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La mirada de Dazra Novak (+ Fotos, Audio, Video e Infografía)

JR inicia esta serie de trabajos con el perfil multimedia de la escritora Dazra Novak

Autor:

Dailene Dovale de la Cruz

Es domingo, 12 de octubre, Didí amanece en un apartamento, en la Avenida Línea, en el Vedado. En la terraza –llena de claridad, de cactus y helechos– Dazra le ofrece café con leche y pan tostado.

Son las nueve de la mañana, más o menos. Intenta recordar las últimas doce horas, las conversaciones hasta las cinco de la mañana. Solo consigue ver desde la memoria ajena, la que le ofrece la escritora Dazra Novak.

Recuerda, por ejemplo, cuando un grupo de amigos esperaron el año nuevo y desde el malecón recibieron los primeros rayos del sol, hasta que dijeron «muy bonito todo pero ya tenemos sueño». —Sueño. Dazra habla animada pero una sombra bajo los párpados delata que también está cansada.

Justo en ese instante, el domingo después del sábado de conversaciones a deshora, Didí nota que la belleza de Dazra es bastante peculiar.

Su encanto no emana de su cuerpo menudo y grácil, ni de los rizos revueltos y desafiantes. Surge, quizás, de la forma de mirar el mundo. Una mirada que absorbe la esencia de los procesos, los objetos y, por qué no, la gente.

Se alegró, entonces, de perder la memoria y encontrarse con las cintas de cine que guarda Dazra Novak en la cabeza.

Es la estudiante de la última silla. Bien cerca de la puerta, para correr si es preciso. Ahora lee su cuento con calma, sentada frente al aula.

Otras historias no corren igual suerte, quedan sin título o argumento y sus autores con el llanto o la risa desordenada. Ella lee, sin grandes pretensiones. Aquí puede pasar de todo, piensa y termina. Escucha aplausos. Tierno azul conserva su identidad casi intacta.

Dazra no solo piensa que su cuento sería destrozado en el Curso de Técnicas Narrativas del Centro Onelio Jorge Cardoso, sino que ni siquiera iba a tener la oportunidad de entrar.

«Ella se equivocó y llamó al listado de los que no fueron seleccionados» imagina al escuchar la voz uruguaya de Ivonne Galeano.

«Después de graduada, me llama Ivonne, de nuevo. Tenían una plaza de secretaria en el Centro Onelio. A mí me gustaba tanto el lugar, la pasé tan bien… ¡No me lo pensé dos veces! Allí hacía muchos trabajos, coordinaba cosas de los alumnos».

Dazra cuida las pausas, la estructura de las oraciones, arma una caja china y vela, con esmero, el lenguaje. Al recordar, modula la voz como si narrara el cuento de su vida, un relato con personajes muy humanos y reales.

Dos de ellos, Eduardo Heras León y Ernesto Pérez Castillo le ayudan mucho durante esos años, en sus labores de corrección y edición tanto en la revista El Cuentero como en las antologías de los ganadores, menciones y finalistas del Dinosaurio.

Ese miércoles, 9 de octubre de 2019, Dazra todavía no sabe que será la primera directora del Onelio. Ese dato es confirmado el domingo 27 y se lo dirá a Didí una mañana del martes siguiente en la Facultad de Comunicación. Lucirá una sonrisa grande, más de lo habitual en su rostro amable pero comedido.

Vea aquí esta línea del tiempo con los premios

«A dormir que mañana hay que ir a la escuela», interrumpe su mamá. Ella, con su lamparita encendida y las manos en el libro, encuentra mágicas esas lecturas nocturnas. «Recuerdo el hecho de sentir el libro, abrirlo, pasar las hojas».

Su infancia transcurre en un hogar sencillo, en una callecita de Cojímar. «Estaba sentada en el borde de la puerta. Habían adultos conversando en la sala y me preguntan qué yo iba a ser cuando fuera grande, y yo les digo librera, porque para mí eso era lo más cercano y lo más grande que se podía lograr con los libros. Se rieron mucho de mí».

Historias con libros tiene muchas y en cada una de ellas se perfila una curiosidad por la lectura, pero también por el libro como objeto de fascinación. Son sus dedos una caricia en las páginas, en el lomo.

—¿Cómo dejaste que gastara dinero en un libro ruso?, se incomoda la madre, al ver llegar a Dazra, con un libro de tapa dura y hojas muy finitas. ¡En ruso! «La gente aprendía ruso por aquella época y a mí me gustaba el libro por cómo se sentía».

—¡El bocadito de helado!, irrumpe un vendedor ambulante.

