Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Para una despedida digna

Gilberto Salabarría Blanco (calle 5ta. C, edificio B-65, apto. 9, entre 96 y 152, Cojímar, La Habana) piensa que no hace falta una millonada de pesos para el mantenimiento de las funerarias de la capital por la Dirección de Servicios Necrológicos, y sí un diagnóstico de cómo se encuentran, para después ir «pasándole la mano» con sistematicidad.

Cuenta que el pasado 2 de febrero su difunta madre fue velada en la funeraria de Guanabacoa, la cual deja mucho que desear: algunas capillas con las paredes raspadas y falta de pintura; sin cristales en las ventanas, apenas tapadas con nailon.

El baño con la ventana abierta, por falta de iluminación. El motor de agua roto desde hace tres meses por falta de una pieza, según averiguó. Apenas unos cubos para extraer el agua de la cisterna y luego depositarla en un tanquecito. Cubos que parecen de limpiar. Cuando llueve, el agua cae al centro del pasillo. A la puerta por donde se extraen los cadáveres le falta un cristal.

Para colmo, ese día los fallecidos los traían de dos en dos en un carro pequeño, provocando disgusto por parte de familiares de los occisos. Imprecisiones en el horario de los entierros…

Considera Gilberto que si se llevan a cabo reparaciones por los barrios, también se les debe prestar mayor atención a esos importantes servicios, de manera que familiares y amigos despidan a sus seres queridos con la decencia y solemnidad que requieren los finales de una existencia.

Ella no es Masicas…

Walquiria García Espinosa (Melquiades González No. 7, entre Plácido y San Salvador, Remedios, Villa Clara) es una madre agradecida por todas las atenciones que tiene el Estado cubano para con su hija de 18 años, Cinthia Mayo García, quien presenta una lesión estática del sistema nervioso central, con atrofia hipocampal bilateral, cuadriparesia espástica, hipoacusia severa bilateral, epilepsia sintomática generalizada e irregularidad en el centro termorregulador. Además, padece de una insuficiencia respiratoria crónica que hizo necesario desde hace casi tres años estar acoplada a un ventilador para poder vivir.

«A lo largo de sus 18 años —dice— tanto ella como yo hemos recibido mucha ayuda del país. Ha estado ingresada en salas convencionales y de cuidados intensivos. Soy madre trabajadora cuidadora con mi consiguiente chequera. Tenemos subsidiada la corriente eléctrica. El oxígeno llega a la puerta de la casa y contamos con un panel solar de respaldo. El país compró además el ventilador mecánico domiciliario para mejorar su calidad de vida. Estoy eternamente agradecida».

Pero ella necesita plantear un serio problema, «no porque yo sea Masicas, la mujer del pescador del cuento infantil, que siempre quería más y más». Es algo esencial que está afectando la salud de su hija: Viven en una casa alejada del hospital de Remedios, con malas condiciones: se moja, con múltiples goteras en el cuarto de la niña, el cual no permite que la madre pueda dormir a su lado, como indica el protocolo de paciente ventilado. El caso ha sido visitado por las autoridades de Remedios, y tienen otorgada una casa en construcción, pero, una vez más, no va a concluirse en este año.

«Sé que el país está dando muestra una vez más de su humanismo, y les está comprando casas a las madres con tres hijos menores o más, lo considero un acto noble y lo aplaudo. Y pido que valoren casos como los de mi niña. Tener tres hijos es una opción, y tener un hijo enfermo no se escoge. Te toca».

Añade que se le propuso al Intendente la posibilidad de aumentar el presupuesto para las madres con tres hijos y más, y comprarle una casa a Cinthia. Y este planteó que no procede.

«Desconozco los mecanismos —afirma Walquiria— y si Remedios necesita ayuda del nivel central para resolver esta problemática. Lo que sí sé es que mi niña ventilada a través de una traqueotomía está viviendo en un cuarto que cada vez que llueve hay que llenarlo de calderos con la consiguiente humedad, en un ambiente hermético con aire acondicionado.

«No quiero ser reiterativa, pero estoy agradecida eternamente. Confío en que si mi país le compró a mi niña un ventilador valorado en más de diez mil dólares, va a encontrar la solución a su problema de vivienda más allá de planes y proyectos», concluye.

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