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¿Un paso adelante?

El judo, si bien lejos de su pedigrí de antaño, sigue con una cuota elevada de responsabilidad dentro de las delegaciones de la Isla para eventos múltiples y así lo ratifica su participación en certámenes y bases de preparación en el extranjero esta temporada

 

Autor:

Eduardo Grenier Rodríguez

Perdonen el excesivo optimismo. Tampoco apruebo las frases triunfalistas cuando las cosas van «torcidas». Sin embargo, ahora, tras el varapalo sufrido por el judo cubano en el Mundial de Budapest, toca enfocar la situación de manera constructiva con el apremiante advenimiento de los Juegos Olímpicos de Tokio, prácticamente al doblar de la esquina.

De inicio, cabe recordar que en el certamen húngaro la delegación cubana culminó sin probar las mieles del podio, pues incluso su apuesta más segura, Idalys Ortiz, quedó fuera al perder en la disputa por la medalla de bronce. Y del resto, poco que destacar. El equipo masculino signó un paso funesto por los tatamis de la arena László Papp, mientras las mujeres, un poco mejor, también sufrieron de la misma sequía de preseas.

El fracaso asusta. El judo, si bien lejos de su pedigrí de antaño, sigue con una cuota elevada de responsabilidad dentro de las delegaciones de la Isla para eventos múltiples y así lo ratifica su participación en certámenes y bases de preparación en el extranjero esta temporada. Si el 2020 fue un año casi perdido por el confinamiento y las consecuencias de la pandemia, 2021 ha sido bien activo para el deporte de los ippones.

De antemano, una medalla en Tokio podría calificarse como un buen resultado, sobre todo si tenemos en cuenta el nivel altísimo de las divisiones en las que compiten las mejores figuras de Cuba, como Iván Silva, quien deberá llegar en plena forma, pues el organigrama le deparará desde el inicio combates muy complejos.

El caso de Idalys lleva un análisis individual. Resultan incomprensibles las críticas a la artemiseña por no conseguir medalla en Hungría, cuando ha debido reponerse a las deudas con los entrenamientos a causa de la Covid-19 y, todavía más grave, el fallecimiento de su padre, con las lógicas consecuencias físicas y sicológicas que esto conlleva.

Si para alguien debe representar un paso hacia adelante el fiasco de Budapest es para la campeona olímpica de Londres 2012, quien sabrá sacar «tajada» de su combate perdido ante la brasileña María Suelen Altheman y, sobre todo, frente a Sarah Asahina, figuras que le mostraron el verdadero nivel que encontrará en el camino hacia el ansiado trono en la cita bajo los cinco aros.

Del resto, el estado físico mostrado en el Mundial preocupa mucho más y con toda seguridad los entrenadores Yordanis Arencibia, de la escuadra femenina, y Julio Alderete, de los hombres, estarán gastando buena parte de su tiempo buscando estrategias y alternativas para revertir dicha tendencia.

Incluso, habrá que esperar, pues el poco avance en el organigrama en Budapest podría repercutir de manera negativa en la carrera hacia los Juegos Olímpicos, traducida en un descenso en el escalafón mundial que dejaría a alguno fuera de la cita japonesa.

No obstante, en el deporte, como en la vida, las derrotas deberían constituir un punto de giro, una enseñanza válida para trabajar en aras de convertir en fortalezas los errores. Y no es «teque» barato, como podría interpretarse en buen cubano.

Si el judo cubano aspira a lavar su imagen tiene la oportunidad dorada en el torneo más importante. Una vez allí, lo acaecido en Budapest será un ejemplo de lo que no debe repetirse. Entonces, para bien o para mal, será tiempo para juzgar.

 

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