Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La lucidez de una merienda

Autor:

Juventud Rebelde

La reflexión y el debate sobre la literatura que hoy se escribe para niños y jóvenes son una constante en las Ferias Internacionales del Libro cubanas; este espacio de pensamiento no concluye con el cierre de este evento en la capital

Siempre que Enriquito Pérez Díaz (director de Gente Nueva) y su tropa de duendes y hacedores de sueños se reúnen en la Feria Internacional del Libro de La Habana, para repartir «Una merienda de locos», no puedo evitar sumármeles y reflexionar junto a ellos acerca de los destinos de una literatura cada vez más apreciada y respetada en la Isla.

Atraída por la magia de un bosque encantado que escapó de un libro de José Manuel Espino y echó raíces en La Cabaña, detuve mi andar ferial en este evento teórico, que durante tres días reunió, en la capital, a lo mejor de nuestros escritores, diseñadores, editores e ilustradores de libros para niños y jóvenes.

Fueron los infantes los primeros en tomar la palabra. El recuerdo de sus caritas relucientes, incitando a los adultos a que escriban para ellos y diciéndoles cómo hacerlo, inspira estas líneas, nacidas también del deseo de contribuir, de algún modo, a impulsar el desarrollo de una literatura, que tiene mucho de divertimento y, en la que aún queda un largo trecho por andar. Sobre todo en cuestiones relacionadas con la promoción de lo que se está haciendo, pues lamentablemente es insuficiente el conocimiento de lo que se publica en la región.

Lo prueba, por ejemplo, algunas de las intervenciones de nuestros niños y niñas en el panel El libro que soñamos leer. Aun cuando muchos demostraron ser voraces lectores, no tienen un dominio del vasto espectro de la literatura infantil cubana y latinoamericana, como bien comentó en otro contexto Esteban Llorach, premio nacional de Edición, quien llamó la atención sobre la necesidad de tener en las bibliotecas libros infantiles y juveniles escritos por autores latinoamericanos.

Eventos como la Feria Internacional del Libro posibilitan la circulación de cientos de ejemplares y el intercambio con autores de otras naciones del mundo que vienen a presentar sus textos y nos hablan de ellos. Sin embargo, es tanta la producción actual que resulta complejo reproducir lo más representativo, por no hablar de toda la buena literatura que para este público se publica en la región.

«No obstante, tenemos que aspirar a hacerlo, porque no se puede hablar de un lector futuro sin fomentar el hábito de la lectura, en las primeras edades. Son los escritores de literatura infantil y juvenil quienes establecen la primera línea de la Revolución en el campo de las ideas», subrayó Llorach.

Rostros de América

Mostrarse auténticamente, sin permitir estereotipos que menoscaben o determinen el camino de este movimiento literario, es otro de los retos que actualmente enfrentan los escritores de textos para niños, niñas, adolescentes y jóvenes.

«Debemos ir a la raíz, a la savia, crear un bosque para esta literatura que es en este momento una de las más múltiples, en cuanto a voces, tendencias, posibilidades.....», afirmó el matancero José Manuel Espino.

Soy partidario, expresó el multipremiado escritor, de colorear el mundo, sin dejar de mostrar las zonas grises. «Pero haciéndoles sentir a los infantes, por lo menos en las primeras edades, que la vida es una ronda, aunque después descubra lo contrario».

Un autor para niños, precisó, tiene que dejarse sorprender y pensar como el niño de hoy, que es muy distinto del que una vez fuimos nosotros. Hay que renovarse cada día, y no dar nada por sentado.

Al llamado de Espino se sumaron muchos de los participantes en esta merienda para la lucidez. Es importante, decía el colombiano Luis Darío Bernal, unirse en el rescate de lo nuestro, e imbuirnos en la búsqueda del rostro de nuestra América, rica y diversa, como único modo de sanación, expresó el autor de títulos como La Batalla de la luna rosada, uno de los minilibros presentes en esta edición de la Feria.

El encuentro, que toma el nombre del título de uno de los capítulos de Alicia en el País de las Maravillas, facilitó también el debate en torno al impacto de las nuevas tecnologías. Prevalecieron en tal punto, opiniones como la de Enid Vian, premio Casa de las Américas 1979 en literatura infantil, quien señaló la necesidad de crear un libro atractivo, reflexivo y crítico de la realidad. Un producto literario que conduzca a las nuevas generaciones hacia lecturas más sustanciosas.

No podía faltar en este encuentro el análisis de lo que sucede con los escritores para niños y jóvenes en la mayoría de las naciones latinoamericanas, cuya situación contrasta con la de sus homólogos cubanos.

Mientras en la Isla se imprimen miles de ejemplares, con una altísima demanda, y existe un reconocimiento a estos autores a todos los niveles, en muchos países de Latinoamérica a estos creadores se les ve solo como un buen negocio para las editoriales. La labor que realizan es intensa y poco reconocida, a pesar de que esta literatura es la que más vende, y por tanto, la más leída.

De ahí que sea tan importante la existencia de premios como el Casa de las Américas, que contribuye a edificar la literatura para niños y jóvenes que queremos ver en nuestros días, al tiempo que ofrece referentes y brinda la oportunidad de leer lo mejor del continente.

Chile, aseguró Manuel Peña, se ha sumado al empeño de enaltecer esta «literatura sin edades, que es el mejor apellido que puede tener», como suele decir José Manuel Espino. Editoriales como Alfaguara y SM brindan su apoyo a estos autores y se les estimula con premios y concursos como El Barco de Vapor. Para 2010, anunció el escritor chileno, se prevé el primer Congreso de Literatura Infantil Latinoamericano, para escritores y editores del área.

Entre rondas, debates, intercambio de experiencias confesiones, narraciones orales y presentaciones de libros, transcurrió esta merienda de Gente Nueva, devenida en espacio abierto a la imaginación. No faltó en ella, además del necesario intercambio, la propuesta de estrategias que ayuden a multiplicar voces y crear una biblioteca común para todos los niños del continente.

Varios días han transcurrido desde el momento en que tuve la oportunidad de «probarla» y aún conservo su sabor. Principalmente por la validez de las intervenciones y la frescura con que locos bajitos y grandes compartieron sueños y convocaron a tendernos las manos y conocernos mejor, que es, en esencia, uno de los valores de la Feria Internacional del Libro cubana.

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