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Asalto a la CTC

Minutos antes, sobre las 11:30 de la mañana del 29 de julio de 1947, unas veinte perseguidoras y decenas de efectivos policiales se habían apostado estratégicamente en los alrededores del Palacio de los Trabajadores, enmarcado por las calles San Carlos, Peñalver, Desagüe y Marqués González, en La Habana, y el coronel Fabio Ruiz, jefe de la Policía Nacional, asistido por sus edecanes, comunicaba a Lázaro Peña que tomaba posesión del edificio en virtud de una orden del Ministro del Trabajo. Con ese fin lo acompañaba Oswaldo Morales Patiño, director de Higiene y Previsión Social de ese Ministerio, designado por Prío como interventor de la CTC, y que con tal carácter asumiría la custodia del edificio y las pertenencias de la central sindical hasta que los tribunales de justicia decidieran quiénes serían los dirigentes que se adjudicarían la conducción del movimiento obrero.

Conconi

En su escalada anticomunista, el gobierno del presidente Grau había apuntado esa vez a la unidad de los trabajadores. Cuando la CTC convocó a su V Congreso, la dirigencia del Comité Obrero Nacional (CON) y del Comité Obrero Nacional Independiente (CONI) que querían apropiarse de la dirección de la Confederación, no pudieron sacar el número de delegados suficientes para controlarlo y el Congreso ratificó a Lázaro Peña como secretario general de la central obrera. La dirigencia de lo que el pueblo, sin distingos entre una organización y otra, denominaba el CONCONI negó validez a ese congreso, impugnó sus acuerdos, y se dispuso a su vez a celebrar el suyo. Esa reunión, financiada, con cargos al jugoso Inciso K, por José Manuel Alemán, y protegida por miembros de grupos gansteriles cercanos al gobierno, tuvo entre sus delegados a elementos pagados, botelleros y gente de confianza de Eusebio Mujal, Surí Castillo y Francisco Aguirre y eligió un nuevo consejo directivo para la CTC y a Ángel Cofiño, jefe del CONI, para la secretaría general.

A partir de ahí hubo dos confederaciones sindicales con el mismo nombre y ambas reclamaban para sí la representación del movimiento obrero. Pero enseguida los trabajadores dieron el de CTK —por el inciso de igual título— a la organización que encabezaba Cofiño, mientras que reservaba el de CTC para la de Lázaro. El gobierno, desde luego, tomó partido por la primera y a pocos días de su elección Grau acogía en el Palacio Presidencial a la dirigencia apócrifa, que desde Miami recibía instrucciones y dinero para descabezar a la CTC legítima y facilitar con su entreguismo el acogotamiento de la industria nacional.

Se recrudeció entonces la persecución oficial contra los partidarios de Lázaro Peña y la CTC unitaria. Se suspendían, aun después de haberse autorizado, actos y mítines que convocaba o se negaba que los que al fin se celebraran se transmitiesen por radio. Maneras de impedir que se escucharan demandas netamente populares que reclamaban una mayor participación de Cuba en la cuota azucarera norteamericana, la protección de las riquezas del país, el aumento de los salarios y pensiones y el cese del alza escandalosa de los precios de los productos de primera necesidad, mientras que el CONCONI abogaba y obtenía que se les negara a los obreros agrícolas el derecho a cobrar los días festivos y gestionaba el aumento de las tarifas eléctricas, como forma de empezar a implementar el desmontaje de demandas que tantos dolores, esfuerzos y sacrificios costó hacer realidad.

La Resolución 1207 dictada por Prío, y que desalojaba del Palacio de los Trabajadores a la dirigencia obrera legítimamente electa, acentuaba la parcialidad gubernamental a favor de una dirigencia espuria y, con su actitud distorsionaba la función del Ministerio a su cargo, que, más que engendrar dificultades, debía dar solución y encauzar los múltiples conflictos que surgían a diario entre patronos y obreros.

Concierto voluntario y libre

La Confederación de Trabajadores de Cuba nació en 1938 por el concierto libre y voluntario de la inmensa mayoría de los dirigentes y afiliados de los sindicatos existentes en esa fecha. Surgió como una organización propia de los trabajadores, para la defensa de sus intereses morales y materiales, independiente del gobierno y sin intenciones electorales. No se trataba de una organización gubernamental ni tampoco oposicionista, sino que mantendría con los gobernantes las naturales relaciones a que venía obligada por el carácter de sus gestiones y sus luchas y, así, aplaudiría cuanto el gobierno hiciera en beneficio de los intereses que representaba o censuraría y combatiría cuanta medida gubernamental fuera en contra de la economía de la nación o los derechos de los trabajadores. Se definía como una organización unitaria, porque sus afiliados se integraban a esta como trabajadores, sin que contaran ideología o filiación política, y en su dirigencia figuraban tanto comunistas, como auténticos y gente sin partido.

