Lecturas
¿Sabía usted que un cubano, habanero por más señas, fue Capitán General de la isla de Menorca y Virrey de Sicilia? ¿Que otro cubano, por demás riquísimo, fue médico de los ejércitos del zar de todas las Rusias, médico ad honoren del rey de Inglaterra y, para no dejar de ser, profesor de la Universidad de La Habana? ¿Que un sujeto nacido en la ciudad de Remedios ocupó la presidencia del Gobierno español, y una dama de rancio abolengo trinitario fue, en virtud de su matrimonio, regente del Reino de España? ¿Que hubo cubanos en la Casa Blanca? Pues sí, no se extrañe.
De esas y de otras figuras y figuritas olvidadas hablaremos enseguida. Nos traen a cuento aquellos versos de Jorge Manrique en las Coplas a la muerte de su padre: «Fueron, de ellos no queda ni memoria». O como diría nuestro Nicolás Guillén: «Si estuve escrito me borró / si ardí un instante, me apagó».
Un libro de reciente publicación motiva al escribidor la página de hoy. Se trata del Complemento de un Diccionario biográfico cubano (Espacio Laical; Publicaciones, 2025) en el que su autor, el investigador Jorge Domingo Cuadriello, compiló información sobre unas
1 300 figuras de la historia y la cultura patrias que en un momento tuvieron alguna significación, pero por una razón u otra quedaron en el olvido.
Incluye Domingo Cuadriello, entre muchas otras, a gente como Octavio Zubizarreta, ministro de Gobernación en el Gobierno de Machado, al constructor del parque Trillo, y al organizador del asesinato de Julio Antonio Mella.
También a Francisco de Paula Romero, el llamado brazo ejecutor de la justicia, que en la década de 1920 dio garrote hasta decir no quiero más. A González Rubiera, creador del desayuno escolar durante el primer Gobierno del presidente Grau San Martín, y a la «famosa» Margarita de la Cotera, que vivía de lo que le dejaran «caer» los políticos, y los ensalzaba o denostaba según la cuantía de sus contribuciones.
En fin, políticos, médicos, abogados, sacerdotes, militares de baja graduación en el Ejército Libertador… gente de aquí y de allá, de una profesión o la otra, buenos y malos, figuran en el utilísimo compendio de personajes que este año dio a la luz Jorge Domingo Cuadriello, en el que no falta gente llevada ante el pelotón de fusilamiento por su complicidad con la dictadura batistiana o su accionar contrarrevolucionario.
Pero, como diría Lezama Lima, «volvamos a nuestros carneritos…» y hablemos de los personajes que encabezan esta página.
El almirante Pimienta
Los capitanes Alfonso Ferrera, Juan Pérez de Oporto y su yerno y auxiliar Juan Veloso, junto con el marino
cubano Francisco Díaz Pimienta y Pérez de Mendizábal, crearon en La Habana, con gran éxito, la primera sociedad armadora.
Se especializó Ferrera en la construcción de galeones, y Oporto fue de los principales constructores de buques mercantes, en tanto que Díaz Pimienta, notable fabricante de navíos de guerra, asumía el cargo de superintendente de los astilleros «del puerto de La Habana, Isla de Cuba y demás de Barlovento».
Con todo, eso es lo menos importante de la biografía de este ilustre habanero olvidado, pues tuvo una carrera militar y política brillante: fue «Almirante de las Flotas y Armada Real de la Guarda de las Indias, Mar Océana y costas de Andalucía»; Capitán General de isla de Menorca y Virrey de Sicilia.
Desalojó Díaz Pimienta a los ingleses de no pocas de sus posesiones… Sus esfuerzos y méritos no cayeron en el vacío, y en pago por sus servicios a la Corona, su viuda recibió el marquesado de Villarreal de Bumiel y varios de sus parientes fueron recompensados con importantes cargos en La Habana.
Marqués de Taironas,
Gran Cruz
Un personaje curioso y también olvidado es el pinareño Tiburcio Pérez Castañeda y Triana. Se licenció en Derecho Civil en la Universidad de Barcelona. Más que como abogado, sobresalió en el ejercicio de la Medicina: fue médico militar honorario en los ejércitos del zar de Rusia y médico del monarca británico.
