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El béisbol que nos une

Hasta el viernes, Miami es sede de la Serie del Caribe, un evento que nació hace 75 años en La Habana

Autor:

Norland Rosendo

Hasta el viernes, Miami es sede de la Serie del Caribe, un evento que nació hace 75 años en La Habana. Cuba, se sabe, no fue invitada esta vez, a pesar de existir una comunidad radicada allí que hubiese garantizado jugosas ventas de taquilla en sus juegos.

Pesaron, lamentablemente, criterios extradeportivos, cuya impronta, animada por los mismos que aplaudieron la cancelación del acuerdo entre MLB y la Federación Cubana de Béisbol, dejó marcas nada agradables en el Preolímpico de 2021 y la semifinal del Clásico Mundial 2023.

Fuera de su circuito tradicional, pero en una ciudad estadounidense colmada de emigrantes caribeños, la Serie del Caribe ya rompió récords de asistencia a un partido y promete nuevas marcas al sumar los reportes totales de público.

Sin embargo, los organizadores saben que con Cuba esos números hubiesen engordado mucho más, además del plus que representa contar con uno de los fundadores de la cita, conocida también como la Pequeña Serie Mundial del Caribe.

Se extrañan en las gradas a miles de cubanos que aman el béisbol y, por encima de diferencias políticas, disfrutan y comparten el lenguaje común del deporte. Son muchos, muchísimos más que aquellos cuyos comportamientos denigrantes terminaron influyendo en la decisión de dejar fuera a Cuba.

No todos los venezolanos que van a hinchar por Tiburones de la Guaira piensan igual respecto al Gobierno de Nicolás Maduro, pero sí coinciden en que su equipo dentro del campo de juego es el mismo: el de Ozzie Guillén, y van con ellos hasta el último out.

Hubiera sido muy gratificante e inspirador ver a Cocodrilos de Matanzas en esta edición del torneo de campeones del Caribe. El recientemente coronado rey de la liga invernal cubana hubiese podido presentar una nómina con ex Grandes Ligas y jugadores probados exitosamente en Japón y la selección nacional.

Me atrevo a asegurar que en Miami estuviera ahora la más balanceada de todas las plantillas presentadas por nuestro país desde su regreso en 2014 como invitado a la Serie. Capaz, incluso, de volver a soñar con un título, como aquel logrado por los Vegueros de Alfonso Urquiola en 2015.

No estará una selección cubana, pero sí hay jugadores nacidos y formados aquí, que, incluso representando a otros países, dejan sobre la grama la singular impronta del béisbol nuestro. Ese que llegó a la Isla hace 160 años, precisamente desde Estados Unidos.

Por lo visto, Miami podría ser una sede recurrente para el Clásico caribeño. Sería demasiado vergonzoso y frustrante para el deporte que compartimos en esta región, incluso a ambos lados del Estrecho de la Florida, que Cuba siga siendo excluida de donde por derecho propio no debió ausentarse nunca.

Suerte a los equipos que juegan en la actual edición. Ellos seguramente nos hubieran querido tener de rivales y hermanos. Porque el béisbol, más que juego y negocio, es hermandad; pasión que no entiende de odios cuando entre las dos rayas de cal está el equipo de la patria.

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