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Del tiempo para siempre

En la piel de Miguelito, el actor camagüeyano Yohandry Aballe conmueve a los espectadores con una sólida actuación

Autor:

Iris Celia Mujica Castellón

Migue no entiende por qué su novia Daniela dejó de amarlo de repente. Intuye que «Mama» algo hizo para alejar a la chica. Pregunta por qué unos hombres malos lo asaltaron aquella noche. Se enoja cuando «papá» no aparece y él tiene miedo. Repite y repite. Espanta los temores con manos inquietas, entrelazando los dedos rígidos. Rehúye explicaciones fragmentadas. A veces está cansado, molesto y necesita «tirar» el cuerpo para poder pensar. Porque cuando piensa lo mismo, una y otra vez, Migue comprende. En otro tiempo, menos volátil, apacible. Un tiempo que no tienen los que no son como él. Por eso, puede ver el alma a los relojes y creer en las certezas del «para siempre».

«Un ser de luz», me dijo entre asertos Yohandry Aballe cuando pregunté por este personaje, al que encarna en la telenovela Vuelve a mirar. El joven con discapacidad intelectual partió de las subtramas al trending topic de los seguidores del melodrama en las redes. En los primeros escaños de la popularidad, sin evidencias de rating, todo lo que hace o interviene en la realidad de Miguelito conmueve el debate entre espectadores.

«Sucede que adentra un tema muy frágil», dice el actor camagüeyano y confiesa a Juventud Rebelde que ha sido uno de los roles más hermosos que ha interpretado a lo largo de su carrera.

Aballe nunca pensó en convertirse en actor. «De hecho me gradué de técnico de nivel medio en refrigeración. Fui a un curso que estaban dando en la radio por insistencia de mi mamá, una actriz consagrada. Me presenté, aprobé y comencé este camino. Quiso Dios que heredara el don de mi madre.

«Encontré la televisión sin buscarla. Agradezco a la directora Mirtha González. No era de los que se miraba al espejo y pensaba: “Me gustaría actuar como tal famoso”; nada de eso.

«Cuando Fiallo me propuso interpretar a Miguelito fue porque creyó que era el indicado. Yo sabía que este tipo de personaje supone un reto muy grande. Es como estar caminando todo el tiempo por una cuerda floja, en la que si te falla el equilibrio lo pierdes todo.

«Recuerdo una vez que Porto, uno de los más grandes de la pantalla cubana, me confesó que se ponía nervioso cuando iba a interpretar. Me dijo: “El día que no sienta ese miedo, esos nervios, dejo de ser actor”. En este particular, después de estudiar y analizar el texto, descubrí a una persona y, lo he repetido muchas veces, a quien Dios le hizo el favor de retrasarle un poquito el tiempo y así lo alejó de las cosas negativas que alimentan a la humanidad».

―Imagino que construir un personaje como este, sin viciar o sobreactuar la discapacidad intelectual y conseguir una representación convincente, natural, haya sido realmente complejo. Hábleme de este proceso.

―No te puedo decir que imité a alguien o que busqué personajes similares en el cine o la televisión para ver cómo lo hicieron otros. Tengo otra forma de estudiar. Leo el guion una sola vez, repaso mis escenas, la sicología del personaje y comienzo a construir en mi pensamiento el comportamiento y el temperamento del individuo que voy a encarnar. Esa «cancha» me la dio un poco la radio; fueron 19 años en el medio. Allí llegas y tienes 20 minutos para ensayar; pasado ese tiempo tienes que proyectar en el micrófono y sacar todo con la voz. Necesitas una imaginación espectacular para lograrlo. Así trabajo, arrastrando un poco la técnica y los aprendizajes de la radio. No me gusta «quemar» las escenas, como sucede en el teatro. En mi opinión cuando ensayas demasiado, reduces las posibilidades de que ocurra algo nuevo. Miguelito es todo el tiempo eso, improvisación, descubrimiento.

―¿Cómo nace su gestualidad, su manera de hablar? ¿Hubo algún referente específico de la vida real?

