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Apuntes íntimos

El Diario de Carpentier imparte varias lecciones para escritores, incluso para aprendices. Por ejemplo, el autor de El siglo de las luces afirma que un escritor consciente solo debe hablar en sus obras de oficios que haya practicado

Autor:

Luis Sexto

¿Es usted adicto o adicta a los diarios personales de los escritores? Este periodista lo es. En especial me he suscrito a diarios de escritores que no prodigaron su intimidad. Como Alejo Carpentier. El Diario de Carpentier imparte varias lecciones para escritores, incluso para aprendices. Por ejemplo, el autor de El siglo de las luces afirma que un escritor consciente solo debe hablar en sus obras de oficios que haya practicado, de enfermedades padecidas, de idiomas que hable, de lugares visitados, de personajes conocidos…

Por esa razón, a las diez cuartillas cambió el personaje narrador de Los pasos perdidos. Era un fotógrafo de prensa, pero como Carpentier no había sido fotógrafo de oficio, el novelista buscó una profesión que conociera. Igual pasó con el personaje femenino, a quien desarrolló como actriz. Al menos, dice, él había tenido relaciones con una y conocía, como mínimo, la pasión de una mujer de teatro por su oficio.

Este diario es revelador, y por ello interesante. Al parecer, Carpentier fue por lo común un hombre contenido, como sinónimo de discreción, de esmerada educación formal. No me parece que haya escrito su diario para verlo algún día publicado. Tal vez, lo escribió como un medio de conocerse a sí mismo, como una manera de precisar el rumbo en la construcción de su obra, y como medio para afianzarse en su vocación por las letras y la cultura, en momentos cuando el tiempo del creador y el necesario trabajo para sostenerse, habían entrado en litigio.

A veces, un escritor nos ofrece apariencias de haber sido privilegiado por las circunstancias. Y en cierto sentido, el haber nacido en un hogar culto, con vínculos en Francia, benefició la carrera literaria de Carpentier. Pero este diario, publicado por la fundación nombrada como el escritor y la editorial Letras Cubanas, nos revela que  sufrió etapas de incertidumbre, de urgencias que, según anotó, lo obligaron a lamentar entre 1951 y 1957 en Caracas, ser solo un escritor de domingo y a desear algunas  horas en la semana para poder concluir Los pasos perdidos.

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