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Desde la hondura de unas cicatrices

El edificio de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba sirve de sede a la propuesta del artista, uno de los exponentes de la célebre figuración narrativa

Autor:

Aracelys Bedevia

Vladimir Velickovic, uno de los exponentes de la célebre figuración narrativa (estilo pictórico y movimiento aparecido en los 60 del siglo pasado, en Francia, en oposición a la abstracción y al nuevo realismo), acaba de inaugurar su primera exposición en el Caribe. El edificio de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba sirve de sede a la propuesta del artista, quien ha optado esta vez por el dibujo, aunque es autor también de pinturas, esculturas y collages.

Doce dibujos realizados a plumilla sobre papel con tinta china, traídos a Cuba para la ocasión, integran esta muestra, la cual forma parte de la más reciente producción de Velickovic. El acercamiento a cada uno de ellos crea disímiles sensaciones en los espectadores, algunas de ellas rozan en un inicio con el rechazo y el deseo de escapar ante tanto desastre: cuerpos mutilados, la carrera frenética de un perro, el vuelo de un cuervo; pero después de esa lectura se va descubriendo el impacto que causó en él la guerra en Yugoslavia, su país de origen. Es una huella imborrable que su maestría y necesidad de expresión ha convertido en arte para reflexionar.

Gestual y figurativa, la obra de este creador estremece y transmite una fuerte energía. Los colores huyeron de ella, dándole paso solamente al blanco y negro, y ocasionalmente al rojo, matices empleados por Velickovic desde sus inicios como artista plástico en la década del 60 del siglo pasado.

Sus figuras están en movimiento, como parte de un lenguaje que él mismo reconoce «nervioso y recargado». Al apreciarlas se tiene la impresión de que son víctimas de una eterna persecución y, como consecuencia, están dispuestas a atacar. Parece como si fueran a salirse del cuadro. En una de sus obras, Cuerpos 2010, el único que sobrevive es el perro. Velickovic refleja en sus composiciones la muerte, los cadáveres, los cuerpos de personas destrozadas.

«Este conjunto de dibujos reflejan mis preocupaciones actuales, y constituye un gran placer poder presentárselos al público cubano. Me atrae la temática de la muerte, porque es una preocupación que tengo. Lamentablemente, siempre hay una tragedia», expresó la tarde de la inauguración.

Prácticamente desconocido en Cuba, Velickovic dijo estar muy contento de haber venido a la Isla y elogió la acogida, así como la organización y el profesionalismo de quienes laboran en Bellas Artes.

Vive en Francia desde 1966, pero mantiene una fuerte relación con su país. Es miembro de la Academia Serbia de Ciencias y Artes, y de la Academia de Bellas Artes Institute de France. También es profesor de la Escuela Superior Nacional de Bellas Artes de París.

Sus aportes a la cultura gala lo han hecho merecedor de altos galardones, entre ellos la Orden Caballeros de la Legión de Honor de Francia. Su primera exposición tuvo lugar en 1963.

Fuerza, precisión y soltura en los trazos distinguen la obra de Velickovic, graduado de la escuela de Arquitectura de Belgrado en 1960. Unos pocos proyectos arquitectónicos realizó en sus inicios profesionales porque se dedicó siempre a la plástica y la enseñanza. Con apenas siete años pintó una casa en perspectiva con sombras, y los maestros de la escuela, sorprendidos, mandaron a buscar a sus padres.

Las piezas que exhibe en una de las salas transitorias de Bellas Artes pertenecen a la serie Cuerpos y testimonian su empeño en hacer posible este encuentro con el público cubano. Mucho ayudó en ese sentido el doctor Gilbert Haas, médico francés amante del arte. Gracias a sus gestiones, el Museo puede dar a conocer a sus visitantes el quehacer de este artista, afirmó Moraima Clavijo, directora de esa institución cultural.

Imposible dejar de conmoverse ante estas creaciones, donde el dolor fluye y toca el alma hasta hacernos sentir que somos parte de él, que nadie escapa al sufrimiento humano. Sobrecogen estas imágenes, este derroche de tragedia, tensiones y desesperación.

En medio de tanto drama, agresividad y violencia, encontramos un cuadro que aparentemente nada tiene que ver con esta propuesta del artista franco-serbio. Es el último de todos, y por tanto, el que cierra la muestra, que contó con la curaduría de Yanet Berto. Se trata de unos dibujos de plantas que nos devuelven la confianza y demuestran que más allá de lo adverso del entorno la vida germina, toda caja de Pandora guarda una esperanza.

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