Frente a la casa de Dazra, hay un círculo infantil, dentro del círculo hay unos niños tiernos, inocentes, amorosos. ¡Seño, seño! Gritan cada vez que ella abre la reja de su casa. «Era una cosa lindísima, y los recuerdo a la mayoría. Todavía hoy pasan por el barrio y me dicen seño. Ya son hombres y mujeres».

La vida estudiantil de Dazra, además de libretas prolijas y tareas bien hechas, es mediada por una especie de huida constante de la escuela al campo.

«A mí no me gustaba la escuela al campo. Me interesaba estudiar, los libros, leer. Ese tema de irse lejos de casa, que todos los muchachos lo adoraban para mí no tenía sentido. No ir me valió no estudiar lo que yo quería estudiar».

Su formación preuniversitaria concluye en la Facultad Obrero-Campesina, donde en algún momento también la persiguió la escuela al campo.

«Entonces, empecé a trabajar en el jardín infantil de auxiliar pedagógica, de auxiliar pedagógica con niños entre dos y tres años, para que me dieran una carta que justificara que yo era trabajadora y los trabajadores no pueden ir a una escuela al campo. Fue una experiencia lindísima».

Después y con sus dos idiomas a cuesta (inglés e italiano) estudia y trabaja en el Turismo. «Me matriculo en un curso de la escuela del Comodoro para ser cajera carpetera cuando me graduara. Trabajé en el Hotel Palco desde la etapa de estudiante».

Esa tampoco era la meta y matricula en la universidad en la modalidad a distancia de Historia. «Cuando empecé a estudiar, fue un momento duro porque ya yo trabajaba, ganaba un salario, tenía ciertas comodidades».

Ella no lo dice abiertamente, pero su capacidad para absorber la esencia del comportamiento humano y social, tiene mucho que ver con el estudio de la Historia.

«La gente siempre me dice: al final no hiciste nada con la historia. Es verdad, no hice nada con la Historia, y al mismo tiempo está como una manera de contar la realidad».

—¿Qué es lo primero que haces cuando despiertas en las mañanas? Le pregunta Didí en la primera entrevista.

—Tomar café, dice una voz desde la sala.

—Tomar café, confirma Dazra.

—El café de por las mañanas. (Y hacerme la leche a mí, vuelve la voz). «Ese café en silencio y sentarme a escribir, ahora mismo, es mi mejor momento».

«Puede variar en dependencia del proyecto que tenga. Por ejemplo esta tercera novela que estoy terminando ahora que me ha costado muchísimo, pasé por un periodo de casi diez meses, ocho o nueve meses, en que me levantaba a las cinco de la mañana».

«Para escribir necesito silencio, soledad. Alguien que llegue y me diga: te voy a dejar la llave aquí, ya, me saca completamente».

«El arranque del texto es la zona conflictiva, no importa si es un cuento, un texto para una columna, un comentario de un libro o un post para su blog».

«Frena un carro en la entrada y yo vengo a ver qué es, gotea la pila y también me sirve para levantarme, tengo que buscar el pretexto para levantarme hasta que digo tienes que quedarte aquí. Sale la primera frase y ya todo empieza a fluir».

Al contrario de la imagen común de la escritora rodeada de inciensos y música, Dazra prefiere el silencio, para encontrar el ritmo del texto. La música, las voces tiene el suyo. Y si escribe mientras escucha el sonido contamina su creación.

«Si me hablas, estás hablando con una cadencia, que me interrumpe. Cuando llegaste, viste que estaba escuchando música, pero no leo, ni escribo a la vez».

«La música influye en mi estado de ánimo, la melodía o la letra de lo que sea que esté escuchando, puedo caer en intensos estados de melancolía».

«Por ponerte un ejemplo, toda la música de Silvio y Pablo transmite melancolía, una nostalgia que tiene mucho que ver con la Habana, con la ciudad, con lo que yo hago en mi blog Habana por dentro, esta cosa de la añoranza mezclada con tristeza de lo que es la Habana, y a la misma vez amor, es una cosa de cubanía particular».

«Por otra parte Elena Burque es mi cantante favorita, provoca un estado que tiene que ver con la vida nocturna, es muy raro porque es una vida nocturna que a mí no me tocó vivir».

Él llega antes al encuentro en la librería Fayad Jamís. Espera en el segundo piso y la ve entrar. La observa, cómo escoge y compra libros.

«Cuando fue la hora me acerqué y le dije: Hola soy Álvaro. Y nos fuimos a tomar un café en el café O´Reilly y allí nos pusimos a conversar».

Álvaro Castillo Granada recuerda haber leído textos suyos a lo largo del tiempo, oírla nombrar y verla presente en antologías. Un detalle lo asombra. Dazra siempre decía un lugar de nacimiento distinto, un día decía Berlín y al otro Polonia. “¿Y ese nombre tan raro?”. Podía ser una cubana nacida en un país de Europa Oriental o en Rusia. Era un misterio.

