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Otra vez Luminaria suelta el lobo

El destacado escritor Senel Paz ofrece a Juventud Rebelde algunas valoraciones sobre su título El lobo, el bosque y el hombre nuevo a propósito de la reedición que del texto hiciera la Editorial Luminarias de Sancti Spíritus en la presente 20 Feria Internacional del Libro

Autor:

Miguel Ángel Valdés Lizano

SANCTI SPÍRITUS.— Corría el 2010 y regresábamos de la Feria Internacional del Libro (FIL) en La Cabaña. Compartía el viaje con ese Quijote, Félix Pestana, artista de la plástica ya fallecido, uno de los padres de la edición espirituana de El lobo, el bosque y el hombre nuevo.

Como confesó Pestana, fue un gesto audaz aquella impresión de 1991, no solo por encontrarse entre las primeras en promover la obra que actualmente clasifica como la más conocida entre las escritas por Senel Paz, también por emerger fuera de los predios capitalinos, en una tierra de rodeos y charros, todavía hoy conservadora culturalmente, con el acento del espíritu monolítico de la vida socio-política en la Cuba de entonces.

De aquellas páginas nacieron el guión del multipremiado largometraje Fresa y Chocolate, y una invitación, desde el arte, para revisar la forma de asumir la rica policromía de nuestra especie.

Para la presente 20 Feria Internacional del Libro, la Editorial Luminarias de Sancti Spíritus deja escapar otra vez El Lobo..., un texto donde se trasluce la esencia humanista de Senel, quien aún mantiene la transparencia de todo buen guajiro cubano. De una conversación con el autor, ofrezco sus precisiones.

—Varios especialistas consideran El lobo… como la primera obra postmoderna de la literatura cubana. ¿Coincide usted?

—Me considero un escritor primario. No reelaboro teóricamente lo que escribo, ni siquiera como profesor de Dramaturgia me gusta encasillarme en este mecanismo de pensamiento conceptual. Me salen las cosas sin necesidad de pincharlas para descubrir el misterio. El lobo... ciertamente posee características discursivas que no asumí de forma consciente ni por modismos. Eran elementos del ambiente, expresión de la naturaleza del escritor en estos tiempos.

—¿Cuán satisfecho se sintió con la adaptación de Fresa y Chocolate, realizada por Juan Carlos Tabío y Tomás Gutiérrez Alea?

—No me gusta decir que el tema de Fresa y Chocolate es la intolerancia, sino el reconocimiento de la diversidad; eso te hace bueno o malo en función de la virtud. La película y el relato original van destinados a enseñar que la actitud ante el progreso debe distinguir a los hombres. Pienso que ese mensaje llegó a las personas, y vive aún. Resultaba necesario reflexionar sobre ese aspecto desde hace mucho tiempo y, más que por obtener fama, escribí el relato para desahogarme, para compartir mi meditación. Creo que esa es la misión del creador que aprecie su oficio. La adaptación en gran medida cumplió también con ese propósito.

—¿Por qué el personaje de la abuela campesina se reitera en sus obras?

—Aunque yo hablo en los relatos de una abuela, en realidad son dos. El prototipo de mi personaje resulta la fusión de mis abuelas. Crecer en el campo junto a esos seres es divino privilegio. Como no había ni radio en aquellos montes era usual que la gente se sentara en torno a un buen narrador empírico bajo la luz de la chismosa. Hasta en los velorios se contaban cuentos. Mi abuela paterna, casi analfabeta, era una gran cuentera de aventuras, se inspiraba en acontecimientos de su realidad a los que le otorgaba, a veces, un carácter fantástico. Mi abuela materna poseía una gran capacidad para improvisar y sus cuentos se basaban también en elementos de su realidad inmediata, aunque resultaba cómico que sus historias muchas veces se entrelazaran entre sí, provocando desorientación porque se perdía el hilo central.

—¿Hasta qué punto puede decirse que recibió el influjo de la narrativa cubana de los 60?

—Me formé bajo la influencia de los narradores de esa generación que me antecedió, no solo de los cubanos, sino de muchos otros de Latinoamérica. Los admiré mucho porque trataron temas como la tierra. Aprecio, por ejemplo, la obra de Juan Rulfo, Onelio Jorge Cardoso. Sobre el legado de los escritores de los 60 pretendí erigir mi propio mundo. No obstante, mis narraciones nacen más por necesidad que por influencias; gracias a eso encaminé mi particular estilo.

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