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La felicidad de descubrir un sueño mayor

«Primera bailarina son palabras muy grandes. Solo te puedo asegurar que cada paso dadoha estado inspirado en el amor», asegura la camagüeyana Lisandra Gómez de la Torre

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

«No puedo» es una frase que Lisandra Gómez de la Torre, primera figura del Ballet Contemporáneo de Camagüey, tiene borrada de su vocabulario. «Mi mamá no me ha permitido nunca que algo así salga de mi boca, incluso cuando me matriculó en una carrera tan dura como Ballet. La verdad es que no estaba muy convencida, más bien me imaginaba médico, pero no podía hacerse de la vista gorda con un físico que a ella se le antojaba ideal para bailarina y con el hecho de que yo era como un trompo».

Para cerciorarse de si por ahí iban los caminos, la llevaron a una función de esas que no se olvidan. «Cuando vi a las muchachas en tutús y zapatillas de punta quedé fascinada, como si de repente hubiera entrado a un cuento de hadas; todo me parecía tan fantástico y bello, como si pudieran volar.

«A los diez años comencé en la Escuela Vocacional de Arte como si se tratara de un juego, con el tiempo fui entendiendo que lo que estaba viviendo allí me marcaría hasta la eternidad. La danza se apoderó de mí de una manera inesperada», dice quien este fin de semana se adueñará de la escena del teatro Mella junto a su compañía, que propone para la ocasión un programa concierto conformado por: Retratos en tus ojos, Más allá del mar y Club Havana, obras firmadas por Pedro Ruiz.

«El rigor de entonces era muy grande y mis maestros altamente exigentes. Los recuerdo comentar: “Tiene un físico bonito, pero debe esforzarse más”. En realidad mis condiciones no eran naturales, me tocó trabajar fuerte en la flexibilidad. Le echaba talco al tabloncillo que había puesto mi abuelo en la casa. Te juro que gasté cajas y más cajas tratando de lograr los splits (sonríe). Era muy doloroso, pero lo asumía como parte de la disciplina que me inculcaron desde bien pequeña. “Si quieres ser bailarina debes esforzarte por ser la mejor. Tal vez no lo consigas, pero con esa mentalidad podrás ir venciendo metas, que nunca acabarán. Cuando mires hacia atrás comprobarás cuánto has avanzado, y lo mejor: tendrás nuevos impulsos para seguir adelante”, me decía mi mamá.

«En esta carrera la disciplina y la exigencia son palabras de orden, por lo tanto hay que amarla mucho para que el sacrificio y el aprendizaje no te sepan amargos.

«El pase de nivel significó un premio inmenso porque siempre me sentí por debajo de las demás, no por cuestiones de autoestima, sino porque estaba consciente de que tenía muchas deficiencias por vencer. Terminar en el segundo escalafón me insufló fuerzas para entrar aún con más ganas al nivel medio...».

—Te graduaste y llegó el gran sueño: el Ballet de Camagüey (BC)...

—Un sueño que empezó a hacerse realidad cuando todavía estudiaba el nivel medio. Sucedió que se lastimó una bailarina cuando el BC debía emprender una gira nacional, por lo cual fueron a tercer y segundo años a realizar captaciones, pero no encontraron a ninguna muchacha que se adecuara a lo que necesitaban, y cuando ya no les quedaba ninguna esperanza una profesora les propuso: «Vayan a primero que allí hay una trigueñita que es alta». «No nos servirá, seguro tiene cara de niña y es muy inmadura aún», dijeron. «Vayan a ver a la trigueñita», insistió la maestra, y fue la trigueñita la que actuó junto con la compañía en Santa Clara y Santiago de Cuba... La experiencia fue maravillosa. Si para ese momento ya adoraba mi carrera, te imaginarás que después de ser cuerpo de baile de aquella Coppelia regresé creyéndome Alicia Alonso.

«En la compañía estuve de inmediato en el primer elenco de El lago de los cisnes, el clásico que más me apasiona. Me sentía por las nubes, aunque estuviera en la última fila. «¿Qué sufrí? Las puntas puestas en mis pies las 24 horas, los cuales nunca llegaron a adaptarse, los callos jamás aparecieron y no salía de una ampolla para entrar en otra, aguantando grandes dolores. Era muy duro. También entender que aunque en algún momento había lucido un buen físico, después del desarrollo había engordado, por lo cual siempre estaban encima de mí: “Tu técnica es magnífica pero estás muy gorda”. Me deprimí, no lo pude evitar. Para mí eran imposibles las dietas porque mi cuerpo absorbe el hierro, mas no lo fija».