El aumento de los salarios, el establecimiento del descanso retribuido y del seguro de maternidad y la instauración de la semana laboral de 44 horas con pago de 48, fueron para el obrero cubano logros de la CTC unitaria de Lázaro Peña, que luchó también, y mucho, por la extensión de los beneficios de la legislación social a los preteridos trabajadores agrícolas. Y sus luchas por esas y otras conquistas, plasmadas en leyes, decretos y preceptos constitucionales, las acometió con disciplina, responsabilidad y honradez reconocidas por el consenso de la opinión pública. «Ni poses demagógicas, ni demandas exageradas, ni acción desordenada ni actuación anárquica o irresponsable ha tenido en toda su existencia la CTC, que ha sido, por el contrario, factor de unidad, de orden y del mejor desenvolvimiento de las relaciones entre el Capital y el Trabajo», escribió el mismo Lázaro Peña en aquellos días del asalto.

Por eso, en su tirante diálogo con el coronel Fabio Ruiz, el dirigente expresó que no concebía ni aceptaba la ocupación del Palacio de los Trabajadores y calificó la medida de arbitraria, dictada sin previo aviso, como un úkase. Y luego, en su conversación con el Ministro dejó muy claro que el edificio no había sido construido con el dinero del gobierno, sino con los centavos de los trabajadores; dinero allegado gracias a su prestigio y honradez personales. Pero la suerte estaba echada y los dirigentes unitarios tendrían que abandonar el local para instalarse en el del Sindicato de los Tabaqueros de La Habana.

Protesta

Pronto corrió el rumor, desmentido de inmediato por Lázaro Peña, de que los desalojados dirigentes convocarían a la huelga general. Lo cierto es que en las horas que siguieron a la ocupación del Palacio de los Trabajadores hubo paros parciales en solidaridad con la dirigencia unitaria, mientras que Jesús Menéndez y otras figuras del movimiento obrero se entrevistaban en Palacio con el Presidente de la República, que accedía a recibir, ya en la madrugada del día siguiente, a una amplia representación del ejecutivo de la CTC.

Fue una charla cordial. Grau abogó por la unidad de los trabajadores y pidió a sus interlocutores un memorando con sus alegatos para someterlo a la consideración del Consejo de Ministros. Pero hasta para el ciudadano más ingenuo, escribía Enrique de la Osa en la revista Bohemia, todo aquello se reducía a palabras: la idea dominante era la de que el gobierno grausista iniciaba con el desalojo del Palacio de los Trabajadores una ofensiva contra los comunistas. Confirmaba ese criterio el viaje del coronel Fabio Ruiz a EE.UU. y su entrevista con Edgar Hoover, director del Buró Federal de Investigaciones. Horas después del encuentro con Grau, el gabinete rechazaba la apelación que los dirigentes obreros hicieron llegar al Presidente.

Los trabajadores no permanecieron con los brazos cruzados, pero el gobierno incrementó la represión contra los dirigentes sindicales legítimos. Lázaro aseguró que mantendría sus reclamos dentro de la ley, pero advirtió que la actitud de Prío obligaba a una acción enérgica y decidida, aunque para ello las cárceles volvieran a llenarse. El 9 de octubre, el Ministro del Trabajo dictaba dos resoluciones que liquidaban, a su manera, la dualidad sindical. Una, proclamaba válida la impugnación que los divisionistas hicieron del V Congreso de la CTC; la otra, consideraba sin lugar la recusación de la farsa que dio origen a la CTK. Lázaro denunció entonces dichas resoluciones como ilegales, arbitrarias e inconstitucionales, calificó de infame, traidora y anticubana la postura del Ministro y llamó a un paro nacional de cuatro horas contra la decisión gubernamental. Prío afirmó a su vez que una huelga en esos momentos no obedecería a reivindicaciones proletarias y sería declarada ilícita, por lo que el gobierno actuaría para evitarla.

Causas

Las razones por las que fue legalizada la CTK y la CTC quedó fuera de la ley, las explicó Lázaro Peña en una entrevista con Bohemia. Personeros del CONCONI que figuraban en la dirigencia de la CTC unitaria trasladaron al ejecutivo de la central sindical el deseo de Grau de que, durante la manifestación del primero de mayo del 47, la clase obrera pidiera su reelección como reconocimiento de lo que el Presidente creía haber hecho por la clase trabajadora. Lázaro y la mayoría de sus compañeros se negaron a secundar la iniciativa, y Grau, resentido, decidió dar su apoyo al elemento divisionista. La eliminación de la dirigencia unitaria, pensaba, le atraería el favor de Washington en sus planes de prorrogarse en el poder, y también de la derecha interna. Escribe el investigador Humberto Vázquez: el gobierno avanzaba en su ofensiva; protegía la bolsa negra y elevaba los precios de la canasta básica, mientras muchas industrias entraban en crisis y dejaban sin empleo a sus trabajadores. Necesitaba entonces en el movimiento sindical de una dirigencia que nada hiciera a favor de los trabajadores.

La única manera de imponerla fue mediante el empleo de la fuerza y la arbitrariedad. Mas la salida de Lázaro Peña de la Confederación de Trabajadores de Cuba no melló su estatura moral, su condición de dirigente ni su poder de convocatoria y movilización de los obreros cubanos.

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