Al conocerla surgió una empatía y una simpatía muy grande. Nosotros hablamos de todo, desde cosas sentimentales, hasta literatura, hasta del clima, de todo, simpatía y afinidad.

«Otra cosa que nos hizo ser familiares y no encontrarnos es que ella y yo fuimos finalistas en una edición del Premio Cortázar. Ella no fue a la premiación, aclara. Fue en el año 2012, y el cuento de ella se llama –se levanta, revisa en el librero, hojea la compilación: Matadero».

Cuando él le pregunta por algunos cuentos sueltos para publicar. Ella algo escéptica le pregunta si era en serio, luego le manda algunos relatos finalistas del Cortázar. Así nace Los Despreciados.

«Envió los cuentos, que yo leí, les hice alguna observación, alguna mínima corrección, porque estaban súper limpios. Entonces, recuerdo que había una constante en los cuentos que me llamaba la atención y era que Dazra Novak es una escritora cubana, que no cumple el rol, o el papel, o el personaje de ser una escritora cubana.

Dazra es un seudónimo. Uno en efecto, muy original. Su intención era ocultar cualquier pista de la persona real. Por supuesto duró muy poco, porque vivimos en Cuba y la gente es muy curiosa, todo el mundo se cuenta las cosas, por delante o por detrás. Eso se fue diluyendo.

—¿Y de dónde sale el nombre?

—Es el primer nombre que se me ocurre, que me viene a la mente, en un estado de gracia. ¡Una musa! Una musa me lo trajo así, lo descargó, como una aplicación, la aplicación musa ríe de su chiste, lo descargó y me dijo este va a ser tu nombre.

«A mí me gusta mucho cómo se ve impreso, pero yo quería ficcionar sobre ese nombre, jugar con la biografía, con la historia, eso no me fue posible».

«Lo que sí me sirvió en una tercera temporada digamos, fue para crear la distancia o la aparente distancia entre la persona que escribe y la persona que vive».

Y según ella, esa distancia, más un rostro en apariencia duro y distante, la salvan de las fantasías desmedidas de los lectores.

«Es ese terreno donde se va aflojando el ímpetu de ese lector que viene impulsado por su fantasía, va frenando, frenando y ya cuando llega aquí como que me permite a mí decir: hola, estamos en el mundo real, no en el literario».

«La gente empezaba a preguntar quién es Dazra Novak. No sabían. Trabajaba en el Onelio y a una amiga que trabajaba allí también –había empezado en la biblioteca–, Evelyn Pérez, también escritora (falleció hace dos años o menos). Cuando aquello trabajaba en la biblioteca en el último piso, me llama un día y dice, sube que tengo algo importante que decirte. Eso también lo escribí en mi blog Cuerpo Público. El único texto que tengo en mi blog que no escribí yo».

«Ella me dice sube un momento que tengo algo importante que decirte y cuando subo me dice: mamita, yo escribí un cuento y quiero que lo leas porque cuando lo escribí no sabía que tú, eras tú y el cuento se llamaba Yo también estuve una noche con Dazra Novak. Dice ella que había visto un cuento erótico de una chiquita llamada Dazra Novak.

Esta chiquita está escribiendo estas cosas tan atrevidas, quién se cree que es para escribir estas cosas así y escribí un cuento. El personaje es un negrón, él estaba detrás de Dazra Novak, a ver si esa chiquita es verdad lo que escribe en los cuentos. Si era tan loca como decía ella en los cuentos y al final Dazra termina siendo una estafa, que hasta virgen era, con tanto invento y yo me leo el cuento y me muero de la risa, le digo, pero claro, publica eso, qué importa.

El libro donde ella incluyó ese cuento fue presentado a concurso, y ganó. Yo lo publiqué en mi blog después de que ella falleció. Fue el primer texto ficcionando con Dazra Novak.

En un inicio me acerqué a sus textos por un interés muy personal, que se resumía en los modos en los que los narradores más jóvenes en Cuba, pensaban la ciudad de La Habana, un territorio cultural por el que cotidianamente transito.

Así cuenta Katia Viera, una joven filóloga y estudiosa de la obra de Dazra. Lo escribe desde Córdoba, Argentina, con un interés y detalles que convierten sus respuestas en el germen de un ensayo.

Este interés se relacionaba también, con el momento en el que, una vez graduada de Letras, comencé como profesora de Literatura en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.

