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Soñar no cuesta

Viaje infinito es la obra más reciente del artista de la plástica Wilfredo Prieto, una gran carretera en forma de infinito con un kilómetro de longitud enclavada en el municipio espirituano de Taguasco

 

Autor:

Aracelys Bedevia

Una gran carretera en forma de infinito con un kilómetro de longitud y, transversalmente, 200 metros en su parte más ancha, es la nueva obra de Wilfredo Prieto, figura imprescindible de la plástica cubana. Situada en Zaza del Medio (Sancti Spíritus), en unas tierras abandonadas por más de dos décadas, esta autopista que no conduce a ningún lado ha sido planeada no como escultura aislada, sino como un proyecto de socialización que sitúa el arte como eje de desarrollo en un lugar netamente agrícola.

Ha querido el artista volver a sus orígenes y, aprovechando el aislamiento que nos impone la COVID-19, dio inicio en 2020, en su tierra natal, a Viaje infinito. Esta autopista en medio de la nada contará con cuatro carriles y será iluminada con energía procedente de paneles solares.

«Es el proyecto más complejo que me he propuesto en todos estos años de carrera. En 2012 inicié las primeras conversaciones de la idea con el Ministerio de Cultura y determinamos que lo mejor era aterrizar en el sitio elegido (municipio de Taguasco), donde para sorpresa mía tomaron el proyecto como suyo.

«De alguna manera, es un lugar tan pequeño que más o menos todos nos conocemos —aunque yo me fui de Zaza del Medio a los diez años para estudiar en una escuela de arte fuera de mi provincia. Pero, por lo menos me ubicaban a través de mis padres.

«Lógicamente el Gobierno estaba preocupado por el mantenimiento de una escultura de esta escala que no tenía precedentes en el país. Eso hizo que nos organizáramos como un proyecto de desarrollo local (2015); teníamos que lograr un espacio que pudiera autofinanciarse en sus propios gastos de mantenimiento, seguridad, administración y demás. Eran unas tierras ociosas por más de 25 años, plagadas de marabú. Imaginen el reto», expresó a JR Wilfredo Prieto.

«Hemos tenido un proceso burocrático de ocho años para conseguir los permisos. Viendo otros proyectos de amigos en varias partes del mundo, nos prepararemos para diez años de trámites. Entonces, no estuvo tan mal nuestro proceso, y a la vez, ese tiempo se convirtió en una ventaja que ayudó a madurar la conceptualización de Viaje infinito. Se mantuvo la estructura inicial pero se concretó y creció como un proyecto de desarrollo local y cultural», afirmó.

En Zaza del Medio, dijo, «pasé toda mi infancia, en el campo, entre unas montañas y un río, en la libertad de correr descalzo por aquellos matorrales, caerles atrás a las vacas y demás… Una lluvia de recuerdos que continuamente revives, es un encuentro permanente con tus amigos, familia. Es una forma de verte como eras, como eres.

«Pensé: ¿por qué no llevar mi trabajo y contaminar de artes visuales la región? ¿Por qué no cambiar en algo, aunque sea con un pequeño gesto, la forma de vivir y compartir una experiencia? Eso intento. De hecho, el proyecto es casi como una nueva forma de vida. Me ha dado otras herramientas que permiten replantearme mucho de mi trabajo.

«Ahí, de alguna manera, casi nadie entiende lo que hago, quizá porque no es una obra de arte común; es una pieza eminentemente agrícola. Mi gran reto es crear un espacio para el arte contemporáneo».

Aparentemente sencilla pero contundente y abierta a la interpretación es la obra de este joven graduado del Instituto Superior de Arte en 2002 y reconocido desde 2007 como uno de los creadores contemporáneos más importantes de Latinoamérica. Viaje infinito habla de una experiencia, del ir y regresar al mismo sitio, de la repetición cíclica de los hechos.

―Enfatizas en la idea del eterno retorno, en ese viaje como camino interminable, sin principio ni n, y en el que se repiten los mismos códigos. ¿Por qué?

―Quizá es mi autobiografía y, de alguna manera, la de todos. Siempre estamos de un lado a otro. Ya no solo desde la movilidad, también en situaciones sentimentales, históricas y sociales.

