revolucionarias que habían llevado al triunfo de enero de 1959, en aquella jornada crucial, durante el discurso de clausura del Congreso del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), el primer ministro Fidel Castro Ruz anunció que el PURSC adoptaba el nombre de Partido Comunista de Cuba y daba a conocer la composición de su primer Comité Central.

Se sellaban seis años de empeños en los que las concepciones políticas que sustentaban las transformaciones iniciadas en 1959 debieron convencer al pueblo, hombro a hombro, en vínculo estrecho desde las más disímiles tareas, de la valía de su apuesta por la justicia social junto a los humildes.

Fieles a la tradición heredada, de que solo desde la unidad era posible el logro de los intereses nacionales, en 1961 se habían creado las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI): conformadas por el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, liderado por Fidel; el Partido Socialista Popular (PSP), cuyo secretario general era Blas Roca, y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, dirigido por el comandante Faure Chomón.

Con ese impulso vital y tras vencer errores de sectarismo por parte de miembros de la dirección del antiguo Partido Socialista que intentaron relegar dentro de las ORI a todo el que no fuera miembro de esa organización, el 26 de marzo de 1962, como una nueva etapa en la concreción del Partido unitario de la Revolución, se decidió denominar aquella estructura como Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba. Así se inició la construcción del Partido Comunista de Cuba.

Crisol y legado

Por eso, en la solemnidad de aquella noche del 3 de octubre, Fidel no dudó en calificar lo que acontecía como «... uno de los pasos más trascendentales en la historia de nuestro país, (…) el momento histórico en que las fuerzas unificadoras fueron superiores a las fuerzas que dispersaban y dividían».

Con ese alto grado de cercanía y organización en torno a las ideas revolucionarias, como quien siembra una semilla y la protege de egoísmos y amenazas, quedó constituido el nuevo Comité Central (CC), que estuvo integrado por cien compañeros, representativos de la historia más reciente del país.

Al frente de aquel CC estaba el Buró Político que integraron Fidel, Raúl, Osvaldo Dorticós, Juan Almeida Bosque, Ramiro Valdés, Armando Hart, Guillermo García y Sergio del Valle Jiménez.

«No hay episodio heroico en la historia de nuestra patria en los últimos años que no esté ahí representado; no hay sacrificio, no hay combate, no hay proeza —lo mismo militar que civil— heroica o creadora que no esté representada», argumentaría Fidel.

Y esa representatividad, que desde entonces es sinónimo de las estructuras partidistas, baluarte y crisol de nuestra unidad, es también alto legado de aquel 3 de octubre para el presente y futuro de Cuba.

Los dos primeros acuerdos de aquel Comité Central aclamado de forma unánime, fueron tomar el nombre de Partido Comunista de Cuba, y fusionar los periódicos Revolución y Hoy, para crear uno nuevo que llevaría el nombre de Granma, «como símbolo de nuestra concepción revolucionaria y de nuestro camino».

Ecos de un adiós

Octubre concretaba el liderazgo explícitamente comunista de la Revolución Cubana. Pero el comunista Che, que
vivió intensamente la fusión de las organizaciones revolucionarias, uno de los constructores del PURSC, no estaba entre los miembros del nuevo Comité Central.

Desde meses antes el pueblo notó su ausencia. También el enemigo, que propagó rumores de todo tipo, entre ellos el de que había sido asesinado por sus propios compañeros. Por eso a la hora de constituir al Comité Central era preciso frenar las calumnias, urgía explicar por qué el Comandante Ernesto Guevara no estaba en sus filas.

En realidad, el Che estaba al frente de un destacamento internacionalista en el Congo belga, junto a los seguidores del asesinado primer ministro Patricio Lumumba.

«Hay una ausencia en nuestro Comité Central —dijo Fidel— de quien posee todos los méritos y todas las virtudes necesarias en el grado más alto para pertenecer a él y que, sin embargo, no figura entre los miembros de nuestro Comité Central».

Con la voz entrecortada por la emoción y en medio de una indescriptible tensión dramática, Fidel dio lectura a la Carta de despedida del Guerrillero Heroico, entregada desde abril de 1965, con la que en 605 palabras el Che sintetiza sus vínculos con Cuba durante casi diez años, sus fraternales relaciones con el líder revolucionario y con un pueblo que, reconoce: «ya es mío».

Aquella misiva marcó el fin de la presencia física del Che en Cuba, mas, lo convirtió en símbolo de lealtad, internacionalismo, antimperialismo y compromiso.

Carta del Che

Fidel leyendo la carta de despedida del Che. Foto: Archivo de JR

“Año de la Agricultura”

Habana

Fidel:

Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos. Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.

Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución Cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.

Hago formal renuncia de mis cargos en la dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de Cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.

Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario. Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en tí desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente claridad tus cualidades de conductor y de revolucionario. He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.

Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.

Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y de dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos… y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté, esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.

Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para tí. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario Cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.

Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.

Hasta la victoria siempre. ¡Patria o Muerte!

Te abraza con todo fervor revolucionario

Che

 

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