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Más allá del Yeti

Lejos de constituir solo un rostro televisivo, el joven actor Luis Ángeles León se presenta como un individuo dedicado, en profundidad, a su bienestar físico y mental, según confesó a la revista Alma Mater

Autor:

Félix A. Correa Álvarez

(Tomado de Alma Mater)

Oscar es uno de los protagonistas de la telenovela Viceversa. Sí, no ha leído mal. Así se nombra ese controvertido personaje al que todos reconocen como «Yeti», con el que Luis Ángeles León no solo ha añadido profundidad a la trama mediante su interpretación, sino que también ha destacado como un actor emergente en la escena televisiva del país.

Su incursión en el mundo de la actuación comenzó a una edad temprana, cuando se unió al grupo de teatro aficionado Virgilio Piñera, de la Casa de Cultura de Plaza, impulsado por un amigo de la familia. Ahí se mantuvo por algunos años, hasta que llegó al grupo Olga Alonso, escenario donde la adrenalina y la pasión se entrelazaron en cada personaje que defendió sobre las tablas.

Al recordar esos momentos, Luis Ángeles comparte: «Es una sensación que agradezco seguir experimentando cada vez que piso un escenario. El teatro, aunque suene poético o incluso cliché, ha sido un auténtico salvavidas en mi vida».

Después de transitar por ambos grupos aficionados, continuó su trayectoria junto a figuras destacadas de las artes escénicas en Cuba, como
Ketty de la Iglesia, Yanier Palmero, Alejandro Milián y, finalmente, Mario Guerra, quien se convirtió en el centro fundamental de su formación.

Pero el destino le tenía preparado que a su vida llegara Teatro El Público, donde de la mano del gran Carlos Díaz vivió experiencias enriquecedoras
que solo los que conocen la magia del Trianón son capaces de comprender. «Aunque también he colaborado con otros directores y grupos, mi corazón siempre ha pertenecido a este escenario que considero mi hogar artístico», confiesa el actor.

Su paso por el teatro no se limita a una sola compañía. Las tablas de Teatro Buendía, Aire Frío y Luidi Teatro son testigos del talento y la versatilidad artística de Luis Ángeles, quien ha desnudado su alma ante el «respetable» en exitosas puestas como La señorita Julia, En nuevos mundos y Ubú sin cuernos, por solo mencionar algunas.

«Esta diversidad de grupos y directores me ha proporcionado una amplia paleta de colores artísticos, un valioso bagaje y una experiencia enriquecedora para mi carrera actoral. Creo en la constancia del trabajo y en los beneficios que esto conlleva», asegura.

Aunque su presencia en televisión ha sido modesta, con roles generalmente breves, Luis Ángeles ha sabido destacarse. Su trayectoria comenzó con participaciones en proyectos como la serie UNO, la primera temporada de LCB: La otra guerra y Meñique, producido por el Canal Habana para el espacio infantil El cazador de cuentos.

Un momento crucial en su carrera fue su participación en La presentación, un cuento dirigido por Joe Pérez, con Eduardo Eimil al frente de la dirección de actores. Este proyecto no solo le permitió expandir sus habilidades bajo la tutela de Eimil, sino que también estableció la conexión que eventualmente lo llevaría al elenco de Viceversa.

—¿Cómo llegó a ti la oportunidad de interpretar al Yeti en Viceversa?

—Llegué al personaje del Yeti en Viceversa a través de un proceso de casting. Pasadas tres rondas, Eduardo me llamó para darme la emocionante noticia de que había obtenido el papel. Luego, recibí otra llamada de Loisys Inclán, su directora, lo que me hizo sentir absolutamente feliz.

«Después de tantos años de actuación, esfuerzos y múltiples intentos en castings, que de repente confíen en ti con la responsabilidad de enfrentar ese papel, para mí fue una verdadera bendición. Aunque no lo considero un reto, sí era consciente de la responsabilidad que conllevaba, y la asumí con todo.

«El Yeti, como su nombre indica, es un individuo con barba, pelo largo y desaliñado. En el momento del casting me dirigía hacia esa imagen, aunque aún no tenía el pelo tan largo ni la barba. Sin embargo, siempre me he identificado con esa imagen, es una versión de mí en la que me siento cómodo.