―Iniciaste su construcción durante el confinamiento y con esfuerzos propios. ¿Cómo logras hacerlo, en términos financieros, si estamos ante una crisis económica a nivel internacional debido a la presencia de la pandemia?

―Lo planeé hace ocho años. Es el resultado de una disciplinada dieta de ahorros, de mi trabajo artístico durante años. Como principio, lo que tengo a mano lo transformo en arte, ya sea con las finanzas, con los materiales que me encuentre, con mi propio esfuerzo físico o lo que sea.

«Recuerdo que cuando tenía 14 años —pleno período especial— y no había lienzo en la Academia de Trinidad para pintar, automáticamente mis sábanas cambiaron su función para sustituirlo. No imaginas la satisfacción de dormir sobre el colchón pero viendo que el trabajo crecía. Así ha sido siempre.

«En Viaje infinito mientras las máquinas del Ministerio de la Construcción trabajan, Yoel Pérez, director del proyecto, y yo, vamos atrás sembrando árboles con un pico. Al final la gente se suma y te va ayudando… el cómputo total es la suma de muchos gestos que logran romper cualquier tipo de impedimento».

Viaje infinito crece por sus implicaciones colaborativas, el uso, además, del cemento ecológico bajo en carbono LC3 para su construcción, su enfoque comunitario y carácter autorreferencial. ¿Qué puedes decirnos al respecto?

―Uno de los principales elementos colaborativos es el desarrollo científico. El proyecto se planteó con la utilización piloto del cemento LC3. En aquel entonces, en 2014 o 2015, no era tan conocido, pero aun así se levantará un puente con este material, con cero acero. Esto es una clara innovación tecnológica, ecológica e ingeniera, que atraerá a jóvenes estudiantes de ingeniería a observar el comportamiento de los materiales y la evolución de estas pequeñas ideas. En función de eso, construiremos un pequeño anfiteatro aprovechando las curvas del terreno colindante para que podamos crear encuentros con universidades.

«Hemos invitado a colaborar a jóvenes arquitectos que conforman proyectos como Infraestudio y el grupo Bohío que nos han ayudado con el diseño de los inmuebles: cine, oficinas, mirador, café, cabañas, anfiteatro, galería. Desde el punto de vista conceptual, ellos propusieron una arquitectura no invasiva, prácticamente invisible, que se camufla en la vegetación.

«Ya se puede ver desde Google la oficina (enterrada) que realizó el grupo Bohío y es casi un túnel. Lo mismo pasa con el cine, todo quedará tupido con un platanal, muy integrado al espacio. Tienes que descubrirlo. Se entrará por un pasillo enorme en un platanal y encontrarán el cine funcionando, los sensores se encargarán de detectar a los que lleguen.

«Es arquitectura en función de una obra artística, de un paisaje, de un espacio natural. Hasta el momento, además de la oficina, hemos construido un comedor de campaña y las plataformas del cine y el mirador.

«Haremos una presa que regará todo el espacio por gravedad, no necesita combustible, así como un departamento agrícola que se encargará de la reforestación del área. A ello se añadirá el trabajo que queremos desarrollar en torno a la permacultura, con orientación de la Fundación Núñez Jiménez y de algunos campesinos que lo practican en la zona. Estoy seguro de que esa mezcla nos dará nuevas ideas a todos».

―¿Hasta qué punto la comunidad se beneficia con Viaje infinito?

―Quisiera que se beneficiara absolutamente con todo, pero no sé cuánto pueda lograr. Pienso en Gibara, cómo un pequeño pueblo renace en su vida económica mediante un evento artístico, cómo el arte es detonante del desarrollo económico y social de una región. Gibara en poco tiempo se convirtió en una capital del cine sin saberlo, y de pronto aparecieron hoteles, restaurantes, centros culturales...

«Quisiera que eso pasara en Zaza del Medio; que deviniera una pequeña capital de las artes visuales, que en mi pueblo —aunque hace mucho vivo en La Habana— se puedan reunir artistas. Sería muy interesante que la localidad pueda entender otras formas de trabajar la tierra, la agricultura, y también la cultura; que se fusionen fronteras entre las profesiones y surjan espacios de experimentación. Soñar no cuesta, es el primer paso para lograr cualquier cosa objetiva, concreta. Ojalá sea pronto una realidad».

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