Hizo estudios en varias universidades. Las de Madrid y La Habana lo diplomaron como Médico Cirujano. La Universidad de París le concedió el título de doctor en Medicina, y doctor en Cirugía lo hizo la Universidad de Londres, ciudad en la que llegó a pertenecer al Real Colegio de Cirujanos. Desempeñó la cátedra de Medicina Legal en la Universidad de La Habana.
Acaudalado hombre de negocios, terrateniente e influyente político, fue senador del Reino por Huesca y Burgos, así como Diputado a Cortes, en 1897, por Pinar del Río. También recibió no pocas distinciones, como la de Caballero de la Legión de Honor de Francia y la Gran Cruz Imperial de San Estanislao, de Rusia, Marqués de Taironas, en 1927.
Fue Presidente de la Asociación Canaria de Beneficencia de La Habana y promotor, entre otras empresas, como la del ferrocarril Habana-Pinar del Río. Reorganizó la empresa del Ferrocarril del Oeste, gestionó capital en Londres para reanudar la construcción de la vía férrea hasta Pinar del Río y Guane, y formó en La Habana las firmas de distribución de agua del Canal de Albear, la del tranvía eléctrico, la instalación subterránea de la luz eléctrica y la compra de los ferrocarriles de Cienfuegos, Sagua y Caibarién.
Casó con la habanera Manuela de Lemour Beltrán de Santa Cruz, perteneciente, por la vía materna, a la familia de los condes de San Juan de Jaruco. Nació en 1869 y falleció en La Habana, en su residencia de la calle Sol, número 313, en 1939.
Último gobierno de la monarquía
En la ciudad de Remedios nació, en 1873, el teniente general Dámaso Berenguer Fusté. Fue ministro de Guerra en el gabinete español. En 1930, cuando cayó el Gobierno que encabezaba el Marqués de Estella, Berenguer asumió el cargo para presidir el último Gobierno de la monarquía, régimen que desaparecería en 1931, al proclamarse la República.
En 1927, el rey Alfonso XIII concedió al ya olvidado Berenguer el condado de Xauen, y tres años después, el Gobierno de Gerardo Machado lo distinguió con la Orden Nacional del Mérito Militar de la República de Cuba.
Falleció a los 80 años de edad.
La bella trinitaria
La bellísima trinitaria Antonia Domínguez Borrell, Condesa de San Antonio, casó con su primo, el general español Francisco Serrano Domínguez, que entre 1859 y 1862 fue Capitán General y Gobernador de la Isla de Cuba. Con posterioridad, don Francisco, ya Duque de la Torre, ocupó la presidencia del Gobierno español y la Regencia del Reino. Un chisme. A Serrano le llamaban el general bonito; tuvo relaciones íntimas con la reina Isabel II, la de los tristes destinos y los alegres amores.
Frijoles negros para el presidente
El presidente norteamericano Richard Nixon tuvo cocinera y valet cubanos.
«Yo tengo a mi cuidado toda la atención personal del Presidente. Lo despierto. Le sirvo el desayuno. Le escojo su comida, al igual que al resto de la familia. Debo atender a la familia presidencial. Nadie más está autorizado para ello. Estoy pendiente de sus movimientos constantemente», declaró Manolo G. Sánchez en sus días de inquilino de la Casa Blanca. Una figurita también olvidada.
Sánchez salió de Cuba en las navidades de 1961, luego de haber servido durante años a la familia de Amadeo Barletta, representante en la Isla de la General Motors y propietario del periódico El Mundo y del Canal 2 de la TV Nacional, así como del edificio de la Ambar Motors, en 23 e Infanta.
Fina, la esposa de Sánchez, se desempeñaba entonces como doncella de la Primera Dama de Estados Unidos. Había sido la cocinera de la familia hasta que, ya en la Casa Blanca, asumió los fogones un filipino a quien ella enseñó a elaborar los platos cubanos que gustaban al mandatario.
Comentaba Sánchez que Nixon era fanático del arroz blanco y los frijoles negros, platos que ligaba y hacia acompañar con una ensalada de aguacate y una buena ración de ropa vieja, o de un picadillo a la habanera, menú que había que servirle no menos de cuatro veces al mes.
Concluía Manolo G. Sánchez su relato:
«Al señor Nixon le encanta la comida cubana. La adora. Hay que ver con qué gusto la devora».