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Cláxones tocando a degüello

El grave tema de la contaminación sonora sigue motivando opiniones en nuestra ciudadanía, como las de Iván Rodríguez, residente en Belascoaín no. 655, entre Reina y Estrella, en el municipio capitalino de Centro Habana.

Iván aborda una arista no menos irrespetuosa y malsana de ese mal, que constituye el uso indiscriminado de cláxones y bocinas de los vehículos a cualquier hora del día, incluida la madrugada.

«Lo hacen por cualquier motivo, afirma, no por una situación de emergencia o para prevenir un accidente, como establece el artículo 191 de la ley 109, Código de Seguridad Vial. Puede ser para saludar a un amigo o a un colega de trabajo que se cruza con ellos, o simplemente para piropear a una muchacha que atraviesa la calle; sin olvidar a aquellos que hacen galas de sus aptitudes musicales y con el accionar de sus cornetas interpretan estruendosas sinfonías solo para llamar la atención».

Y para colmo, añade que ya es una moda en algunos choferes adaptar cornetas a sus vehículos, convirtiendo a los mismos en verdaderas locomotoras o barcos rodantes, con el único objetivo de aumentar la contaminación sonora.

«Todo esto, precisa, ocurre con la mayor naturalidad del mundo y ante los ojos y oídos de todos, sin que ninguna autoridad competente se inmute por ello. Lo cierto es que no hacemos nada con dictar leyes y resoluciones ni con plagar nuestros medios de comunicación con mensajes educativos de buena convivencia, si no se hace cumplir lo establecido.

«Ninguna sociedad civilizada puede darse el lujo de convivir con la desidia y la impunidad, amén de que la indisciplina social marca el desarrollo o la involución de una educación ciudadana. ¿Por qué no se hacen cumplir las leyes?», concluye.

¿Por qué no compartir espacio?

Es muy doloroso que, con los problemas graves de transportación que hay en el país, los ómnibus que mueven a los trabajadores que laboran en la construcción de hoteles en la cayería norte de Camagüey, teniendo capacidades, no monten a personas que están varadas en su trayecto, afirma  Leandro Rojas Ramírez, quien reside en Edificio 3, apto. 22, en la comunidad de Cubitas, en esa provincia.

Los choferes de esos ómnibus, añade, plantean como excusa que no tienen alcancía, pues solo se deben al traslado de los trabajadores de esa entidad; y también que como tienen GPS, no se les permite hacer paradas indebidas. La realidad es que el transporte en el país y en ese municipio en particular es muy difícil.

Leandro solicita a los dirigentes y funcionarios que tengan que ver con ese asunto que hagan una justa y oportuna valoración. Que esos medios de transportación pudieran apoyar a la población tan necesitada siempre que tuvieran capacidades, y que porten alcancías, de manera que generaran ingresos al Estado, y el pueblo se beneficiaría.

«Que se haga flexible el uso de GPS sin paradas excesivas, agrega, al menos en las paradas de los poblados fundamentales, y donde pudiera hacerse, paradas excepcionales. Estamos en un momento de crisis del transporte, y la mejor manera de colaborar con la población es poniendo esos valiosos servicios a su disposición», finaliza.

Solicita explicación

Eduardo Antonio Valdés Ramos (Calzada de Puentes Grandes no. 2503, apto. 1, entre Diego Velázquez y 26, Nuevo Vedado, La Habana) relata que tiempos atrás se estuvieron ejecutando en esa propia cuadra obras para la instalación del gas manufacturado (de la calle).

Los trabajos, afirma, concluyeron con la instalación de una acometida en el edificio donde él reside, pero después de eso no se ha hecho nada más para llevar el gas a los diferentes apartamentos del edificio.

«Siempre he escuchado que el servicio del gas de la calle es más económico para el Estado que el de las llamadas balitas. Por eso no entiendo que se haya hecho una inversión para la instalación de la acometida y después todo haya quedado en el olvido, y no llegue el gas a los apartamentos», expresa.

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