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Un rugido en la sinfonía

El indio Viswanathan Anand es el virtual campeón del Torneo de Candidatos y tratará de recuperar en noviembre próximo la corona que perdió ante Magnus Carlsen

Autor:

Abdul Nasser Thabet

Se habló de todo. Que Anand ya estaba acabado, que Aronian salía como favorito, que Kramnik podía pese a esto y por aquello, que los más jóvenes tenían que esperar pues no era su momento. Hubo apuestas, pronósticos reservados, vaticinios arriesgados y hasta un bonsái de premio en un concurso en el que participé con más esperanza que acierto. Ya lo dijo quien lo dijo: afortunado en el juego…por suerte en lo otro me va bien.

Para muchos el indio Viswanathan Anand (2770 puntos Elo) no tenía nada qué hacer en el Torneo de Candidatos con sede en la ciudad rusa de Khanty-Mansiysk. Ayer parecía un gatito asustadizo y no ese sanguinario depredador de los trebejos que le hizo merecer el título de Tigre de Madrás. Y ya lo ven, el excampeón mundial, el hombre que debía estar desmoralizado según las leyes más elementales del universo, la psiquis y la autoestima, resucitó tras ese mazazo propinado hace unos meses por el genio noruego Magnus Carlsen (2881), hoy monarca en el reino de Caissa.

Después de la decimotercera y penúltima ronda, disputada este sábado allá, donde tiemblan los huesos hasta en agosto, la suerte quedó echada. Viswanathan, de 44 años, llegó a ocho unidades y es inalcanzable pase lo que pase. Los rusos Vladimir Kramnik (2787) y Dmitry Andreikin (2709), así como el azerí Shakhriyar Mamedyarov (2757), el armenio Levon Aronian (2830) y Sergey Karjakin (Rusia-2766) —sus más cercanos perseguidores— amasan 6,5 rayas per cápita, y nada pueden hacer para arrebatarle a la leyenda oriental el único boleto rumbo al match por la corona universal.

Peter Svidler (2758), también del gigante euroasiático, ancla séptimo en la tabla de posiciones, merced a seis unidades, y el búlgaro Veselin Topalov (2785) bucea en el fondo del estanque con 5,5.

Veremos otra vez el duelo Anand-Carlsen, pero ahora en la tierra del niño maravilla. Parece que el felino aún conserva sus garras y quiere rasgar de muerte el pecho del Mozart del juego ciencia, boicotear su sinfonía con un rugido ahora bien claro: «esto no se queda así».

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