―Fiallo me dio «libre albedrío» para crear a este personaje. Esa confianza director-actor es maravillosa. Por eso todo lo bueno que resultó de esta interpretación, nació de la espontaneidad. Las acciones de Miguelito fluyeron sobre la marcha del rodaje. Por supuesto, estudié, leí en internet sobre el asunto y me acerqué a personas con discapacidad intelectual. No está inspirado en alguien de la vida real. Lo saqué de lo profundo de mi alma, a través de sus rasgos sicológicos y del haber comprendido que las personas con estas características tienen puntos comunes, pero muchísimas diferencias. Poseen personalidades propias y comportamientos muy individualizados.

―El «Mama» que siempre dice… ¿estaba en el guion?

―No, nunca estuvo en el guion. Es mío, y siento que todo Miguelito es mío. Le puse varias cosas que no estaban en el guion. Por detalles como ese, me gusta trabajar con Fiallo. Considero que el secreto de la actuación orgánica está en la creatividad y la naturalidad del artista. Cuando entro a una escena no pienso «tengo que pararme aquí, voy a mirar hacia allá», no, no. La escena sale de adentro y así la proyecto.

—¿Cuánto de Yohandry Aballe tiene el hijo de Mercedes en la propuesta de Ernesto Fiallo?

―Cada personaje tiene algo del actor que lo proyecta. Es imposible desprenderse de uno mismo. Migue soy yo, con una discapacidad intelectual; así lo siento. Lo asumí desde sus conflictos más íntimos, el rechazo de su papá, la sobreprotección de la madre… Mercedes trata a Miguelito por instinto, no acude a la guía de un especialista y desconoce la forma adecuada de conducir a su hijo. Le transmite sus temores e inseguridades. «Mama» no respeta el espacio y los tiempos que él necesita para resolver los problemas; a pesar de ello, es una madraza espectacular.

—¿Qué fue lo más difícil a la hora de interpretar el personaje?

―Los personajes característicos son muy difíciles. Si lo comparas con un alcohólico, que también tiene sus peculiaridades, te das cuenta de que los recursos para imitar a un bebedor son más fáciles de conseguir. Pero Miguelito proyecta a una persona como otra cualquiera, su discapacidad apenas se nota. Solo en situaciones que le generan mucho estrés vemos su lenguaje repetitivo, el movimiento de sus manos… Encontrar ese intermedio, esos detalles, es complicadísimo.

―Las dificultades que golpean al joven relojero están a la vista, pero sus fortalezas, esos puntos dulces que también le hacen crecer en una trama tan plural, ¿dónde los encuentra?

―Miguelito está lleno de virtudes, de amor, de entrega, de fidelidad, de convicciones, de firmeza y eso le da mucha fuerza.

―No es un protagónico en las historias de Vuelve a mirar; sin embargo, ha conquistado toda la atención del público. ¿A qué atribuye esta reacción de la audiencia? ¿Ha sido su mejor actuación hasta la fecha?

―El interés lo despierta la importancia del tema. No creo que haya sido mi mejor actuación, pero sí la más vista. Quizá por las características del personaje, por la gama de sentimientos nobles que tiene. Es una de mis tres interpretaciones preferidas. El pescador de La hoja de la Caleta también me marcó muchísimo, y Felo (En tiempos de amar) fue muy especial.

―La inclusión de personas discapacitadas a una vida sin limitaciones es un tema muy sensible. ¿Qué opinión le merece el enfoque que guionistas y directores ofrecieron sobre el asunto?

―Estuvo bien, pero creo que es un tema que debemos seguir trabajando. Es un tópico muy latente. Considero que debemos tocar problemáticas asociadas o derivadas de esta, el bullying por ejemplo. Un lastre que se puede abolir con educación. Los medios deben reconfigurar sus producciones a partir de las verdaderas demandas de la gente y dejar morir esos conceptos caducos que todavía mueven las programaciones.

―¿Cuántos aprendizajes le deja Miguel?

―Deja enseñanzas de bondad, de fuerza interior. Y la relación de Migue con «Mama» demuestra que la maternidad amorosa es insuficiente si no preparas a tus hijos para la vida, para cuando los padres no estén. Enseñarles a ser independientes.

―Después de esta experiencia, ¿qué retos profesionales le esperan?

―Me encantaría hacer más televisión y cine, son los medios que me atrapan, por su fuerza, por el realismo. Y siempre repito algo: lo que prefiero en mi vida, por sobre todas las cosas, es estar donde esté la voluntad de Dios para conmigo. Soy cristiano y eso marca mi conducta, rige mi personalidad y mi camino.

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