—Afortunadamente para esa época la maestra Tania Vergara había fundado el Ballet Contemporáneo Endedans (hoy Contemporáneo de Camagüey)...

—¡Mi salvación! Me presenté ante la maestra para que me dejara audicionar. «Lis, pero estás gorda», reafirmó. Me quería morir, pero Tania me dio una esperanza: «Si en 15 días me demuestras que puedes, te quedas». Tres días después estaba firmando mi contrato.

«En ese momento llevaban una línea muy performática e investigativa, la compañía recién se había creado y la propia fundadora todavía andaba buscando su sello. Era complicado al principio, porque cuando me mandaban a improvisar yo solo me aferraba al ballet. Todo era nuevo para mí, pero me puse a estudiar, a ver videos de Pina Bausch, Jiri Kylian, Mat Eks..., que me mostraron que los mundos de la danza pueden ser infinitos.

«Cuando mi cuerpo también lo logró entender, quedé fascinada de tal modo que se me olvidó que había soñado ponerme un tutú y unas zapatillas de punta. Encontré la felicidad de descubrir un sueño mayor. Entonces me desaté a crear. Fue una etapa preciosa a la cual le debe mucho mi carrera, pues se produjo en nosotros un crecimiento artístico, técnico, humano, descomunal.

«Resultó una suerte enorme que la compañía estuviera integrada por bailarines de formación diferente, que además no la habían tenido fácil. Tal vez por ello solo se respiraba sacrificio, entrega, deseos de consolidar un proyecto que acababa de nacer. Cada uno tenía su propia magia: si mi técnica era más “acabada” por haber pasado una escuela, Yanexi (Mendoza) regalaba una expresión envidiable, Osmary (Ospina) unas piernas fabulosas, Lainier (Bernal) era único en su modo de interpretar... Creo que esa mezcla impactó. Endedans me cambió la vida».

—¿Cuándo supiste que te habías convertido en un puntal de la compañía?

—A los 24 años tuve que retirarme porque quedé embarazada, un momento esencial en mi vida que me llenó de una energía vital superior. A mi regreso, Tania enseguida me propuso el rol de solista de un espectáculo que luego se llevó a Alemania, Vive la vida. Pensé que sería muy difícil asimilarlo, pues me había pasado casi dos años sin bailar, pero a la semana se presentó una función en la que me pidieron que interpretara Oración. Parecía imposible, pero lo logré. El público se puso de pie a aplaudirme, sabía que acababa de incorporarme de la maternidad, y me sentí emocionada y plena. Justo después me evaluaron de primer nivel.

«He sido dichosa bailando obras que se convirtieron en clásicos en una primera etapa muy significativa, como Los confines de la Tierra, Las Bernardas o el entierro de la vida, Pervertida y Oración, creadas por Tania Vergara. Después ha venido un segundo momento que me ha situado en una posición aún superior desde el punto de vista técnico, lo cual se ha hecho evidente en piezas que me han desgarrado en la escena como A él, inspirada en un poema de Gertrudis Gómez de Avellaneda, del maestro Pedro Ruiz.

«Primera bailarina son palabras muy grandes. Solo te puedo asegurar que cada paso dado ha estado inspirado en el amor y que he podido experimentar en mi carrera esa madurez que te permite sentir con gusto sobre tus hombros la responsabilidad de una compañía y no como un peso insoportable, poder transmitir lo que he aprendido, investigar con mayor profundidad, consolidar personajes, resolver fallos en la escena que nadie nota, sentirme a morir y aparentar que no sucede nada... Todo me llena de satisfacción, porque he comprobado que estos 12 años dentro del Ballet Contemporáneo de Camagüey no han sido tirados por la borda. Siento que me hallo a la mitad del camino, que aún puedo aportar un mundo, lo que me colma de dicha y de fuerzas.

«En esta compañía he tenido vivencias tan hermosas como descubrir en el también primer bailarín Jesús Arias el amor profundo, ese en que te entregas en cuerpo y alma...  

«Me preguntan qué haré cuando deje de bailar y no sé qué responder. De seguro lo que decida estará estrechamente relacionado con mi carrera, porque todo lo que mi mente reconoce como divertido, creativo, apasionante..., lleva como sello la danza».

 

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