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El arte cinematográfico de la Revolución

Este domingo 24 de marzo arribó a seis décadas el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic):  60 años en la historia, en la cultura, en la identidad de Cuba

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Para festejar los 60 años de fructífera existencia del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), la Cinemateca de Cuba, que festejó en febrero su aniversario 59 con un homenaje a un autor imprescindible como Leo Brouwer, por su 80 cumpleaños, ha preparado un amplio programa que incluye, entre muchas otras acciones, un conjunto de ciclos bajo el nombre de Antología del cine cubano, que agrupa, por décadas, una selección de lo más significativo de la filmografía nacional, entre largometrajes de ficción, documentales, animados...

El primero de estos ciclos comenzó este marzo y cubrió 75 títulos, lo que da una medida de lo ambicioso del proyecto, explicó a JR Luciano Castillo, director de esta Cinemateca, única en el mundo, pues a diferencia de las otras que se localizan en las capitales de los países, la nuestra es itinerante, «un museo del cine que está en todas las provincias del país, excepto en Mayabeque (estamos intentando lograr un espacio a través de la AHS). Por tanto, esta será una gran oportunidad para acceder a casi un curso intensivo de cine cubano, imprescindible para los cinéfilos, pero también para los estudiosos, pues además se presentan obras que no se han visto en largo tiempo». 

Otra de las alegrías asociadas a la efeméride ha sido la apertura de la primera librería especializada en cine y medios audiovisuales de la Isla, «que hemos llamado Gérard Philipe, en honor al gran actor francés, quien fuera el primero en acercarse a la Revolución Cubana, y que incluso marcado por la muerte se dedicó a convocar a cineastas y a apoyar en lo posible el nuevo cine que iba naciendo.

«La librería Gérard Philipe, situada en el cine 23 y 12, está al alcance de todos en el mismo horario de la sala, de miércoles a domingo, de una de la tarde a ocho de la noche. En ella el lector podrá encontrar las publicaciones de Ediciones Icaic, de la Editorial Oriente, Letras Cubanas, Unión..., así como los más diversos artículos que responden al merchandising (mercadotecnia) del cine cubano: gorras, pulóveres, carteles...».

Seguramente allí estarán muy pronto dos libros, fruto de investigaciones realizadas: Cartelera cinematográfica cubana 1960-2017, de la autoría de Sara Vega y Mario Naito, quien a su vez firma junto a Castillo la otra compilación, 50 años de cine cubano. «Mientras la primera recoge todos, absolutamente todos los estrenos exhibidos en la Isla en ese período, la segunda reúne textos escritos por los miembros de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica, a propósito de los resultados de la encuesta convocada a raíz del medio siglo del Icaic. Por la exhaustiva información que recogen, considero que en lo adelante ambos volúmenes serán de referencia».

Luciano anunció a este diario la llegada este mes de otro espacio largamente anhelado. «Se denominará Los críticos opinan y, con carácter mensual, pondrá a debate con el público una película que antes será presentada por los especialistas. El «experimento» lo iniciaremos con Guerra fría, del polaco Pawel Pawlikowski», dijo entusiasmado, mientras también nos adelantaba dos ciclos para el segundo semestre: una muestra de películas con música de Sergio Vitier y otra para celebrar el centenario del gran cineasta Oscar Valdés.     

Otra buena noticia nos la dio la reconocida curadora y especialista de la Cinemateca de Cuba, Sara Vega, quien nos aseguró que en el lobby de la sede se continuará exhibiendo una exposición que «constituye un homenaje al Icaic, pero desde afuera. Para estas fechas no es extraño que mostremos carteles que son paradigmas de la cultura audiovisual cubana, pero esta vez una colega me llamó la atención sobre unas piezas en las que no había reparado: carteles hechos en el extranjero para promocionar ciclos y películas en diferentes países.

«Empezamos un pesquisaje y escogimos una representación. Admito que lo hicimos con un poquito de prejuicio, algo así como: “uff, ¡qué carteles tan feos!”... Claro, es que el referente que se tiene es muy alto, pero una vez que estuvieron enmarcados y recolocados en una sala, en la Cinemateca, como un recordatorio de lo hecho, se tornaban interesantes y hasta encontramos obras atendibles, aunque a veces no se entienda el título o la imagen no se reconozca. Creo que a esta exposición la hace novedosa lo rara que es».

