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Diseñar en Cuba ¿se puede?

Posicionar al diseño como actor estratégico para impulsar el desarrollo económico, social y cultural de la nación es una prioridad, aseguraron a JR algunos de sus más jóvenes protagonistas

Autor:

Aracelys Bedevia

NO se concibe la vida contemporánea sin diseño. En un mundo inundado de objetos de todo tipo, diseñar es una necesidad social que ofrece la posibilidad de generar productos adecuados a las personas en su contexto cultural y evita llenarnos de mercancías inútiles, banales, caras o desechables.

Es un error creer que el diseño solo sirve para ponerlo todo bonito. La estética de un producto o servicio es solo una parte de esta actividad. Un profesional del diseño es alguien que cuenta con las herramientas académicas suficientes para hacernos la vida más fácil y disfrutable, al proponer y concebir los productos que la sociedad necesita consumir a escala masiva y hacerlos funcionales.

Sin embargo, esta profesión no es valorada en toda su magnitud en el sector industrial, donde todavía no se le asigna el lugar que le corresponde dentro de la cadena productiva. De ahí que la mayoría de estos especialistas se vean limitados a presentar sus creaciones solo a nivel de galerías de arte o a emigrar al sector privado porque no se les reconoce aún como agentes de cambio.

Ante una industria deprimida y una economía que intenta salir a flote sin renunciar a los principios de nuestra Revolución, posicionar al diseño como actor estratégico para impulsar el desarrollo económico, social y cultural de la nación es una prioridad. Porque el diseño está en todas partes y puede aportar mucho, incluso, a la conceptualización de nuestro modelo económico y social. Y es que como expresó el profesor Pedro García Espinosa, al intervenir en la recién celebrada 1ra. Bienal de Diseño de la Habana, este modelo ofrece una interesante visión de prosperidad y sustentabilidad que coincide con lo que el diseño promueve y que puede ser alcanzable en la medida en que se tenga más en cuenta la existencia en el país de un capital profesional pujante que emerge cada año del Instituto Superior de Diseño (ISDI).

Los jóvenes dicen sí

La recién celebrada 1ra. Bienal de Diseño de la Habana demostró cuánto se puede hacer en Cuba en materia de diseño y de qué son capaces nuestros diseñadores. Pero al mismo tiempo evidenció que una gran parte de lo que se está haciendo es para el sector privado porque el estatal está subvalorando la capacidad que tenemos de graduar a miles de diseñadores.

«En casi todas las empresas se necesita un diseñador, porque el diseño es una herramienta que se aplica a todo, lo que pasa es que no se ha creado la conciencia de esa necesidad real. No pocas veces sucedió que cuando los graduados llegaban a una entidad los ponían a hacer power point o a pasar correos», aseguró Gerardo Lebredo Sánchez, diseñador en Comunicación visual y director creativo de la cita, que el pasado viernes cerró sus jornadas en el Palacio de Convenciones de La Habana.

«El encuentro puso de manifiesto, igualmente, que con los recursos que tenemos es posible hacer muy buen diseño. Cualquier producto que salga al mercado necesita de un envase, una imagen, una marca para que pueda ser exportable y transmitir a las personas con las que se interactúa. Estamos en un momento de giro en el que se están gestando cambios importantes en el desarrollo del país. Hay que insertarse más en los procesos de la industria, no solo en maquinaria y muebles, sino también en comunicación. La visualidad de la Televisión Cubana está muy deprimida. Faltan buenos mensajes y en eso los diseñadores podemos ayudar», precisó el joven creador, quien labora desde hace tres años en la Oficina Nacional de Diseño (ONDI), y más adelante agregó:

«Mi sueño como diseñador es el mismo de Pedro García Espinosa, quien fue director de la ONDI y es uno de los creadores de esta Bienal: despertar un día y encontrarme la casa rodeada de productos diseñados en Cuba».

La industria está muy necesitada de diseñadores con ganas de crear y de integrarse a ella, resaltó Diana Rivera Menéndez, una de las jóvenes graduadas de Diseño Industrial que se mantiene trabajando en el sector estatal.

«Las posibilidades de desarrollo de productos y servicios en la industria están un poco limitadas por la tecnología que esta tiene, la cual es muchas veces atrasada y la materia prima escasa. Enfrentamos muchas limitaciones a la hora de crear. Con lo poco que hay, uno trata de hacer lo mejor posible; pero no siempre el resultado cumple con las condiciones estéticas establecidas a nivel internacional. El diseñador cubano tiene que adaptarse a ello y hacer más con menos».

Aun cuando muchos directivos no conocen la importancia de un diseñador para la producción, crecimiento de la economía y mejoramiento de las condiciones de trabajo (ergonómicas), ya empieza a percibirse cierta integración entre la industria y el diseño, señaló Jesús López, estudiante de 3er. año de Diseño Industrial, y otro de los participantes en la Bienal.

«Aquí se cree que no se necesita a los industriales y terminamos como comunicadores. En 1er. y 2do. años nos dan paquetes de herramientas afines a las dos especialidades y eso nos salva. Pero yo tengo la certeza de que dentro de muy poco se abrirán a nosotros las industrias y las empresas. Todo lo que es diseñado es para el bienestar del hombre.

«La racionalidad es fundamental para el diseño actual cubano. Utilizar menos materiales y usar los adecuados, los ecológicos y factibles en cuanto a nuestro contexto, y darle un cambio a la vida, es uno de los retos».

El diseño debe crear soluciones y no problemas. Debe ser integral y su prioridad es el hombre. Debe ser para usar y no para contemplar, expresó por su parte Sergio Luis Peña, rector del ISDI. Se asocia comúnmente a la creatividad. Sin embargo, necesitamos ser más creadores «de calidad de vida, y no de estilos de vida, creador de valores y no de precios, creador de esperanzas y no de ansiedad, creador de presente, soñado sin renunciar al futuro.

«Cuidemos que el diseño no sea absorbido por el sistema de consumo, que encuentre en él un espacio fértil hecho a su imagen y semejanza, un terreno donde la especulación y el valor ficticio eclipsan las necesidades reales de la gente y el valor de uso de las cosas.

«Los diseñadores debemos asumir el compromiso intelectual y ético de transformar las razones por las cuales la inserción del diseño como actividad es actualmente marginal en los escenarios productivos y sociales. (…)

«Hoy la organización del ejercicio profesional favorece la individualidad, la competencia y el trabajo privado. ¿Dónde están las oficinas de diseño, las agencias de prospectiva y desarrollo, las instituciones que brindan asesorías y apoyo, los centros de estudio, las incubadoras de empresas, las fábricas y laboratorios de prototipos y el financiamiento para trabajar en lo que verdaderamente necesita la sociedad e interesa a la gente?», enfatizó el Rector del ISDI quien considera que para que nuestro diseño y su relación con la cultura sea de un modo estructural y no meramente anecdótico «tendríamos que hacer las cosas de manera diferente, con un pensamiento radical y claridad meridiana del objeto de la profesión en contexto y el modelo de diseñador que demanda la sociedad que queremos construir».

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