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Ariadna, una habanera con blues

La joven Ariadna Isabel Amador Oropesa, quien participó en el pasado Festival Internacional Jazz Plaza, ha dedicado la mayoría de su carrera a un estilo musical que la seduce y enamora

Autor:

Luarys Fernández Rodríguez

Aunque su nombre como solista ha sido una rareza, es más relacionado con las composiciones tradicionales del Trío Amanecer, del cual es integrante desde la infancia. Sin embargo, a lo largo de su vida, ha sido miembro de agrupaciones como Guayacán, la Orquesta Panorama y tecladista del conjunto de jazz del chileno Carlos Maza.

Ariadna Amador ha sido una compositora apasionada y muy activa en los más variados ambientes de la música cubana, como la música sacra y banda sonora para cine, televisión y videojuegos. Habanera con Blues es su composición más famosa.

Múltiples artistas, jóvenes y veteranos, han contado con sus habilidades como arreglista e intérprete, con excelentes resultados, como acredita el Premio Nacional de Composición de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, el cual obtuvo en 1990. Con la intención de adentrarse en el quehacer artístico de esta habilidosa artista, Juventud Rebelde se ha acercado a ella para conocer de cerca su experiencia.

—¿Cuándo empezaste a dedicarte a la música?

—Tuve mi primera presentación en público en vivo cuando tenía nueve años. Mi papá me llevó a un programa que se llamaba La Guitarra, en lo que antiguamente era el canal 6, hoy Cubavisión. Esa fue mi arrancada, empecé a trabajar en los escenarios con mi familia, haciendo muchos programas de Palmas y Cañas, Escriba y Lea y otros.

«En general, desde niña comencé a trabajar en televisión y, poco después, acompañando a mis padres en giras nacionales. A los 12 años empecé a hacer transcripciones a mi padre, y algún tiempo después de esto, aparecieron personas que me empezaron a encargar transcripciones para tesis y trabajos. «Por supuesto no me dejaban cobrar por ello, porque solo era una niña, así que me pagaban con regalos útiles para mi edad. Uno de estos pagos fue un método de inglés con casetes que en aquella época era lo más grande, y gracias a esto es que hablo inglés.

«Desde muy joven realmente, recuerdo el sentido del deber, tenía que prepararme para giras, conciertos, entrevistas y encuentros en lugares públicos donde tenía que tocar y estar a la altura de grandes artistas, como por ejemplo Celina González, con su conjunto Campo Alegre, o Luis Carbonell. Tuve oportunidad de conocer a personalidades como Paco de Lucía, Carlos Ruiz de la Tejera, Coralita y Ramón Veloz, a Silvio Rodríguez, García Márquez, entre otros muchos.

—Es conocida tu experiencia en el arte de la composición. ¿Qué nos puedes decir acerca del acto de componer y qué es para ti la creación?

—Para mí, componer es como coger dictado, te pones en sintonía con tu trabajo. Es como un trance, y después que uno termina queda la sensación como de ¿quién habrá hecho esto?

—Tengo entendido que cuentas con muchas influencias del Jazz de la vieja escuela. ¿Qué impacto ha tenido este estilo sobre tu música?

—Recibí una fuerte influencia de Emiliano Salvador en mis años de estudiante. También de Michel Petrucciani, de Ernán López Nussa y de Michel Camilo. Me atrevo a decir que fueron las autoridades más poderosas que tuve en lo referente al piano. Mientras que, desde una perspectiva auditiva, podría decir que fue la música impresionista del siglo XIX, sobre todo Debussy, que de por sí ejerció en los primeros jazzistas.El impacto que tiene que a uno le guste el jazz, y más aún si tienes la oportunidad de poder tocarlo de vez en cuando, se queda marcado sobre todo en la tremenda sensación de libertad que transmite y el placer de dejarse llevar por la locura de esa música; de tener la valentía de improvisar allí mismo el próximo movimiento, de crear delante del público.

—¿Qué opinas del jazz contemporáneo?

—Me encanta el jazz contemporáneo. Me gusta mucho Yellowjackets, y me fascina Bobby McFerrin. Escucharía cualquier concierto suyo cualquier día. También admiro el atrevimiento armónico del jazz fusionado, aunque solo hasta cierto punto, porque hay una pureza del jazz que no me gusta perder. Pero definitivamente el jazz contemporáneo tiene un encanto poderoso. Te sacan del mundo con ese atrevimiento. Por eso el jazz no para de evolucionar: es como la gimnasia musical.

—Aparte del Jazz, eres una apasionada de la música clásica, ¿crees que esta tiene vigencia en la composición contemporánea?

—Bueno, aunque no sea la imagen típica que nos hacemos de este tipo de compositores como Bach o Mozart, en su obra la improvisación estaba a la orden del día. A veces Bach dejaba el cifrado en algún punto al azar para que el intérprete se dejase llevar. Y en el caso específico de Mozart le gustaba mucho jugar con las cadencias. Es indudable que fue uno de los músicos más atrevidos de la historia. En su obra te encuentras con cosas que incluso se acercan a la música contemporánea, o a la música disonante. Entonces, sí, creo que siempre podemos remontarnos a esas fuertes bases e incorporar cosas en los estilos que predominan ahora.

—¿Qué le dirías a los jóvenes que se quieren dedicar a la composición?

—Creo que, precisamente, hay que dedicarse. La música es como un estado de irrealidad, si es que algo así puede ser. Los sonidos están ahí, uno lo que hace es captarlos. Y otra cosa es no verla como un negocio. Inevitablemente en eso se convierte, al menos en parte, pero si no profundizas en ella, ella tampoco calará profundo en ti.

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