Pacientes de diversas edades han acudido al hospital móvil donado por la India a Cuba, como ayuda solidaria tras el paso del huracán Melissa. Autor: Ibrahín Sánchez Carrillo Publicado: 18/11/2025 | 10:23 pm
RÍO CAUTO, Granma.— La gente llega en un goteo constante. Algunos van en las llamadas cativanas (carruajes tirados por caballos), otros a pie; muchos con las huellas del huracán Melissa aún frescas en sus ropas y en sus miradas.
Bajo un sol inclemente, la fila de personas sentadas en bancos largos va avanzando frente a las carpas grises y blancas de un hospital de campaña donado por la India y que se ha emplazado en la comunidad de Viviendas Campesinas, justo en el patio del hogar materno Celia Sánchez.
En la cola, las conversaciones retratan la magnitud de la tragedia reciente: «El agua nos llegó al techo», cuenta un hombre. «Yo pensé ver todo esto ahogado», dice un segundo. «Ni en el 2007, cuando el ciclón Noel hubo tanta inundación. Yo tuve que correr con las dos niñas», refiere una mujer. Esas cicatrices psicológicas no parecen afectar a los médicos que, bajo las lonas, auscultan, atienden, trabajan sin distracción.
De las paredes a las lonas
El doctor Adonis Frómeta Guerra, director del hospital Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, coordina las acciones con la experiencia de quien sabe que cada minuto cuenta. «Este hospital está diseñado para atender en zonas de guerra», explica mientras mira los equipos de alta tecnología, «pero lo hemos adaptado a las circunstancias. No es fácil pasar de una estructura prefabricada a una tienda de campaña», expresa.
La tecnología del centro marca la diferencia. Cuenta con equipos de rayos X y ultrasonido portátil, además de un laboratorio moderno que entrega resultados en 20 minutos, y todo eso permite diagnosticar con rapidez enfermedades como el dengue y la leptospirosis, que suelen aparecer después de las inundaciones.
«Hemos conformado cuatro equipos de trabajo que laboran de manera rotatoria», explica Adonis. «El hospital trabaja las 24 horas del día. Vamos a estar aquí hasta que sea necesario», agrega. Cada equipo incluye ocho especialistas, cuatro enfermeros, un licenciado en Radiología y un licenciado en Laboratorio. Ellos atendieron a más de 120 pacientes en las primeras 72 horas.
Entre los profesionales, el intensivista de Jiguaní Pavel Jorge confiesa que nunca imaginó trabajar en condiciones de campaña. «Consultamos a un anciano de 81 años que estaba deshidratado y con síntomas de chikungunya», relata. «Lo tuvimos que remitir a Bayamo. Son momentos que te marcan profundamente».

El centro asistencial posee tecnología de punta, que permite diagnósticos rápidos y eficientes. FOTOS: Ibrahín Sánchez Carrillo.
En el área pediátrica, el doctor Robiel Rosales Pérez, de apenas 27 años, residente de tercer año en el hospital bayamés General Luis Ángel Milanés, atiende a tres niños con arbovirosis. «Los familiares están muy agradecidos», comenta mientras examina a un pequeño paciente. «Ha sido una experiencia memorable y gratificante. Venir a este municipio que tanto ha sufrido es algo singular», expone con la mirada puesta en el horizonte.
La enfermera Malianny Ávila Parra, riocautense de 21 años, representa el vínculo emocional con la comunidad. Para ella ha sido una experiencia gratificante porque ve la acogida que ha tenido este hospital móvil entre las personas que conoce desde hace mucho tiempo.
Un estímulo
No en balde el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, visitó el centro asistencial el pasado viernes. Deseaba constatar personalmente el trabajo que se realiza allí, por encima de cualquier adversidad. Su recorrido por las diferentes áreas, junto al miembro del Buró Político, el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, representó un estímulo al esfuerzo colectivo.
Ellos vieron la actividad incesante de médicos y paramédicos, esos que a lo largo del día no paran y reciben el reconocimiento abierto o silencioso de pacientes y acompañantes.
Ahora mismo Geovani Naranjo, de 51 años, quien tiene fiebre; o Edisleidis Pérez Vega, con dolor en la mano derecha, encuentran en estas carpas la atención que necesitan, sin aspavientos ni estridencias.
Mientras pasan las horas, nuevas historias llegan a las pequeñas tiendas de campaña. Una madre con su bebé de meses, un agricultor con una herida infectada, un anciano con síntomas de deshidratación. Todos encuentran aquí a profesionales dedicados, que han convertido estas lonas en más que un hospital.
Donde las inundaciones de Melissa quisieron escribir una historia de desolación, las batas blancas que permanecen debajo de las carpas demuestran que la vida, pese a todos los problemas, puede abrirse paso y triunfar.
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