Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Entropía

Autor:

Celima Bernal

Yanira Muñoz García trabaja en Telepinar. Es hija de una querida amiga. Por cierto, recuerdo que cuando nació, el nombre de nadie comenzaba con ye. Luego vino la moda. Pues sí, a lo que iba, me llamó ayer para solicitarme una entrevista. Aclaró: No vamos a causarle ninguna entropía en la casa. Creí que era uno de esos vocablos inventados que usamos familiarmente, a veces. De cualquier modo, lo busqué de inmediato; lo hago siempre. ¡Qué vergüenza!: la palabra aparece registrada en el DRAE. Significa, entre otras acepciones, índice de desorden. Como decía aquella canción: «… una no sabe nunca nada…». Bueno, al menos yo. Lo peor sucedió al comunicarme con su hermana Xenia, para disculparme por haber pensado mal, y esta me aclaró aún más que la RAE: «Sí, se usa mucho en ciencia ficción. Hay incluso un cuento que se llama Una gigantesca entropía. Hasta del nombre del autor se acordaba. Quise que la tierra me tragara de repente. Se imaginarán.

Quizá hablé acerca de esto alguna vez, pero necesito insistir: Los verbos compuestos no tienen por qué ofrecer dudas. Si digo, de tener, tuviera, pues de contener, contuviera, y de detener, detuviera. ¿De sostener?, sostuviera. Oí «sosteniera». ¡Qué feo!

Veamos los de traer: Trajiste, no «traíste»; y, lógicamente, extrajiste, contrajiste, distrajiste, sustrajiste.

Y acerca de las pronunciaciones extranjeras, que también resulta importante conocer, nunca me he explicado por qué hablando del Hotel Deauville, se oye a muchos: (duvíl), en lugar de (dovíl). Fijémonos que en francés, la combinación eau se dice: (o). Por cierto, esas tres letras constituyen una palabra que quiere decir agua.

La respuesta de hoy

Alguien me preguntó: «¿Cuándo se usa “querramos”?». Jamás; siempre: queramos. No hagamos lo que queramos hacer, sino lo correcto. Sí: querría. Además tenemos: quería, según el tiempo verbal. Querría ir a ese acto; quizá me inviten. Él me dijo que quería visitarte, pero desconocía tu dirección.

José L. del Rosario González me escribió hace meses. No pude responderle entonces porque me encontraba enferma, aunque había dejado hecho el trabajo de la radio y del periódico, hasta enero. Él criticaba, con mucha razón, a alguien que en lugar de Motu proprio (un adverbio latino que significa voluntariamente, de propia voluntad), usó «Motu propio».

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