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Soñar en sede embrujada

El reto siempre estará en resaltar la fantasía, en crear un universo divertido y en ofrecer, con lenguaje claro, escenarios llamativos y abundante poesía

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Han transcurrido ya dos semanas y no he podido romper el «bieneficio». Me dejé convencer por Rubén Darío Salazar y Zenén Calero de que acabara con el confinamiento que me traía el espíritu medio encarcelado, y decidí viajar 100 kilómetros hasta la Sala Pepe Camejo, en la llamada Atenas de Cuba; hasta esa sede «embrujada»: díganme lo que me digan, yo lo sé.

No se propusieron mucho esos recientísimos premios nacionales de Teatro con este nuevo «preparao», ni siquiera obligarnos a olvidar la contundencia de espectáculos como El patico feo, Los zapaticos de rosa, Por el monte carulé, Alicia en busca del conejo blanco, El irrepresentable paseo de Buster Keaton o Retrato de un niño llamado Pablo..., quisieron simplemente «realizar un concierto por la vida, donde la música para niños y niñas, acompañada de juegos tradicionales, títeres y poemas, nos permitan soñar con los ojos abiertos, con la ilusión de que todo puede ser mejor para nuestro planeta herido».

El caso es que hace dos semanas que me «biendijeron» a que no encontrara más salida que quedarme en la Luna de Matanzas, que nada tiene que ver con la de Valencia, sin dudas más famosa, pero asociada a desilusiones y desesperanzas, a diferencia de esta otra que adora verse llena y luminosa cuando se combina con el sol.

Sucede que ellos, los de Teatro de Las Estaciones, le conocen un mundo a los hechizos, saben que para que resulten poderosos se debe convocar toda la energía positiva, si es posible, del universo; saben que esta se intensifica no solo con el talento, con el virtuosismo que se posea como artista, sino también, y mucho, con la bondad, la buena vibra, que puede haber en estos seres que son como elegidos.

Es el optimismo que se respira de principio a fin en Soñar con los ojos abiertos el que nos hace agradecerle a la asombrosa soprano y actriz Lucelsy Fernández, protagonista de este concierto que se queda fijado en el alma, por esa verdad con que nos seduce cuando con esa voz de infinitos colores nos transmite las más disímiles emociones al interpretar canciones de marcada belleza, nacidas de poemas de José Martí, Nicolás Guillén, Mirtha Aguirre, Carmen Lyra, Teresa Crespo de Salvador y Amado Nervo, o de la feliz inspiración de Norge Espinosa (Canción para estar contigo), Francisco Gabilondo Soler (Di por qué) y de Teresita Fernández (Titiritero), para terminar siendo más geniales musicalizadas por Rodrigo Prats, José María Vitier, Elvira Santiago y Bárbara Llanes.

Migdalia Seguí y Lucelsy Fernández en uno de los momentos más emotivos del espectáculo, cuando se les rinde homenaje a las abuelas.Fotos: Sergio Jesús Martínez

La Fernández le canta a Cuba con brillantez y sensibilidad, y le canta de igual modo a Latinoamérica en un concierto que no es común. Ni por el preciso y cómplice acompañamiento musical del Quinteto Vida, que dirige,por cierto, su hermana Roselsy; ni por la puesta en escena de Rubén Darío: tan imaginativa como los muñecos y vestuarios originales concebidos por Zenén, quien no dudó en aprovechar elementos de obras anteriores que pudieran engrandecer la visualidad del espectáculo; ni por el respaldo extraordinario de Iván García, Arlettis González, Sonia María Cobos y Migdalia Seguí, los multifacéticos actores de Las Estaciones; ni por la danza de Fernanda Martínez y Yadiel Durán (responsable de la coreografía), que completó la maravilla.

A estas alturas no debería sorprenderme con el modo como Soñar... consigue que los ojos de los espectadores más pequeños brillen como luceros y no quieran ni pestañar, cuando yo mismo he sido testigo del impacto que logra en grandes y chicos esa joya nombrada Canción para estar contigo, o la más nueva Todo está cantando en la vida (Un recital de afectos para Teresita Fernández), con la que no hace mucho la misma Lucelsy demostró que se trata de una cantante hecha y derecha, como corresponde a una alumna aventajada de la siempre impresionante Bárbara Llanes.

Pura subestimación la mía, lo confieso, que a veces me cuesta no ver como aburrido, lejano, rígido, acartonado, parte del arte lírico que se produce en nuestra tierra. Pero Las Estaciones se ha hecho especialista en romper barreras, en unir en un solo haz, calidad artística, frescura, sinceridad, capacidad de comunicación y de empatía. Fusionando disciplinas como el canto, la música, la danza y el teatro, consigue acercarle a la familia un arte considerado de élite; especialmente a los niños, quienes incorporarán mejor aquellos valores que puedan descubrir con sus propias vivencias a través de espectáculos como Soñar con los ojos abiertos.

Cartel del espectáculo.

El reto siempre estará en resaltar la fantasía, en crear un universo divertido y en ofrecer, con lenguaje claro, escenarios llamativos y abundante poesía, un mensaje que nos recuerde que «solo el amor puede salvar la humanidad». Ellos, los de Las Estaciones, ya tienen preparada la pócima que actúa firme en el corazón y en la memoria... Yo, por si acaso, les aviso para que después no me digan: esa sede está embrujada. De su magia nadie escapa.

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