Como Sara Vega no es de las que descansa, ya anda enfrascada en una curaduría con vistas al venidero Festival de Cine Francés. Nuevamente con carteles nuestros referidos a filmes galos, pero «en lugar de una expo a pequeña escala, ahora ocuparemos dos cines: no solo 23 y 12, sino también el Chaplin. Estas son de las muestras que el público agradece mucho, porque estamos hablando de un evento que cada vez tiene mayor convocatoria».

Asimismo, la trae entusiasmada otro proyecto «a partir de las fotos y negativos que hemos encontrado de rodajes, de producción, es decir, la oportunidad de presentar el cine desde adentro, a partir del testimonio de la filmación que va dejando el stillman: los actores en su descanso, alguien arreglando una ropa, maquillándose o corrigiendo un peinado. Es otra manera de ver el cine...».

 ¡Siempre está el amor!

Hablar de los 60 del Icaic, de la manera que hechizó al mundo con sus películas, es hablar, entre muchos otros, de Alfredo Guevara, Tomás Gutiérrez Alea, Humberto Solás, Julio García Espinosa... Justo el documental Retrato de un artista siempre adolescente, que dirigió Manuel Herrera, nos devuelve a Julio a la hora del recuento, como si jamás nos hubiese abandonado.

Lola Calviño, vicedirectora de la Cinemateca y viuda del importante director y guionista, dijo que Retrato de un artista siempre adolescente, que este viernes tuvo una presentación especial, se ajusta «al Julio que siempre fue un arriesgado, una persona que rompía cualquier esquema. El subtítulo Una historia de cine en Cuba expresa a las claras que un documental sobre Julio es un documental sobre el Icaic. Ambos son lo mismo. Por tanto, recorrer la vida y la obra de Julio es profundizar en los principios fundamentales del Instituto.

«Retrato… no pudo tener mejor director que Manuel Herrera, quien estuvo muy ligado a Julio; su película Girón es un ejemplo del concepto de cine imperfecto, mejorado por Manolo, que él tanto defendía. En el documental aparecen imágenes que yo misma grabé con la camarita que compramos cuando ganó la beca Guggenheim, y no se podía traer el premio en metálico por el bloqueo de Estados Unidos.

«Entonces tuve la posibilidad de filmarlo en Roma y en todos aquellos lugares donde pudimos hacer recordatorios de su vida. Y ahí está él: vivo en Retrato de un artista siempre adolescente, completamente vivo, explicando sus películas, explicando su vida. A ello se suma el material de archivo que nos entregó el Icaic; su trabajo con Raúl Roa en las misiones culturales, su experiencia italiana, El mégano..., pero recordado de una manera activa, no se trata de una visión historiográfica, sino señalar sus posiciones artísticas, por qué eran, por qué son y por qué debemos seguir adelante.

«Está ese sentido editorial de Juventud Rebelde cuando Julio falleció, pero también las entrevistas a Silvio, Pablo, Leo, Manolito Pérez, Rebeca Chávez, Fernando Pérez, Gloria Argüelles (Yoyita)..., y están Fidel y Gabo, porque no podía faltar la Escuela Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, ni su relación con Alfredo, que fue esencial en la vida de Julio, como lo fue Titón, ahí están los dos... Cada vez que veo el documental (cuando tenía dos horas y media, cuando empezamos a cortar, en todos los momentos) no puedo impedir que salten mis lágrimas. Él me decía cuando pensaba en Titón: ¿Y el amor? ¡Siempre está el amor!

Esther Hirzel

Sin duda muy visible ha sido la huella, la impronta que ha dejado la animación hecha en Cuba, esa que comenzó a gestarse un año después de la fundación del Instituto, con el empeño de un pequeño núcleo de artistas. «Quiere decir que si el Icaic está celebrando 60, la animación    le sigue los pasos: cuánta experiencia, cuánto talento demostrado a lo largo de estos años», expresa con satisfacción  Esther Hirzel, quien ha tenido a su cargo los nuevos Estudios de Animación del Icaic, desde que se crearan en 2003. 

«Fue uno de esos grandes sueños de Fidel. ¡Cuánto significado! Quienes estuvimos en esta nueva sede recibimos además una misión muy noble: potenciar la producción de películas de animación dirigidas, fundamentalmente, a niños y adolescentes, pero que fueran del disfrute de toda la familia; y que parte de nuestra obra se tributara a nuestra televisión.

