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Cine-fashion y las bellas fruslerías

La Cinemateca de Cuba ofrece el ciclo El cine se viste a la moda (del 14 al 17 de junio), que explora las concurrencias entre ambas manifestaciones artísticas

 

Autor:

Joel del Río

Encrucijada de luces y colores, al igual que el cine, la moda también está marcada por el diseño y la creación de imágenes seductoras. Habida cuenta de tales concomitancias la Cinemateca de Cuba ofrece el ciclo El cine se viste a la moda (del 14 al 17 de junio), que explora las concurrencias entre ambas manifestaciones artísticas. En el pórtico del ciclo ocurre la exhibición, con una copia restaurada, en el cine La Rampa, del filme francés ¿Quién eres tú, Polly Maggoo? (1966), dirigida por el fotógrafo norteamericano William Klein, quien adopta la animación, la música (estilo video clip), las técnicas televisivas y la foto fija para criticar el mundo de la moda o más bien su ascendiente mediático. Narrativamente se refiere a la historia de una exitosa modelo norteamericana en París, protagonista de un reality show llamado ¿Quién es usted?

Cada uno de los filmes elegidos para este ciclo, que continúa en 23 y 12, sede de la Cinemateca, se ve acompañado por ediciones seleccionadas del Noticiero ICAIC Latinoamericano, que incluyen reseñas concernientes al tema del ciclo, a lo largo de tres décadas, como la edición 274, de 1965, en la cual el maestro Santiago Álvarez aligera sin prejuicios el tono y muestra las modas francesas para la playa, o la 300, de ese mismo año, en que se comenta un desfile en el Hotel Habana Libre, o la 331, de 1966, en la cual se informa sobre la aparición de la minifalda en Londres, París y Moscú. Además de los innumerables registros de pulsaciones de orden histórico, épico y social, el Noticiero también puede entenderse como un reflejo cultural de aquellos años, y la moda ocupó con frecuencia un lugar en la información, por lo menos en los años 60, porque después parecen predominar otros afanes.

En cuanto a los otros títulos elegidos para el ciclo en cuestión, hay otros dos cubanos: La bella del Alhambra (1989), de Enrique Pineda Barnet, y La Habana elegante (2021), de Rolando Almirante, un acercamiento al concepto de elegancia asociado a la moda, a través de las opiniones de importantes diseñadores y expertos. Con escenografía y vestuario de dos de los diseñadores más prestigiosos que trabajaron para el cine cubano, Derubín Jacome y Diana Fernández, el célebre musical cubano restituye el esplendor de los años 20, y a través de Rachel (Beatriz Valdés) se rinde nostálgico homenaje a la moda habanera del art nouveau, con sus líneas curvas y asimetrías, la tendencia a la estilización de los motivos, y el énfasis en la delicadeza y la gracia, en las ondas en los cabellos y los pliegues de las vestimentas (drapeados).

El ciclo cuenta también con tres títulos norteamericanos: La Cenicienta en París (Funny Face, 1957), de Stanley Donen; Mi bella dama (My Fair Lady, 1964), de George Cukor; y El diablo viste de Prada (2006), de David Frankel. La primera es también un musical, sobre un fotógrafo de modas (Fred Astaire) que descubre a una joven modelo (Audrey Hepburn) y en el camino al estrellato se despliega con todo glamour el vestuario creado por Edith Head (ganadora de ocho premios Oscar como diseñadora de vestuario) y Hubert de Givenchy (uno de los pilares de la alta moda francesa). Musa de grandes modistos, Audrey Hepburn protagoniza también Mi bella dama, vestida por Cecil Beaton, quien fuera no solo fotógrafo de Vanity Fair y Vogue, sino que también diseñó la lujosa ropa que viste Hepburn en la película mencionada, y Leslie Caron en Gigi, y Barbra Streisand en On a clear day you can see forever.

Casi en un lugar común, cada vez que se habla de cine y moda, es la referencia a El diablo viste de Prada en la cual muchos admiradores de Meryl Streep encuentran el sumun de su habilidad para la comedia en el papel de una arrogante jefa de redacción de una revista de modas. La actriz declaró inspirarse en Anna Wintour, directora de la revista Vogue; y lo mejor del filme, aparte de la actuación entre farsesca y autocomplaciente de la Streep, vienen a ser los argumentos expuestos para colocar a la alta moda en el mundo mediático, especialmente del periodismo, aunque de todos modos impera una perspectiva complaciente y ennoblecedora, la misma que suele predominar incluso en películas más arriesgadas como Prêt-à-porter (1994), de Robert Altman, quien prefirió mirar con sorna el acontecimiento más importante del mundo de la moda, la Pasarela París, y el mundillo de periodistas, fotógrafos, diseñadores y modelos, todos sospechosos del asesinato del jefe de la Cámara Sindical de la Moda. De todos modos, la película de Altman no está en el ciclo.

Se agradece la exhibición de Blowup (1966), único filme británico realizado por el italiano Michelangelo Antonioni, y catalogado en su momento, por el realizador brasileño Glauber Rocha, como el más bello trance en colores de la cinematografía moderna. Por ello se anuncia imprescindible, para los amantes del mejor cine, esta exhibición de una copia en alta definición. Deslumbrado se ve el realizador italiano por el glamour del swinging London en pleno boom de los Beatles y la minifalda. La historia se basa en un relato de Julio Cortázar y también cuenta la historia de un fotógrafo que, al parecer, descubre accidentalmente la ocurrencia de un crimen. Y como el filme es un tratado sobre la subjetividad y el punto de vista, se ofrece una oportunidad única al cinematógrafo Carlo di Palma para demostrar su categoría fuera de serie.

El filme más reciente entre los incluidos es la coproducción entre Argelia, Bélgica y Francia titulado Papicha, sueños de libertad (2019), dirigida por Mounia Meddour y cuya acción acontece en el país norafricano en los años 90 del pasado siglo. Una joven sueña con convertirse en estilista y se niega a que la guerra civil le impida llevar una vida normal y salir por la noche para acudir a la discoteca donde vende sus creaciones a las ‘papichas’, las jóvenes argelinas. A despecho de las prohibiciones de los radicales, la muchacha decide luchar por su libertad e independencia organizando un desfile de moda, y así el filme confirma la presencia de la moda como elemento cultural y artístico siempre asociado a la civilización, la paz y la belleza.

Entre las notables peculiaridades del ciclo se encuentra el momento propuesto entre el cine y la marca «Color Café», fundamentado en la exaltación de la identidad cubana, de modo que paralelamente a las exhibiciones acontecen pasarelas intrínsecamente relacionadas con el tema propuesto. Una iniciativa vistosa, apropiada y atrayente para muchos espectadores en una país en el que la moda siempre ha sido vista con cierta ojeriza que subestima y mal entiende propósitos y alcances, porque algunas instituciones la han visto como una faceta de las costumbres y los medios vinculada al lujo y al despilfarro consumista, mientras se ignora su potencial artístico y cultural. El ciclo de la Cinemateca debe contribuir a verlo todo desde una nueva perspectiva.

 

 

 

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