Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un chama se robó el show en pelota

En sábado perfecto, lo mismo al bate que lanzando, le ha nacido otra estrella al béisbol cubano

Autor:

Norland Rosendo

MATANZAS.- Hubo quienes pensaron que lo mejor era haber empezado con las pruebas de habilidades. ¿Un juego de niños, primero?. Me incluyo entre los que hicieron siete muecas cuando se supo el programa sabatino.

Acomodado en su asiento, rodeado de glorias de su época, Antonio Muñoz era de los más expectantes, esperando que comenzara el duelo de los chamas.

Entre colegas en el graderío del Victoria de Girón, con muy buena concurrencia, como en la final de la serie 60, se hablaba más de algunas historias de los juegos de estrellas y de la curiosidad de que fueran dos espirituanos los que compartieran el récord de más participaciones en calidad de jugadores: Frederich Cepeda y Eriel Sánchez.

Y en medio de esas charlas empezó el juego. Y un muchachito de Bayamo del nombre más normal del mundo y un apellido que recuerda las épocas medievales, jugó con el bate sin importar el bullicio de las gradas, y después jugó con el guante en el campocorto, y ya no era el muchachito del cinco en la espalda…

Faltaba, todavía, lo mejor. Se subió al montículo, que era más bien una llanura con marcas para definir las distancias propias de la categoría, y jugó con los nueve adversarios matanceros a los que les lanzó. Uno a uno los fue ponchando. De nueve, nueve.

Y el niño dejó de ser definitivamente, el cinco, para ser llamado por su nombre: Pedro Castillo. Con esa actuación al campo y sus poses de juguetón y divertido, fue el centro de todas las entrevistas. Así como iba mandando rivales para el banco sin poner la bola en juego, fue desgranando su ingenuidad en cada diálogo.

Foto: Abel Rojas Barallobre

 

Aquí les dejo lo que dijo a Juventud Rebelde en una transmisión en directo para las redes sociales.

—¿Cómo te sentiste con tanto público?

—Muy bien, emocionado, pero con control para hacer bien las cosas.

—¿Y no te presionó el estadio?

—No, nada de eso.

—Lo hiciste bien al bate y también como pícher. ¿Qué prefieres?

—Me gusta más batear.

—Pero a lo mejor al equipo le hace falta más que lances…

—Sí, pero quiero ser bateador.

—Veo que tiras duro, ¿lo entrenas?

—Sí, me gusta todo eso.

—Y al campo luciste inmenso, ¿en qué posición te sientes más cómodo?

—En el siol.

—¿Solo ahí?

—Y en segunda base también.

—¿Tiene algo que ver con el número?

—Claro, es el cinco de Carlos Benítez, mi pelotero favorito.

—Benítez es mi amigo. ¿Has hablado con él?

—No, porque nunca lo he visto en persona.

—¿Desde cuándo juegas a la pelota?

—Empecé con siete, tengo once.

—¿Tú crees que los Alazanes de Granma sean campeones de nuevo?

—Sí, claro.

—¿Y qué crees de Carlos Martí, quieres que te dirija algún día?

—Es bueno, pero dirige mal.

—Muchacho, no me digas…, ¿cómo es eso?

—A los jugadores tiene que darle más entrenamiento, que se pongan cuchilla, tú sabes, es que a veces están ganando y se relajan, y no hacen más carreras, entonces el contrario se aprovecha y se les va por arriba.

—¿Cómo te va en la escuela?

—Muy bien, saludos para mi maestra Mercedes.

—¿Cuál asignatura te gusta más?

—La matemática.

—Qué bien, ¿y la mitad de dos más dos es dos o tres?

—Trató de sacar la cuenta en el aire en dos segundos, pero soltó más rápido aún: Ah, no, eso no lo he dado todavía. Y se fue a dar otra entrevista, y otra, y otra… Tuvo
además una larga sesión de fotos. Y él feliz, divirtiéndose, sin imaginar que ya su nombre se había robado el show del fin de semanas de las estrellas.

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