Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Una fiesta que nunca acaba

La edición 19na. de la Fiesta del Tambor Guillermo Barreto in memoriam concluyó este domingo, tras una semana de puro éxtasis rumbero

 

Autor:

Sergio Félix González Murguía

Se dice que los cubanos no necesitamos motivos para estar de fiesta: armamos un guateque «con un palo y una lata». Quizá se debe a que llevamos el ritmo de la clave por dentro. Da igual dónde estemos o la personalidad que tengamos; en la parada de la guagua, una cola, caminando por la calle o en un centro de trabajo, si se escucha una clave, una rumba o un tambor, hay algo en nosotros que nos provoca a mover un pie, el torso o, al menos, un dedo.

Es por ello que cada edición de la Fiesta del Tambor Guillermo Barreto in memoriam se convierte en un motivo para vivir durante varias jornadas en pleno éxtasis rumbero, aderezado con el virtuosismo de los artistas que entregan su arte en cada presentación, junto a las clases magistrales y las competiciones de percusión que reúnen una carga brillante de talento.

Por primera vez en la historia del evento, creado por el músico Giraldo Piloto para homenajear la obra de su tío, el percusionista Guillermo Barreto (1929-1991), se celebró solo la competencia de batería, convocada exclusivamente para intérpretes profesionales. Trece jóvenes le sacaron brillo al drums en un certamen que sirvió para tomarle el pulso a la buena salud de la percusión en Cuba y del que salió vencedor el joven baterista Rey Ponce.

La fiesta fue ganando intensidad de forma progresiva. En la primera jornada, el presidente del evento, Giraldo Piloto, dio el pistoletazo de salida con una clase magistral de drums para jóvenes estudiantes de nuestras escuelas de arte, profesionales, periodistas, aficionados, neófitos y todo aquel interesado en acercarse a la sala Taganana del Hotel Nacional de Cuba, sede del evento teórico de la Fiesta del Tambor. Estos intercambios representan un acierto que dota al evento de un carácter pedagógico de gran valía, enriquecido por las aportaciones de Eduardo Ramos, Adel González y Ruy López-Nussa.

Hasta el Arco de Belén llegaron las clases magistrales de bailes populares como el casino fusionado, el ciclo yoruba y la rumba con sus vertientes en el guaguancó, yambú y columbia, a cargo de los profesores Oddebi García, Jennyselt Galata, Johanne García y Domingo Pau.

En la populosa instalación de La Habana Vieja tuvo lugar uno de los momentos insignia de esta edición 19na. de la Fiesta del Tambor, pues fue venerada la memoria del artista Salvador González, creador del Callejón de Hamel, recientemente fallecido a causa de la COVID-19, así como la legendaria rumbera Merceditas Valdés (1922-1996) recibió el tributo de la agrupación folclórica músico danzaria de cantos espirituales Nsila Cheche —celebrando su primera década de fundada— con un cajón a los ancestros en lo que fue una de las primeras presentaciones de esta gran celebración de la percusión cubana.

En los días posteriores la temperatura en el Arco de Belén no bajó ni un milímetro, debido a la presencia de otras agrupaciones rumberas de alto calibre como Iyerosun, Ronald y Explosión Rumbera, Rumbatimba, Timbalaye, así como la joven percusionista Brenda Navarrete, secundados por los jóvenes que durante la semana impartieron las clases de danza y sus profesores, así como el público asistente.

Entre el barrio y los grandes escenarios

La música cubana, en específico la rumba y nuestros ritmos populares, fue la gran homenajeada en esta edición 19na. de la Fiesta del Tambor Guillermo Barreto in memoriam. Asimismo, los organizadores del evento lograron llegar a nuevos escenarios de la capital, ante la imposibilidad de masificar las propuestas artísticas, como sucedía en tiempos de la época prepandémica.

Por primera vez, la Fiesta del Tambor llegó a algunos barrios populares en los municipios de La Habana, en un esfuerzo para que el evento no se circunscribiera a un espacio determinado y para que la mayor cantidad de personas tuvieran acceso a  algunas de las presentaciones del programa.