«Llegamos aquí, donde convergieron tres o cuatro generaciones de creadores, con una experiencia extraordinaria, acumulada de la animación tradicional, a papel. Fue muy lindo, porque los de más años de experiencia enseñaban su técnica a los jóvenes, mientras estos les transmitían sus conocimientos de las nuevas tecnologías, a la vez que aportaban la visión más contemporánea», apunta Hirzel, quien en estos tiempos no esconde su satisfacción cuando menciona largometrajes que responden a esta  etapa (como antes marcaron hitos Elpidio y los Vampiros de Juan Padrón) como Meñique (primero con animación 3D), de Ernesto Padrón; y Fernanda, de Mario Rivas; u obras de alto vuelo estético al estilo de Veinte años, de Bárbaro Joel Ortiz, y La luna en el jardín, de Adanoe Lima Cruz y Yemelí Cruz Rivero, autores de la más reciente: Los dos príncipes.  

Esther es de las que piensa que no existe mejor manera de celebrar la fecha «que con nuestro quehacer diario». Gracias a esa entrega «el próximo abril, cercano al aniversario de la Organización de Pioneros José Martí, estrenaremos otro largo: Misión H2O, basado en una serie que años atrás se transmitió en la televisión, Samuel y el agua. Ha sido coproducido con la venezolana Albatros, la cual se encargó, junto a nosotros, de la animación, en tanto una empresa china asumió la posproducción.

«Para no perder estas alianzas (ya logramos con las dos temporadas de Tutu muy buenos resultados con Ficción Producciones de Galicia), empezamos, asimismo, otra coproducción, esta vez con El perro en la luna, de Argentina, con el fin de realizar la serie Iris, una manera amena e instructiva de introducir el tema de las nanotecnologías y de la Física.

«No hemos querido, en el contexto del aniversario 60 dejar de saludar el quinto centenario de la Villa de San Cristóbal de La Habana. Ya casi terminamos un videojuego (línea que vino para quedarse), nombrado Colección Habana, que permitirá desandar por sus calles; mientras de Jorge Oliver es el cortometraje Ciudad Maravilla, que nos presenta las aventuras de unos niños, especialmente en el Centro Histórico. Por último está el proyecto a cargo del grupo Nodo (Holguín), integrado por jóvenes que han decidido mezclar ficción y animación con el fin de describir diferentes sitios históricos relacionados con La Habana colonial».

Resultado de un esfuerzo significativo, y de una inversión importante que decidiera la dirección del Icaic, se ha puesto en marcha, dentro de los mismos Estudios de Animación, un nuevo estudio de filmación (recortador), que le posibilitará continuar entregando las diferentes emisiones de los gustados espacios televisivos Cuadro a cuadro y La pupila asombrada.

«Posiblemente nos responsabilicemos con otros programas de la Televisión, al tiempo que estaremos en capacidad de brindar servicios no solo a la Productora de Ficción del Icaic, sino también a realizadores independientes u otras productoras. Estamos preparados, incluso, para en el futuro, si así se quiere y se decide, transmitir desde ese lugar, porque de lo que se trata es de buscar opciones que contribuyan a dinamizar la producción nacional».

 

Para el próximo mes de abril se estrenará Misión H20.

Los creadores son los verdaderos protagonistas

Ramón Samada, presidente del ICAIC

Sesenta años del Icaic: 60 años en la historia, en la cultura, en la identidad de Cuba. Tal vez para algunos fuera una sorpresa que apenas a tres meses del triunfo de 1959, la Revolución fundara una institución de este corte. Quienes así pensaban perdieron de vista el carácter eminentemente martiano de sus principios, y sus marcados ideales de nacionalidad, de independencia; un ideal cultural que se proponía un cambio radical en la sociedad.

Como sus líderes hace seis décadas, Ramón Samada Suárez, presidente del Icaic, está convencido de que «si una Revolución no está precedida por las ideas, es muy difícil que pueda plantearse como un hecho auténtico, genuino. De ahí que no solo se impusiera la creación de un instituto de cine, sino también de muchas otras instituciones culturales con el propósito de legitimar un pensamiento de libertad.

«Quien lee hoy la ley que funda el Icaic, abrigada por Fidel y la dirección de la Revolución, y en cuya concepción Alfredo Guevara jugó un papel primordial, encuentra que el propósito primario era otorgarles a las obras que se concibieran el esquivo estatus de arte, sin que por ello se descuidara su capacidad para entretener, su carácter comercial.

«Desde el inicio hubo la comprensión de la alta complejidad de esta industria, que moviliza grandes recursos financieros y humanos, y que no puede estar de espalda a los adelantos tecnológicos; que su existencia dependía del respaldo que recibiera de la Revolución. También quedaba claro que a la par que esta se desarrollaba, había que formar un público, descolonizarlo, prepararlo para que se acercara y disfrutara a plenitud del cine como arte, reflejo de la sociedad en la que vive.

