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Foto de otra persona y apellido cambiado

Lo habían «cartereado» en un ómnibus P-5 y con el dinero se llevaron su carné de identidad. El 15 de marzo pasado Reynaldo Sadoth Henquén Quirch salió de su casa, en 3ra. No. 159, apto. 4, entre C y D, Vedado, La Habana, ya imaginando la cola que tendría que hacer en las oficinas del carné de identidad de Plaza de la Revolución para solicitar uno nuevo.

Llegó a las 7:45 a.m. y habló con la persona que  organizaba la cola inmensa, quien le dijo que esperara enfrente. Aún así, marcó al final de la cuadra y daba vueltas para que el compañero lo viera… hasta que se cansó y volvió adonde había marcado. La cola se organizaba, y de pronto se desorganizaba. Con tanta experiencia en ¿quién es el último?, ¿detrás de quién?, muchos se iban y no avisaban. El desorden de nuevo…

Con 67 años a cuestas, no apto para tantas horas de pie,  Reynaldo se sentó en un quicio. Y en uno de esos momentos de levantarse, sufrió mareos y cayó de espalda. Suerte que un pedazo de madera y su maletín impidieron que se hiciera una fractura. Ahí, cubanos al fin, los de la cola lo ayudaron a levantarse y volvieron a sentarlo. Sería pasadas las doce y media del día.

Dos mujeres de la cola fueron a hablar con el mismo organizador que le dijo que esperara enfrente y nunca lo llamó. Y cuando lo vio llegar, ayudado por las dos solidarias, le dijo:

 —Pero yo le dije que se pusiera por allá afuera…

Reynaldo pensó que al final el hombre tenía en la cabeza demasiadas cosas.

Cuando al fin accedió, adentro estaba tan repleto como afuera. Eso sí, el trato muy amable en aquel mar de gente. Una señora comentó que también estaban atendiendo al personal de otros registros homólogos.

«No sé si será cierto, refiere. En el caso de que lo fuera, se debía de haber tomado las medidas correspondientes para no llegar a esa situación caótica. Daba pena ver a las personas ya peinando canas diciendo que estaban ahí desde las cinco de la mañana.

«La Oficina del Registro de Carné de Identidad de Plaza de la Revolución nunca fue una tacita de oro, pero recuerdo que uno hacía una cola “tolerable” entre semana y los sábados bajaba sensiblemente el número de personas, por lo que yo iba ese día, cuando necesitaba hacer algún trámite. Pero esta vez me había personado el sábado anterior y aquello metía miedo. No sé qué habrá sido de toda aquella pobre gente, pues los sábados cierran a las doce del día.

«Después de la odisea narrada me tocó mi turno para solicitar un nuevo carné, por pérdida. Cuál no fue mi asombro cuando la compañera me puso la pantalla de la PC para ver mi carné. Este tenía una foto de otra persona, con todos mis datos. Y mi primer apellido Henquén, estaba escrito como Henqués. Lo de la foto, me dijo que era error en el sistema. Y cuando señalé lo del apellido, me dijo que también es culpa del sistema. Que tenía que regresar con una inscripción de nacimiento y volver a hacer la diabólica cola (si no muero en el intento), para subsanar el error.

«¿Yo tengo que subsanar un error (con todo lo que eso implica) a causa de los problemas del sistema informatizado del Carné de Identidad?

«Desgraciadamente, en mi vida me han “cartereado” tres veces, y las dos anteriores obtuve mi nuevo carné de identidad sin error de ningún tipo en la misma oficina. Era el colmo, la foto de otra persona y mi apellido cambiado. Cuando le pregunté, me dijo, muy amable por cierto, que eso era error del sistema. ¿Y lo pago teniendo que sacar una inscripción de nacimiento de Camagüey (mi hermana está esperando dos desde noviembre del año pasado) en el Registro Civil de Plaza? ¿Cuán confiable es un sistema informatizado de control de identidad que te pone la foto de otra persona y cambia la ortografía de un apellido?

«Yo, en lugar de los responsables de estos menesteres, me preocuparía seriamente por ello y trataría de detectar el problema, porque de que lo hay, lo hay. Mi caso lo prueba. Ojalá, por el bien de los habitantes de nuestro municipio, se tome cartas en el asunto para eliminar esta penosa situación que causa tantos malestares a la población.

 «Salí de la oficina a las cuatro menos veinte de la tarde, desde las ocho menos cuarto de la mañana. Eso no hay cuerpo humano que lo resista, y menos personas que, como yo, tenemos más de 65 años y distintos padecimientos», concluye.

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