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Embarque eléctrico en Embarcadero

Diez minutos después de superado el apagón en la calle Embarcadero, del Reparto Mariana Grajales, Manrique, el vecino del Nro. 658, pensó que podía conectar su televisor. Pasaban las cuatro de la tarde de aquel 20 de noviembre de 2008.

Pero algo extraño ocurría. El aparato comenzó a echar un humo blanco por detrás y las luces de la casa refulgían demasiado. Todo indicaba un voltaje por encima de lo normal.

Lo que sobrevino para Manrique Duque Ricardo, en su holguinero Banes, fue un largo proceso del que aún no sale. Llamó a la Empresa Eléctrica para notificar la rotura de su TV, y le dijeron que debía hacerlo personalmente. Así lo hizo y su reclamo quedó archivado con el expediente Nro. 49331. «Pasados cinco días vinieron y comprobaron que fue un alto voltaje: la línea estaba floja y los alambres sulfatados», narra el remitente.

Posteriormente, le indicaron que «esperara al inspector. Este, que llegó el día 4 (de diciembre), miró el contador y tomó el número. Vio el televisor y afirmó que la subida del voltaje no era responsabilidad de la Empresa Eléctrica».

Unos días despúes, visitó el hogar de Ricardo una comisión y preguntó por el sello de calidad del artefacto. El 8 de abril último arribó la respuesta definitiva de dicha delegación. Ratificaba que la «causa técnica» del desperfecto no tenía que ver con la institución encargada de suministrar el fluido eléctrico.

Manrique se hace varias preguntas que no deberían quedar en el vacío: ¿Cómo un equipo de diez años debe conservar el sello de calidad? Si no es la Empresa Eléctrica, ¿quién asume la responsabilidad por la subida del voltaje?

Agónica tupición resuelta

La foto que publicamos el 4 de abril último, lo evidenciaba a gritos. El nivel que las aguas negras tomaban en la bañadera de la capitalina Alba Esther Moreno Moreira, la hacía parecer más un muladar que un sitio reservado a la higiene.

Desde el paso del huracán Ike, esta vecina y otros residentes de Arroyo Naranjo sufrían la tupición existente en una alcantarilla de su cuadra. Varias veces se habían dirigido a las autoridades locales y a la dirección municipal de Acueducto y Alcantarillado. Siempre se levantaban actas y todo quedaba en manos de inspectores; pero de soluciones: nada.

Ahora responde el ingeniero Eduardo M. Rojas, director general de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado del Sur, en Ciudad de La Habana. En su telegráfica misiva Eduardo informa que «la incidencia había quedado resuelta el propio día que se publicó la queja en horas de la mañana».

Y anexa el directivo el acta de conformidad firmada por la remitente. En este último documento consta que con anterioridad a la publicación del problema se había trabajado en la cuadra de Alba Esther, «pero en el centro de la calle la manguera se paraba. Al preguntarles a los vecinos, estos explicaron que en el medio de la cuadra había un registro que fue tapado cuando arreglaron la calle. En esos días se descubrió el registro, pero entonces el carro se encontraba roto».

Más adelante se explica en el acta: «A veces los trabajos para los que se necesita este carro se afectan, pues estos medios de transporte tienen más de 30 años de explotación y en disímiles ocasiones se rompen».

En el «Modelo de entrevista», otro anexo de la respuesta, se detalla que la visita al hogar de Alba Esther se produjo el 6 de abril, y que «la señora se encuentra enferma, por lo que esta situación la afectaba mucho».

Agradecemos la respuesta de Eduardo M. Rojas y, por supuesto, comprendemos las carencias materiales que pueden llevar a retrasos como este. Pero... cuidado con los extremos. Esta mujer —enferma— y sus vecinos llevaban esperando más de seis meses. ¿Podemos tranquilamente hacer descansar todas las soluciones en un viejo medio de transporte? ¿O será que hay que encontrar alternativas?

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