«No contaba con fotos propias para enviar, así que opté por enviar unas que casualmente tenía de una amiga. Estas fotos, que había tomado hace algún tiempo, fueron las que envié a Eduardo Eimil. Gracias a ellas me aprobaron para participar en la primera ronda de casting, donde coincidí con varios colegas conocidos, lo cual siempre genera confianza y un ambiente agradable. En esta etapa compartí una escena de Silvio y Yeti con un talentoso actor de mi generación, David Pereira, que conocía desde la ENA.

«Vivir la experiencia con David fue muy agradable, ya que los personajes de Silvio y Yeti, aunque diferentes, son muy buenos amigos, casi hermanos. Ambos pasamos juntos a la tercera ronda de casting, sin embargo, al final David no pudo interpretar a Silvio, y fue entonces cuando descubrí que mi gran amigo Ángel Luis Capey asumiría ese papel. Ángel Luis me brindó mucha ayuda y consejos, especialmente porque un proceso de rodaje tan intenso era nuevo para mí. Fue una experiencia muy fácil y enriquecedora a su lado».

—¿Cómo describes al Yeti?

—Creo que describirlo es algo que podría hacer cuando la telenovela llegue al capítulo 80, ya que es un personaje que atraviesa muchas situaciones y experimenta cambios significativos. En su esencia, puedo decirte que es una persona noble y empática a pesar de la inmadurez, el caos y la lucha interna que lleva consigo. Aunque a veces como seres humanos tomamos decisiones equivocadas por diversas razones, creo que lo valioso y hermoso de nuestra condición humana es la capacidad de perdonar y retomar el camino.

—¿Sientes que este personaje tiene rasgos similares a tu propia personalidad?

—El Yeti comparte muchos rasgos similares a los míos, a los de Luis Ángeles. Me reconozco totalmente en él, ya que siempre parto de mi propia experiencia para defender un trabajo, basándome en mi verdad, mi discurso y las cosas que quiero transmitir. Sin embargo, se construyó a partir de situaciones y experiencias que me resultan distantes como persona. A pesar de ello, evito juzgarlo.

—¿Cómo te preparaste para interpretar el personaje?

—Para enriquecer la interpretación del personaje en relación a su adicción a las drogas, me sumergí en diversas fuentes. Me inspiré en la serie Euphoria y en la película de 1995 Diario de un rebelde, donde Leonardo DiCaprio protagonizó un adolescente adicto; exploré reels en Instagram, obtuve información médica especializada y tuve conversaciones con amigos sobre sus propias experiencias o referentes sobre el tema.

«Como el Yeti también es DJ, para desarrollar este matiz del personaje busqué referentes musicales, creando mi propia playlist con canciones de bandas como Guns N’ Roses y Red Hot Chili Peppers. Estas elecciones musicales se conectaban con la historia de los vocalistas y encontré puntos de contacto con lo que experimentaba el personaje. Adicionalmente, observé gestos, acciones y reacciones de personas reales que luego adapté y presté al Yeti. Este proceso de apropiación y adaptación contribuyó a enriquecer su mundo interior e imaginario.

«No puedo dejar de mencionar la preparación con el DJ Sax Leo Milano, un DJ espectacular cuya música me encanta. Tuvimos varios encuentros; de hecho, una vez tuvo una presentación en Malecón 663 y me invitó. Entre los dos hicimos una mezcla, y ese día fue sumamente divertido, lo pasamos muy bien. Considero que cuando realizas un trabajo a profundidad, proporciona un basamento firme en el que apoyarte durante la actuación, brindándote varias referencias a las cuales recurrir».

—¿Hubo momentos en los que enfrentaste desafíos creativos al interpretar tu personaje en la telenovela?

—No creo que haya enfrentado desafíos creativos porque, como mencioné, me encantó el Yeti; me enamoré del personaje desde que leí el libreto. Investigué, busqué, me sumergí, y estudié mucho. Me gusta jugar y divertirme haciendo mi trabajo, porque, sinceramente, ¿para qué hacerlo si no es así? El momento de entrar al set y actuar, regalar y recibir algo, aunque no siempre se recibe, es algo que vivo intensamente. Pierdo la cabeza y me dejo llevar, fluyendo. Me entrego al proceso y a la escena, intentando siempre dar lo mejor de mí.

«Sí, hay escenas más complejas que otras, algunas que cuestan más, pero nunca experimenté esa sensación de angustia o bloqueo creativo. No tuve esa presión gracias a la confianza en el director, esa persona detrás del monitor que va guiando. Es un viaje en el que uno no está solo, así que no sufrí de sequías creativas por todas estas razones que te he compartido».

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