«Ello fue posible porque el cine consiguió conquistar a ese público que no demoró en identificarse con él, en hacerlo suyo, en respaldarlo, porque sintió que esas obras auténticamente bellas, inquietantes y profundas de cineastas como Titón, Humberto, Santiago Álvarez, Julio García Espinosa, Juan Padrón, Fernando Pérez... le pertenecían de manera natural, orgánica.

«Cuando uno constata ese gran legado de nuestros creadores, no tiene otra alternativa que sentirse profundamente orgulloso, emocionado y muy responsabilizado con el pasado, el presente y el futuro del cine cubano; comprometido con su protección y su desarrollo para que, acompañando siempre a la Revolución y a su pueblo, siga siendo referente».

—El período especial llevó al cine nacional hacia una crisis profunda. ¿Ya se puede hablar de una recuperación?

—El período especial representó, como bien dices, un golpe muy fuerte para toda la estructura económica del país. Fueron tiempos de sobrevivir, de resistir. Y no obstante, en medio de esas duras circunstancias, la Revolución hizo cuanto pudo por apoyar la industria cinematográfica. La producción toda decayó extraordinariamente; un punto de caída del cual no hemos podido recuperarnos aún, porque el cine es una creación artística coral, en la que participan artistas, especialistas, técnicos, personal de servicio..., creo que no existe una rama de la economía que no intervenga en los diferentes procesos que requiere esa industria.

«De cualquier manera, como expresión de la resistencia de este pueblo, se continuó haciendo hasta lo imposible por sacar adelante los proyectos posibles, a partir de la protección que mantuvo el Estado, pero no hemos sido capaces de regresar a los momentos productivos de los años 80. Ahí está el principal reto que enfrentamos.

«No se puede perder de vista un fenómeno que apareció en los 90 y en los primeros años del presente siglo a partir de la irrupción de las tecnologías digitales, que facilitó, democratizó, la manera de hacer cine. De ese modo se empezó a fomentar un movimiento de cineastas que ya no con los recursos del Icaic, sino adquiridos de manera independiente, pudieron realizar (y pueden) una obra muy estimable. Se comenzó a fomentar una producción paralela a la del Icaic, que hasta ese momento concentraba la exhibición, la producción y la distribución.

«Lo más interesante y beneficioso es la comprensión de que la manera más natural y tal vez la que más se adecue a nuestra realidad sea establecer los lazos necesarios entre esa forma de hacer cine y la del Icaic, también responsabilizado con apoyar esas producciones. No podemos desconocer la existencia de una masa importante de cineastas, ansiosos por entregarnos sus películas, pero se mantiene la misma estructura. Al mismo tiempo, la Famca y la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños continúan formando jóvenes llenos de talentos, ideas, y proyectos que no consiguen materializar. Ese es un asunto serio, una de las principales preocupaciones que tenemos.

«¿Y qué decir del impacto que recibió la exhibición? Las salas de cine en su mayoría están en una situación difícil, lo cual provoca una notable afectación a la programación. En este momento existe la disposición de hacer ese análisis y presentar un programa que a mediano y largo plazos nos conduzca al rescate de una exhibición que en la actualidad no se puede pensar obviando las nuevas tecnologías.

«Todas estas no son solo preocupaciones sino además líneas de trabajo. Hemos contado con el apoyo de los cineastas en la búsqueda de soluciones y propuestas para poner en práctica múltiples ideas que han sido analizadas y aprobadas por nuestro Estado como política de desarrollo del cine cubano, que incluye el reconocimiento a la condición laboral de los creadores independientes; la capacidad legal para que puedan agruparse y producir, así como recibir fondos para llevar adelante sus obras. Asimismo, se establece el Fondo de Fomento y también la Comisión Fílmica como mecanismo que facilita y visibiliza los diferentes escenarios. Se suma la creación o la aprobación de nuevas figuras del trabajo por cuenta propia, indispensables para la industria.

«Para el Icaic resulta primordial mantener un diálogo cercano, un intercambio sistemático con los cineastas; desarrollar estrategias de trabajo con ellos, los verdaderos protagonistas, los que tienen que poner en práctica las ideas más importantes, las políticas, porque el cine cubano es para los creadores y para el público cubano. Tenemos que tener la capacidad de lograr esa unidad y de mantener un compromiso especial con los jóvenes, que hoy son los menos favorecidos en cuanto a la posibilidad de relacionarse con la industria, con el Icaic; y sin embargo, han evidenciado su poder para realizar una obra de altos valores estéticos que consigue comunicarse, porque han sido herederos de ese legado de 60 años de puras esencias».

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