«Este particular contexto que te comento, creo que implicó en un inicio que mis lecturas a la obra de Dazra estuvieran marcadas fundamentalmente por sus maneras de configurar un espacio urbano. Con el paso del tiempo abrí esta lectura más acotada, y por momentos muy estructural, a otras muchas, que me han hecho entender la obra de Dazra en su complejidad conceptual».

«Tengo la sospecha, que he expresado ya en otras oportunidades, de que el conjunto de la obra producida por Dazra hasta el momento, desmonta las recientes afirmaciones (en ocasiones muy rotundas) de que los jóvenes escritores cubanos intentan eludir el contexto de su país o ciudad».

«Su producción escritural no parece prescindir de Cuba ni de La Habana, sino que estos espacios constituyen referentes altamente simbólicos para ficcionalizar nociones tan universales como la migración, la nostalgia o el amor».

—¿Qué lugar ocupa el erotismo en la obra de Dazra en relación con el amor, la tristeza y otras emociones humanas? 

—«Leo el erotismo en Dazra de una forma muy parecida al modo que tenía Cortázar de leer este motivo en la Literatura Latinoamericana (sobre todo, aquella producida después de los años 50)».

Él decía que el erotismo en la literatura significa el hecho de que la vida erótica del ser humano es tan importante y tan fundamental como su vida mental, intelectual y sentimental. En este sentido, entonces, no creo que el erotismo ocupe un lugar más o menos relevante que otros temas que también Dazra aborda. Pienso que sus textos experimentan estéticamente el erotismo con la misma franqueza y naturalidad con el que trabajan sobre otro cualquier motivo: el amor, el desamor, la melancolía: al final, todos estos sentimientos son profundamente nuestros, profundamente humanos y aparecen siempre.

—¿En qué medida el interés por lo social media la construcción de la trama, los personajes y las escenas?

—Pienso que Dazra ha construido a lo largo de su obra una mirada desviada que, paradójicamente, aunque desviada, nos sitúa armónicamente frente a juegos intelectuales y emocionales de sus personajes, frente a la configuración de una ciudad que es ruina, jardín invisible, posibilidad, a un tiempo, o frente a un retrato descarnado y brutal de lo que los seres humanos pueden hacer con otros (más desvalidos) y los medios para proyectar otro tipo de humanidad (humildad).

Esta mirada y el pacto que ella es capaz de establecer con sus objetos de observación (y con los propios lectores) construyen una visión desde la que intuyo que los personajes mientras más se acercan (o alejan) corporalmente unos de otros, y de igual modo más se acercan (o alejan) sus subjetividades, más se conocen ellos mismos como sujetos individuales. El foco de la mirada de la narradora no está puesto en la realidad de lo social, puesto que sus textos parecen situarse en ese borde perdido entre la realidad y la ficción, en esa incomodidad con lo real (¿de lo social?), propia de las escrituras más contemporáneas que se construyen desde la autoficción, con un narrador en primera persona (alter ego) que se confunde con la voz del autor y crea ese espejismo entre lo real, lo biográfico y lo ficcional.

Al volver a leer las respuestas de Katia Viera, pienso en Álvaro Castillo y en la coincidencia de miradas en torno al mismo ser humano.

La necesidad de ser escritora, la necesidad de escribir, la necesidad de contar su mundo y sus fantasmas, y la no necesidad, esto parece ser una particularidad en ella, con una capacidad de autocrítica muy grande, eso la hace escritora.

Ahora lo que no la hace escritora cubana es que no escribe de acuerdo a supuestas necesidades o imperativos del mercado internacional, ahora, por sobre todas las cosas Dazra quiere contar un mundo particular, su pequeño mundo particular.

Son unos cuentos muy personales con una carga erótica muy fuerte, con una carga ni siquiera de crítica sino de crónica social, ella no está haciendo un testimonio, está narrando sus fantasmas y sus monstruos. Eso la hace escritora.

Así dice Castillo al final de una conversación el 22 de noviembre. Hoy, 29 de diciembre, cuando se escriben las últimas líneas de este perfil, asalta la duda. ¿Quién es Dazra?

¿La escritora a quién un joven llamado Christian Suárez le confeccionó con sus propias manos una copia de Cuerpo Público? ¿La muchacha siempre joven que canta karaoke junto a su ser amado una noche de sábado? ¿El libro que se pierde de las librerías y quien lo atrapa guarda con celo?

Quizás es un poquito de todo, de ternura, de mirar y entender el mundo y sus conflictos. Un menjunje que atrae a lectores y amigos. Una mirada detallista que ve siempre más allá de lo simple o lo obvio. Unos ojos bellos más por lo que cuentan que por su color carmelita. Una historia particular y única. Un personaje a la vez ficticio y real. Una habanera feliz.

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