La rumba recorrió las calles habaneras y llegó de la mano de Timbalaye hasta el parque de La Herradura en San Miguel del Padrón. Hasta el reparto Habana Nueva, en Guanabacoa, llegaron los ritmos de Obbini Batá; Clave de Rumba se hizo sentir en La Libertad de La Lisa y Rumbatá puso a gozar al público congregado en el parque Trillo de Centro Habana.

Daba igual cómo, sentado en un taburete de madera, de pie, solo o en compañía de la familia, los vecinos de las distintas barriadas a donde llegaron los ecos de esta Fiesta del Tambor gozaron con el fuego emanado de las tumbadoras, los cajones, los tambores batá, los cantos y sonidos que les resultaban familiares, porque la rumba nace del barrio.

Ese fuego se propagó con fuerza y llegó hasta el Salón Rosado de la Tropical, en dos noches en que las agrupaciones Rumbatá y Los Muñequitos de Matanzas deleitaron al bailador junto a Formell y los Van Van y Alexander Abreu y Havana D’ Primera.

La guinda del pastel estuvo en el Anfiteatro del Centro Histórico, institución que acogió por vez primera el evento de la percusión cubana. Durante cuatro noches esa célebre institución, dedicada al rescate del teatro musical, acogió los ritmos y presentaciones de la Fiesta del Tambor, los cuales arrancaban siempre con el cañonazo de las nueve, para sorpresa de algún desprevenido que no estaba atento al reloj ni tenía noción de que se encontraba justo en frente de la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, sede de la tradicional ceremonia habanera.

La exquisita escenografía, llena de luz y dinamismo, acogió las presentaciones de importantes agrupaciones del panorama musical y danzario cubanos que conformaron una amalgama deliciosa orquestada por Efraín Sabás, quien asumió la dirección artística del evento.

En la imagen, Giraldo Piloto, presidente del jurado del certamen, junto a los premiados.Foto: Enrique González Díaz.

Las noches de rumba en el Anfiteatro abrieron con la final de la competencia internacional de batería Guillermo Barreto in memoriam, seguida por la celebración del aniversario 70 de Los Muñequitos de Matanzas que invitaron al escenario a Mayito Rivera y David Blanco, dejando la puerta abierta a la presentación de Giraldo Piloto y Klímax.

Otras agrupaciones que secundaron ese clímax que provoca la percusión y los ritmos populares cubanos fueron Síntesis, Pupy y los que Son Son, Eduardo Ramos y Más con Menos, el Conjunto Folclórico Nacional —estuvo celebrando sus 60 años de fundado—, así como Rumbatá junto a Haila María Mompié en una versión rumbera de su popular tema Quién fue.

La última noche de la apoteosis rumbera abrió con el sello del ballet del cabaré Tropicana para dar paso, entre otros, a Rolando Luna y Cuban All Stars, un momento de jazz afrocubano que fue calentando los motores frente a un público que sabía lo que venía a continuación.

Ronald y Explosión Rumbera junto a la comparsa de Los Componedores de Batea levantó al público de sus asientos y empezó el rumbón al ritmo de los tambores y los ingeniosos coros de la agrupación, con su particular versión del tema Waka Waka de la cantante colombiana Shakira y la interpretación de Hallelujah del canadiense Leonard Cohen, que defendieron junto a Vocal Renacer.

Luego de ese momento de éxtasis la cosa no paró y tras conocerse los resultados del concurso Guillermo Barreto in memoriam apareció en escena Elito Revé y su Charangón, con la fuerza propia de «la aplanadora de Cuba».

Poco importó una breve pausa en la presentación para una rectificación del sonido, porque el público estaba enardecido y decidido a esperar lo que hiciera falta para seguir gozando al ritmo del Charangón que subió al escenario a Alain Pérez, Alexander Abreu y Brenda Navarrete, para interpretar algunos de los temas antológicos de la banda como El cosquilleo y La Guagua.

Cuando parecía que todo había terminado salieron los muchachos de Gigantería, que a golpe de conga condujeron a la multitud hasta la salida del recinto. «¿Para dónde sigue la fiesta?», preguntaba una joven sin parar de bailar, mientras los zancos se perdían a lo lejos. A la espera de una nueva edición de esta celebración de la percusión cubana, el público sabe que el tambor es una fiesta que nunca acaba.

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